En plena rabieta del mercado -la semana del 15 de febrero- los medios canadienses publicaban, maravillados, artículos sobre la fortaleza de los bancos locales, que “sólo” habían perdido entre un 7 y un 10% del valor de sus acciones en lo que iba de año, mientras sus homólogos europeos y estadounidenses habían caído entre un 20 y un 30%, explica Brad Tak, CIO Fix Income de Neuberger Berman.
“Si soy sincero, a mí también me maravillaba”. Una de las muchas explicaciones que los medios ofrecían para explicar el miedo hacia los títulos de bancos de Estados Unidos era la cantidad de impagos por parte de la industria energética a la que pudieran estar expuestos. En realidad, los bancos canadienses están igual de expuestos a este riesgo. Inexistente demanda de préstamos, índices de benchmark negativos, curvas de rendimiento planas, exposiciones a petróleo y gas, enumera Tak. “Todas estas razones causaron, en parte, la venta masiva de títulos bancarios pero, mucho más importante que todas ellas fue, sin embargo, la presión vendedora del mercado”.
Cuando el negocio pide préstamos a corto plazo y presta a largo, el entorno no es el mejor para obtener rentabilidad. Eso puede ser importante para los accionistas, pero en la mayoría de las empresas el deterioro de la rentabilidad tiene que ser muy grande antes de afectar a los acreedores. De hecho -dice e experto-, una pequeña pérdida de rentabilidad puede ser buena para los que hayan invertido en bonos, porque hará que los gestores sean más prudentes.
Los bancos son diferentes, por supuesto. Puesto que su nivel de endeudamiento está cada vez más regulado, cualquier sentimiento que influya en la valoración de sus acciones puede ser muy perjudicial para la entidad muy endeudada, si éste la lleva a aproximarse a su límite mínimo de capitalización exigido. Eso puede hacer que los bonos exijan una mayor prima por asumir el riesgo de tener que ser «rescatados» en el caso de bancarrota. “El capital que exceda al Tier 1 puede amortizarse o convertirse en fondos propios antes de que un banco caiga”, puntualiza Tak.
Pero el hecho es que los bancos estadounidenses no están muy endeudados. Desde la crisis financiera, los ratios de capital sobre activo han aumentado desde el 9% hasta el 12%, de media. Por otra parte, después de la brusca caída posterior a la crisis financiera, la rentabilidad de su renta variable ha superado el 9%. «También creemos que los bancos estadounidenses son los mejor gestionados en el mundo y la mayoría tienen buenos planes de sucesión. Es por ello que creemos que la deuda bancaria estadounidenses es muy atractiva en este momento».
Es más difícil entusiasmarse con los bancos de Europa, aunque hay puntos brillantes. Por ejemplo, muchos bancos escandinavos entraron en la crisis de 2007 siendo eficientes y estando bien capitalizados y, desde entonces, han ganado cuota de mercado. En el lado opuesto, costes altos, un mercado internacional fuertemente fragmentado que desalienta la competencia y una mayor orientación a negocios basados en relaciones menos rentables que han llevado a menores retornos estructurales en las acciones y, para compensar eso, mayores endeudamientos que en Estados Unidos.
Cuando estalló la crisis, los reguladores europeos fueron mucho más lentos para exigir reacciones. Los bancos de la eurozona siguen operando sólo con un ratio de capital sobre activos del 8%, de media, y el ROE apenas se ha recuperado de los niveles del 4 o 5% a que se redujo en los años 2008 y 2009. “Por eso vimos una reacción más violenta en los bonos bancarios europeos que en los americanos. Parte de la deuda convertible Tier-1 redujo su valor en un 20%, en línea con las acciones de la entidad, tal y como había sido diseñada para que hiciera cuando las cosas se pusieran feas”.
Los bancos europeos luchan para alcanzar los ratios de capital exigidos por las autoridades e impulsar la eficiencia del negocio para elevar el retorno de sus acciones, mientras sus reguladores se pierden en debates sobre los sindicatos bancarias. “Es factible, pero es difícil y doloroso, pero es el tipo de cosas por las que los bancos estadounidenses pasaron hace seis años, más rápidamente y con un marco regulatorio mucho más simple”.
“Como resultado, mirando hoy a los fundamentales, vemos que hay un océano entre los bancos europeos y estadounidenses en más de un sentido. Que, a veces, el mercado no lo asuma permite a los más estables construir posiciones en valoraciones potencialmente muy atractivas”, concluye el experto.