Para entender la evolución actual de China, es importante ver cómo el país está haciendo hincapié no solo en el poder económico, sino en el poder «blando» de la persuasión y la influencia. Según la visión de Allianz GI, la clave para los inversores es saber cómo y dónde estas prioridades estratégicas se traducirán en oportunidades.
El último dato de China indica cierta debilidad en su crecimiento, ya que registró una tasa del 4,9% interanual en el tercer trimestre del año frente al 5% que el consenso de mercado tenía previsto. Sin embargo, no hay que centrarse solo en este dato, también se observan otros con un comportamiento más positivo, por ejemplo, las ventas minoristas se recuperaron alcanzando un crecimiento del 4,4% el mes pasado.
“Los inversores de todo el mundo se han visto perturbados por una oleada de noticias negativas procedentes de China, pero estas deben considerarse en un contexto más amplio. Este año se celebra el centenario del Partido Comunista Chino, y China parece estar en un estado de ánimo reflexivo. El país se está comprometiendo de nuevo no solo a continuar con el éxito económico, sino a centrarse en una serie de otras preocupaciones. Entre ellas, abordar las inquietudes sociales sobre la desigualdad, resolver los problemas antimonopolio y frenar los desafíos a los centros de poder tradicionales. Estos esfuerzos están destinados a provocar cierta volatilidad”, explica Virginie Maisonneuve, Global CIO Equity en Allianz Global Investors.
En opinión de Maisonneuve, China seguirá su propia senda de desarrollo híbrido, buscando la autosuficiencia y convirtiéndose en un líder de alta tecnología. “China también quiere seguir relacionándose con el resto del mundo y mantener el éxito de sus mercados financieros. Y podríamos ver a China colaborando con otras potencias mundiales en los retos comunes, sobre todo en el cambio climático, de forma que permita a China escribir una nueva historia positiva. Todo ello forma parte de una nueva fase en la evolución de China a medida que el país se reposiciona en la escena mundial. Esperamos que China continúe utilizando su poder económico para abrirse paso a codazos hacia las primeras filas, al tiempo que comienza a ejercer sus poderes «blandos» de atracción e influencia”, puntualiza la experta de Allianz GI.
La tercera fase de China
Esa “evolución” a la que Maisonneuve hace referencia tiene su primer paso hace 20 años, cuando el país ingresó en la Organización Mundial del Comercio, y fruto de aquella decisión pasó de tener una inversión extranjera directa de 47.000 millones de dólares en 2001 a 163.000 millones en 2020. Posteriormente, un segundo hito fue cuando China “suplantó a Japón” como la segunda economía del mundo en 2010, tras la crisis financiera mundial.
Según señala la experta de Allianz GI, en esta “segunda fase” el gigante asiático se convirtió en un líder de alta tecnología, con una alta cadena de valor y también comenzó a integrar sus mercados financieros en el sistema mundial, por ejemplo, con los programas Stock de acciones y bonos, que facilitaron el acceso de los inversores extranjeros a los mercados chinos.
“Ahora estamos ante una tercera fase. El presidente Xi Jinping preside una economía que superará a EE.UU. como la mayor del mundo en 2029. La gestión de China de la pandemia del COVID-19 ha supuesto un gran impulso. China debe caminar en la cuerda floja mientras gestiona su poderío económico, que se centra en su mandato de igualdad social y de poder blando. El equilibrio entre el sistema político chino combinado con su envergadura económica nacional y mundial supone un desafío único para el país y para el resto del mundo. Sin embargo, el éxito de China es fundamental para la estabilidad del mundo en la próxima década”, explica.
En esta fase, Maisonneuve matiza que China podría pasar de un modelo de crecimiento al estilo estadounidense, impulsado principalmente por los servicios y el consumo, a un modelo más equilibrado, como el de Alemania o Japón. “En este modelo, la política industrial es un motor fundamental para el crecimiento a largo plazo. Si China puede seguir desarrollando sus capacidades de fabricación de alta tecnología, ayudaría a resolver algunas de las vulnerabilidades más evidentes del país en un mundo en el que las tensiones comerciales restringen la capacidad de transferir tecnologías de un país o entidad a otro. También debería ayudar a impulsar la innovación a un nuevo nivel. Entre las áreas de interés se incluirán probablemente los semiconductores, en los que China consume el 35% de la oferta mundial y solo fabrica el 10%”, añade.
Además, habrá un “renovado interés sobre las cuestiones sociales”, manteniéndose totalmente coherente con el sistema comunista. En su opinión, “China está redoblando sus esfuerzos para promover un crecimiento equitativo y más sostenible, y para proyectar una visión positiva de China a nivel mundial. Es aquí donde China ha sido objeto de titulares negativos que han aumentado la volatilidad del mercado”.
¿Qué deben esperar los inversores?
Según su análisis, este análisis de la evolución de la agenda política de China también es aplicable a la hora de elegir los valores en los que invertir. “Aunque el análisis ascendente es esencial, la comprensión del contexto más amplio -incluyendo de la política nacional en el complejo marco político de China- es fundamental en China, quizás más que en cualquier otro país. Esta visión permite a los inversores saber cómo y dónde se traducirán en oportunidades las prioridades estratégicas del país”, insiste Maisonneuve.
Reconoce que “no será un camino de rosas”, y que los mercados de capitales en China siempre han sido volátiles tanto al alza como a la baja, y lo seguirán siendo. “Estados Unidos y China lucharán en una carrera darwiniana por el liderazgo digital en la que la combinación de grandes cantidades de datos accesibles y la inteligencia artificial crearán nuevas fuentes de poder. A nivel local, los campeones nacionales de China cambiarán con el tiempo a medida que China ajuste sus prioridades sociales”, añade.
Con esta reflexión sobre la mesa, y recordando que los inversores deberán aceptar una mayor volatilidad, la propuesta de la gestora es la gestión activa. “Creemos que es esencial tanto para navegar por este entorno como para utilizar la inevitable volatilidad para construir posiciones. Por ejemplo, vemos oportunidades en sectores relacionados con la necesidad estratégica de China de ser autosuficiente (semiconductores), el ciclo de mejora industrial (mayor uso de la robótica) y los valores relacionados con los objetivos de emisiones de carbono de China (energía renovable y la cadena de suministro de vehículos eléctricos). El uso de instrumentos pasivos para invertir en China puede no ser suficiente, dada la necesidad de navegar este mercado a un nivel más profundo”, concluye Maisonneuve.