Se cumplen dos décadas desde que el euro se introdujera en los mercados financieros, aunque no fue hasta tres años después cuando lo tuvimos en nuestros bolsillos. En este tiempo, se ha convertido en la segunda moneda más utilizada en las transacciones financieras internacionales y permitido un gran desarrollo en los países de la zona euro, pero delante le quedan grandes retos.
Según destaca Alastair Irvine, especialista de producto del equipo de fondos independientes de Jupiter AM, pese haber pasado 20 años desde su creación, el euro sigue siendo “crónicamente susceptible” a las amenazas existencialmente externas e internas de la eurozona, que aún no tiene un proyecto político claro y asimétrico entre sus países. «Su supervivencia a largo plazo depende en última instancia de la capacidad de ese club de 19 miembros para lograr una mayor armonización fiscal y monetaria, respaldada por una unión política más profunda», afirma.
Haber alcanzado su 20 aniversario es todo un hito para la moneda única, pero la falta de un proyecto claro europeo hace tambalear su futuro. Irvine advierte que los países adheridos al euro tienen todavía abierto el debate sobre si realmente les ha ayudado a impulsar el crecimiento de sus economías o ha sido la “camisa de fuerza” que impide el crecimiento de las economías más frágiles de este club europe. “Estamos ante el núcleo del problema que puede amenazar con ser la perdición del euro: cuando una moneda está tratando de ser todo para todo el mundo, es inevitable que haya inestabilidad”, añade.
Un medio para un fin político
En opinión de esta especialista de Jupiter AM, sería un error considerar la moneda única como un fin en sí mismo: existe como un medio para un fin político. El proyecto económico siempre ha jugado un papel secundario al imperativo político, pero los dos están inextricablemente vinculados. Por ello considera que, para que el euro siga existiendo en otros 20 años, el único paso lógico y racional debe ser completar el proyecto “creando un sistema económico unificado y equilibrado en el que la política monetaria y la política fiscal estén alineadas y se apliquen de manera homogénea en toda la eurozona”.
No es la única experta que insiste que para que la unión fiscal tenga éxito, la unión política debe ser la columna vertebral. “Como mínimo, la unión fiscal requiere la armonización de impuestos, un presupuesto común, políticas sociales comunes y estructuras financieras comunes, esencialmente soldando todos los componentes en las trampas y estructuras de un solo estado nación. Es evidente que se requerirá una reforma electoral y de gobierno paneuropea fundamental, con una profundización de la soberanía mancomunada como una consecuencia inevitable”.