El gobierno de Cambiemos se despide teniendo que reimplementar una de las primeras medidas que eliminó cuando asumió: las restricciones cambiarias. Asimismo, a pesar de que el 10 de diciembre se llevará a cabo un cambio de gobierno, es esperable que el próximo presidente mantenga vigente el cepo con algún tipo de relajamiento o endurecimiento. En este sentido, todavía es difícil de prever cómo evolucionará la nueva versión del cepo, pero lo cierto es que la escasez de divisas no se resolverá en el corto plazo.
Vale recordar que durante el cepo 2012-2015, las restricciones de acceso al mercado de divisas se fueron endureciendo progresivamente a medida que el peso se apreciaba en términos reales y, consecuentemente, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo se ampliaba y el déficit de cuenta corriente se acrecentaba. A los límites de acceso a la compra de divisas y giro de utilidades al exterior, se sumaron restricciones cuantitativas a las importaciones, prohibición de conversión a dólares los créditos hipotecarios, impuestos al turismo y vehículos de alta gama, entre otras medidas.
En aquel momento, el combo de medidas arrojó un set de sectores ganadores y perdedores. En este marco, es importante repasar dicho balance y tratar de dilucidar si es posible que se repita en el futuro.
Perdedores
El principal sector afectado por el cepo fue el inmobiliario, debido a que sus transacciones se hacen en moneda extranjera. De hecho, en los cuatro años que duró el anterior control cambiario, las operaciones de compraventa de inmuebles en el Gran Buenos Aires (CABA + Provincia de Buenos Aires) cayeron 30%. Sin embargo, el golpe al sector puede ser aún mayor en el futuro, dado que en la actualidad se observa un encarecimiento de las viviendas junto a una caída del poder de compra del salario, ambos medidos en dólares. No obstante, algo a favor es que por el momento, está permitido acceder a créditos hipotecarios de hasta 100.000 dólares, mientras que antes estaba prohibido.
Otros de los sectores perjudicados por el cepo cambiario fueron los exportadores netos, siendo la actividad más emblemática la agroindustria. Por un lado, cargaban con elevadas retenciones en un contexto de fuerte atraso cambiario y, por el otro, recibían ingresos valuados al dólar oficial, mientras que parte de sus costos dolarizados crecían en línea con el dólar paralelo (la brecha entre ambas cotizaciones promedio el 40% entre 2012 y 2015). Si bien, aunque en el cepo actual rigen menores retenciones, lo cierto es que la competitividad cambiaria se encuentra cercana al promedio histórico y que la brecha cambiaria aún no es importante. De esta forma, que los exportadores se configuren como claros perdedores del cepo dependerá de que vuelvan las condiciones vigentes en el pasado.
Por su parte, las industrias importadoras netas encontraron dificultades para llevar adelante su actividad en 2012-2015, debido a las restricciones de acceso al mercado divisas y, principalmente, a los controles cuantitativos a las importaciones que generaron faltantes de insumos. En esta línea, bajo las condiciones actuales del cepo, dichas industrias se verían afectadas, pero en menor medida que antes, siempre y cuando no se reinstauren restricciones cuantitativas a las importaciones.
Por último, las actividades que requieren grandes flujos de inversión para su desarrollo son otras de las afectadas por el cepo cambiario. Tal es el caso del sector energético que, ante la imposibilidad de girar dividendos al exterior, en un contexto de fuerte apreciación real del peso, vieron recortadas sus inversiones. Por este motivo, la viabilidad de proyectos como Vaca Muerta en el futuro dependerá de si se mantiene la imposibilidad de girar divisas al exterior y si el tipo de cambio se atrasa.
Ganadores
Las restricciones al acceso de divisas en un contexto de alta inflación reducen las posibilidades de ahorro de familias y empresas, incentivando la sustitución de consumo futuro por presente. En este sentido, en el cepo 2012-2015 la imposibilidad de resguardar el valor de los ahorros en un activo seguro, incentivó la dolarización a través de la adquisición de bienes y servicios valuados al tipo de cambio oficial. En este contexto y sumado a un fuerte abaratamiento relativo de bienes y servicios provenientes desde el exterior, fue que la venta de vehículos importados y el turismo emisivo crecieron significativamente hasta que se impuso un impuesto a la demanda de ambos sectores.
La versión 2019 del cepo aún no presenta ni la apreciación real del peso, ni su consecuente brecha cambiaria, por lo que de mantenerse la situación actual, estos sectores no serían ganadores como en el cepo anterior. Asimismo, los incentivos a redireccionar ahorros hacia los durables no son tan fuertes, debido que actualmente existen todavía herramientas que por lo menos otorgan un rendimiento a la par de la inflación, como es el caso de los plazos fijos ajustados por UVA o los bonos indexados (CER).
Por su parte, el turismo receptivo no fue un ganador en el cepo anterior, pero tampoco fue un claro perdedor. Por un lado, la pérdida de competitividad cambiaria desalentaba el ingreso de turistas extranjeros (Argentina estaba cara al dólar oficial), pero a la vez, la amplitud de la brecha incentivaba a los viajeros a liquidar sus dólares en el mercado informal, haciendo valer en mayor medida sus ingresos y gastando más en pesos (con impacto principalmente en turistas provenientes de países limítrofes). Como contrapartida dichos dólares no ingresaban al circuito formal, debilitando las reservas del BCRA. En este sentido, la reciente devaluación posiciona de manera más favorable al turismo receptivo, por lo que, de mantenerse dicha competitividad, el sector sería uno de los ganadores.
Por último, una mención especial merece el sector de la construcción privada. Por un lado, el cepo cambiario tuvo efectos negativos sobre la actividad debido al fuerte desplome del sector inmobiliario: mientras menos unidades ya construidas se vendan, menos incentivos existen para la construcción de unidades nuevas. Sin embargo, por el otro lado, la actividad se vio beneficiada con los controles cambiarios, perfilándose como una opción de reserva de valor dolarizada.
En el actual cepo, a dichas condiciones hay que sumarle una mayor rentabilidad. En los últimos años subió el precio en dólares de las viviendas y se redujo significativamente el costo de la construcción en moneda dura a partir de la devaluación.
Los riesgos son altos
Más allá de que las restricciones cambiarias eran necesarias para frenar la caída de las reservas internacionales del BCRA y evitar la volatilidad del tipo de cambio, la medida trae consigo el riesgo de perder competitividad externa, en un momento donde Argentina necesita imperativamente aumentar sus exportaciones netas para solventar la deuda en moneda dura.
La sintonía fina de la política cambiaria y monetaria desde el 10 de diciembre será determinante para confirmar el set de ganadores y perdedores de este nuevo ciclo de cepo cambiario.