América Latina podría convertirse en una de las regiones emergentes más interesantes el próximo año, debido a la potencial prima asociada a los diversos riesgos políticos, asegura Stéphanie de Torquat, estratega de inversiones de Lombard Odier.
En 2018 habrá elecciones presidenciales en Brasil, México y Colombia.
En Brasil, es difícil prever un despegue económico sostenible sin un progreso tangible en la reforma de las pensiones para corregir los desequilibrios fiscales. Y en ese frente, a pesar del creciente optimismo en las últimas semanas, la situación sigue siendo un reto. Según una encuesta realizada por Arko Advice, el 57,8% de los 218 representantes del Congreso no creen que la reforma de pensiones sea aprobada bajo la administración de Temer.
Esto significa que el ganador de las elecciones generales de octubre de 2018 deberá ser lo suficientemente creíble y estar decidido a abordar este tema con éxito. Dado que una parte significativa del panorama político brasileño está contaminada por presunta corrupción, los outsiders o los candidatos anti-establishment podrían tener la oportunidad de llevar a cabo campañas competitivas, lo que probablemente resulte en unas elecciones muy volátiles.
La postura antiméxicana de Trump, las incertidumbres del TLCAN, pero también las crecientes preocupaciones de inseguridad y corrupción, podrían apoyar a candidatos anti-establishment como Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones presidenciales de julio de 2018, mientras que un gran número de candidatos independientes podrían alterar la dinámica electoral. Como tal, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Enrique Peña Nieto, actualmente en el Gobierno, podría tener que fortalecer su retórica en las negociaciones del TLCAN, para no perder votantes a partidos populistas, creando mayor volatilidad e incertidumbres con respecto al resultado final.
Dicho esto, los fundamentales económicos subyacentes en México parecen bastante sólidos y los activos mexicanos podrían ofrecer oportunidades interesantes si las situaciones políticas y geopolíticas evolucionan en la dirección correcta.
En Argentina, el cambio de rumbo se está desarrollando y, a diferencia de la mayoría de países de América Latina, actualmente goza de cierto grado de certeza en el frente político. De hecho, la coalición Cambiemos del presidente Macri aumentó sustancialmente su representación en las elecciones legislativas de octubre, emergiendo así como el bloque más poderoso del país a pesar de permanecer en minoría en ambas cámaras del Congreso.
Como tal, mientras que los fundamentales aún parecen frágiles (tasa de inflación anual del 24%, tipos de interés en 28,75% y déficit por cuenta corriente de 3%), el momento es innegablemente favorable y el potencial alcista significativo.
Perú es uno de los países latinoamericanos más sólidos desde el punto de vista puramente macroeconómico, junto con Chile, y el entorno actual de precios al alza de los metales también es especialmente favorable. Pero también ha sufrido su cuota de agitación política últimamente. De hecho, el 14 de septiembre, el Congreso de Perú derrocó a todo el gabinete presidencial mediante una moción de censura, liderada por la oposición Fuerza Popular. Si bien el presidente ha nombrado un nuevo gabinete, las tensiones políticas y el conflicto entre partidos resurgirán con el presidente Kucynzski y el líder de la oposición, Fujimori, están implicados en un presunto escándalo de corrupción con el constructor brasileño Odebrecht. Es probable que estas acusaciones pesen sobre el apoyo a Kucynzski y sigan inhibiendo su agenda legislativa.
Finalmente, Colombia es una de las economías más débiles de América Latina, pero puede que haya pasado un punto de inflexión. La desinflación, los acuerdos de paz con las FARC y los precios más altos del petróleo son viento de cola.
Como tal, la inflación podría estabilizarse en el bajo nivel actual, allanando el camino para una política acomodaticia continua. Si el país lograra reducir sus altos déficits gemelos (tanto el déficit presupuestario como el déficit por cuenta corriente rondan el 4%), podríamos volvernos más positivos con el país.
El principal riesgo para este escenario son los acuerdos de paz con las FARC, ya que una probable victoria de la oposición en las elecciones legislativas de marzo de 2018 podría generar cambios en los términos del acuerdo y retrasar su implementación.
Si bien no debemos confiarnos con la posibilidad de que los riesgos políticos se vuelvan desagradables, los resultados positivos también podrían aumentar la confianza de los inversores y los flujos de entrada en América Latina. En un
contexto de crecimiento mundial favorable, condiciones financieras acomodaticias y con los precios de las materias primas de estables a crecientes, la región parece bien posicionada para sorprender positivamente en 2018.