Es probable que el mundo aún no esté camino de conseguir evitar que la temperatura global aumente en más de 1, 5oC sobre los niveles preindustriales. A pesar de todas las promesas hechas en la COP26, es probable que nos enfrentemos a fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes y las consecuencias que conllevan para empresas y comunidades. Por lo que se espera que la presión para que los responsables políticos hagan más continúe. Para los inversores, según explica Chris Iggo, director de inversiones de Core Investments en AXA Investment Management, la buena noticia es que se está movilizando financiación para ayudar a la transición y las empresas están desarrollando tecnologías más sostenibles. Definitivamente, se está avanzando hacia una economía más verde y eso implica enormes oportunidades de inversión.
¿Bla, bla, bla… o hurra, hurra?
El éxito o no de la COP26 se puede juzgar por la respuesta a una sola pregunta: ¿contribuirá a que la humanidad logre reducir las emisiones netas de carbono a cero y a que la temperatura atmosférica deje de subir más de 1,5oC de aquí a 2050? Está claro que esta pregunta no se puede responder hoy, por lo que se tiene que confiar en el juicio y el análisis científico para decidir si creer que a) las promesas hechas por los líderes mundiales en Glasgow son suficientes y se pondrán en práctica y b) si lo que se ha prometido y lo que se pondrá en práctica dará lugar a ese objetivo en 2050.
Un aumento inferior en grados
Las previsiones más optimistas sugieren que las temperaturas globales alcanzarán un máximo de 1,9oC en este siglo. Un informe de Climate Resource cita una investigación de la Universidad de Melbourne basada en los compromisos asumidos por los países inmediatamente antes de la COP26. Suponiendo que se cumplan los compromisos (incluidas las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional actualizadas de India y China), hay un 50% de posibilidades de que el mundo se sitúe por debajo de los 2oC. Esto se compara con la estimación de 2,7oC realizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente basándose en los compromisos realizados hasta hace unas semanas. Por tanto, es posible que haya buenas noticias.
La atención está puesta en los “cuatro grandes”
Los optimistas también se alegrarán de los acuerdos alcanzados sobre la deforestación, los planes para reducir las emisiones de metano y los compromisos para eliminar el carbón. Hacia el final de la COP26 se anunció que Estados Unidos y China trabajarán juntos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En la opinión de AXA IM es necesario que este anuncio se cumpla. Las dos potencias son los mayores emisores, seguidos de India y Rusia. De hecho, el optimismo puede desaparecer al comprobar que ninguno de los “cuatro grandes” se ha comprometido a alcanzar el objetivo de cero emisiones en 2050 ni ha firmado el acuerdo para eliminar el carbón. Sólo cabe esperar que los objetivos intermedios y la cooperación se traduzcan en un descenso significativo de las emisiones a corto plazo y durante todo el periodo hasta la segunda mitad del siglo. Sin embargo, los objetivos intermedios aún no son convincentes y todavía no se han acordado compromisos más formales para reducir las emisiones en esta década.
No se pueden ignorar las limitaciones políticas
En general, se podría afirmar que ha habido un progreso modesto, pero a juicio de AXA IM, no es suficiente como para confiar en el cumplimiento de los objetivos de París. Es fácil ver por qué los activistas son escépticos sobre las promesas oficiales y existe la sensación de que los líderes de los países más grandes carecen de ambición y se ven obstaculizados por consideraciones políticas internas, poderosos intereses creados y preocupaciones de seguridad a nivel geopolítico. ¿Se puede estar realmente seguros de que los actuales dirigentes políticos de Brasil detendrán la deforestación del Amazonas, dada la importancia de la cría de ganado y la producción de soja para la economía brasileña? ¿Se puede estar seguro de que Estados Unidos dará marcha atrás en sus compromisos en caso de que se produzca otro cambio político importante en las elecciones de 2024? Si hubiera que puntualizar un fallo de la cumbre, en AXA IM destacarían la falta de acciones concretas para reducir el uso del carbón entre los mayores consumidores de esa fuente de combustible.
Las cosas buenas
Chris Iggo tuvo la oportunidad de asistir a la Cumbre Mundial del Clima (COP de Inversión) en Glasgow con algunos de sus colegas profesionales. Una cuestión de la que se puede estar seguro es que en el sector privado se están llevando a cabo muchas acciones. Bajo la presión de los inversores y de los clientes, las empresas de diversos sectores están desarrollando nuevas tecnologías y cambiando sus modelos operativos para estar en la senda de la neutralidad. Se habló de la caída de los costes de la energía eólica offshore. Se vieron empresas que presentaban tecnologías para utilizar textiles reciclados y pulpa de madera para fabricar nuevos tejidos para la industria de la confección (en la actualidad, sólo se recicla el 1% de los textiles; la mayoría acaban en los vertederos o en los puestos del mercado de Camden). La tecnología avanza en todas partes y eso significa que la producción con menos emisiones es cada vez más barata.
Oportunidades
El sector privado no puede hacerlo todo y todavía queda mucho por hacer. Durante la celebración de la cumbre, se reclamaron políticas y normativas más claras, que los gobiernos utilicen los impuestos y las subvenciones de forma más eficaz y que se unifiquen los planes y la financiación para crear las infraestructuras necesarias para pasar rápidamente a una economía con bajas emisiones de carbono. La movilización de la financiación verde será importante en todo este proceso y cada vez hay mayores cantidades de capital controladas por los propietarios de activos, los gestores de activos y los bancos que buscan ser invertidos con cero emisiones netas.
En la opinión de Iggo, esto significa enormes oportunidades de inversión en los líderes climáticos que están desarrollando las soluciones tecnológicas para el cambio climático y en aquellas empresas que están liderando la transición hacia un modelo de negocio con menos carbono. Parte de esto significa la exposición a las tecnologías que cambian el régimen: vehículos eléctricos, baterías, energía renovable, hidrógeno, etc. Pero también significa utilizar las técnicas de ESG para identificar las empresas que están haciendo cambios en lo que hacen hoy para reducir su huella de carbono. Por ejemplo, una empresa fabricante de calzado dijo que había cambiado el tamaño de sus cajas de zapatos para optimizar el espacio que ocuparían los envíos en los contenedores. Utilizar menos espacio significa generar menos CO2. Actuaciones como estas serán (o deberían ser) recogidas en una evaluación ESG, permitiendo a las empresas atraer capital de inversores centrados en la sostenibilidad.
¿Qué precio tiene el carbono?
El sector privado ha hecho un llamamiento generalizado para que los líderes mundiales se pongan de acuerdo sobre un sistema de fijación de precios del carbono. Uno de los temas que se escuchó mucho fue la innovación centrada en el hidrógeno en la que todos los ponentes pidieron un precio para el carbono. Cuando se escribió este tema no se había llegado a un acuerdo. Sin embargo, es crucial que lo haya. La tarificación del carbono -en forma de impuestos sobre las emisiones de carbono o a través de un sistema de comercio de derechos de emisión con límite máximo- internaliza los costes externos de la emisión de CO2. Eso significa que un generador de energía que utilice combustibles fósiles tendría que incorporar el coste del carbono a su base de costes. Los márgenes de beneficio se reducirían o el coste se repercutiría en los clientes, lo que reduciría el atractivo del negocio. El aumento de los costes de los combustibles fósiles a través de la incorporación del precio del carbono cambiaría la comparación de costes relativos a favor de las alternativas más renovables. Esto es cierto no sólo en la energía, sino en toda una serie de sectores. Sin embargo, a lo largo del tiempo sería más impactante en las áreas más difíciles de reducir, como la producción de acero y el transporte de larga distancia. A medida que los procesos basados en los combustibles fósiles aumentan de precio, la tecnología está reduciendo el coste de las alternativas, lo que contribuirá enormemente a la descarbonización de la economía real.
Una transición costosa
Otra cuestión que quedó clara en los debates es que la transición es costosa en términos de la cantidad de inversión necesaria. Además, también podría ser costosa en el sentido de que conduce a precios más altos para algunos bienes y servicios, especialmente si se toman medidas políticas para cambiar los precios relativos antes de que los mercados competitivos hayan evolucionado lo suficiente en el lado de las renovables o de las bajas emisiones de carbono.
Existen estudios que relacionan el hecho de que el capital se aleje de los grandes emisores, lo que aumenta el coste del capital y contribuye a reducir el gasto de capital de sustitución. Eso significa que la capacidad se ve limitada en esos sectores y los problemas actuales con la energía podrían ser un claro ejemplo de ello. La política ni siquiera ha empezado a abordar el coste que supone para los hogares y los países de renta baja: los coches eléctricos, la calefacción doméstica, el transporte básico y las necesidades de vivienda en los países emergentes. Hay un enorme coste social que hay que abordar, a menos que se estén dispuestos a aceptar los costes económicos y humanos mucho mayores de superar los 2oC.
La cuestión de la inflación
Los mercados están preocupados por la inflación, y con razón, tras el aumento del 6,2% interanual de los precios al consumo en Estados Unidos en octubre. En los últimos 40 años, la inflación estadounidense sólo ha superado el 5% en tres ocasiones, incluida la actual. Después de las dos anteriores, retrocedió bruscamente, sin embargo, el experto de AXA IM no está convencido de que las economías hayan regresado a la estructura institucional que sostenía unas tasas de inflación más altas antes de los años ochenta. No obstante, los problemas de oferta, los efectos de base y la fuerte demanda podrían verse agravados por los efectos de los precios relacionados con los cambios estructurales que produciría una bajada de las emisiones de carbono. Ni que decir tiene que los mercados seguirán insistiendo en esta narrativa hasta que los bancos centrales empiecen a subir los tipos de interés, y eso parece ser, en la opinión de Iggo, cada vez más, el objetivo principal en 2022.