Las dudas sobre la situación de la inmobiliaria Evergrande y de una posible crisis financiera han vuelto a poner el foco en los desafíos y las tensiones de la economía china. Pero si nos fijamos únicamente en ese caso, corremos el riesgo de perder la visión a largo plazo de una realidad tan compleja y diversa como la del gigante asiático.
La pandemia y la situación actual han confirmado que hay varias “Chinas” en una sola, marcadas por diferencias geográficas, étnico-culturales, económicas y sociales. Estas diferencias han creado líneas de ruptura que se entrecruzan: la disparidad de bienestar entre la costa y el interior; la dicotomía geográfica y económica entre el norte y el sur producida por el río Yangtsé; el diferente papel estratégico atribuido por el poder central al núcleo han —la etnia mayoritaria— y las otras etnias; y la creciente tensión entre la China continental y la Región Administrativa Especial de Hong Kong, además del contraste entre la República Popular y Taiwán.
La tarea de Xi Jinping y del poder central es evitar que la fricción entre estas “fallas” produzca un terremoto de incertidumbre económica que desestabilice el país. El presidente Xi prometió de forma solemne la eliminación de la pobreza en las áreas rurales. Sin embargo, la lucha con su nueva política bautizada como “prosperidad común” empieza en otros múltiples frentes a raíz de la desaceleración económica, el envejecimiento de la población (se abolió la “política del hijo único”), la regulación del crédito y la lucha contra el shadow banking —toda la actividad de financiación fuera del crédito bancario tradicional y los supervisores—, pasando por la regulación del sector informático y la crisis inmobiliaria.
Todo esto se une al proyecto de la nueva “ruta de la seda”, que debería aliviar a China del estricto control que le impone EE.UU., que domina la circulación de las mercancías por vía marítima, y equilibrar así la competencia comercial con los estadounidenses.
¿Qué ha pasado en China? En el último Plan Quinquenal, el gobierno chino aspira a conseguir una estructura económica similar a la de EE.UU., donde un porcentaje muy elevado del producto interno bruto está representado por el consumo interno. De esta forma dotaría a su economía de un mayor grado de resiliencia ante los posibles efectos externos de la economía global, haciéndola menos dependiente de sus exportaciones.
Para conseguirlo debe aumentar el poder adquisitivo medio, favoreciendo a los bancos que promuevan el crédito a las empresas de las zonas rurales. Para lograrlo, el gobierno chino ha decidido tomar una serie de medidas modificando la regulación sobre la política crediticia. El plan también prevé el incremento de la productividad de su economía a través de la innovación tecnológica para mejorar la competitividad de su producción, con el objetivo de ser autosuficientes en sectores como las industrias o las tecnologías críticas. Otro objetivo pasa por buscar la autosuficiencia en energía, en dejar de ser importadora de energía tradicional centrándose en energías renovables y de acercar más su industria a unos criterios de sostenibilidad.
A corto plazo, todo esto puede conllevar unos costes mayores con una posible consecuente pérdida de competitividad respecto a otros países del sudeste asiático y probablemente con respecto a la India. A largo plazo, sin embargo, las previsiones apuntan que ambos liderarán el ranking en la aportación al PIB mundial. China ya ha superado a la zona euro como segunda economía mundial con el 18% del PIB mundial y aporta el 28% del crecimiento global. No obstante, aún tiene un bajo peso en los índices mundiales de bolsa, con solo el 3,7%, y además el sector público pesa muchísimo en su economía. De ahí que todos los cambios mencionados pretendan dar más protagonismo ya a medio plazo al sector privado. Todos estos factores se ven reflejados en las cotizaciones actuales y, como siempre, en la eterna batalla entre los que ven las dificultades presentes y los que ven las oportunidades futuras.
¿Incertidumbre financiera? Es cierto que todos estos cambios no surtirán efecto a corto plazo, pero estoy convencido de que los gestores especializados en estos mercados tendrán el gran reto, especialmente en el corto y medio plazo, de ser capaces de hacer un stock picking muy afinado para aportar alfa —el rendimiento bursátil mediante el que un inversor consigue superar al mercado durante un periodo de tiempo determinado— con su gestión. Disparar al “blanco grande”, entendido como país en general, ya no será suficiente.
Tribuna de Mario Rappanello, Responsable Tesorería y Allocation Advisory en Banco Mediolanum.