Un horizonte de tipos bajos e incluso negativos no sólo dañará productos como los depósitos bancarios o hará más complicado lograr rentabilidades atractivas, sino que pone en riesgo el propio negocio bancario. En opinión de Hans-Jörg Naumer, director global Capital Markets & Thematic Research de Allianz GI, por primera vez en la historia “tener un depósito en un banco significa una pérdida para el banco”.
Naumer considera que mientras los bancos no estén cobrando intereses negativos y en su lugar estén tolerando el dinero a una tasa de interés cero, cada depósito significa una pérdida para el banco. “Mientras el propio banco tenga que pagar intereses sobre sus depósitos dentro del sistema de bancos centrales europeos, está siendo castigado por su liquidez, y no transfiera este gasto a sus clientes, está perdiendo dinero. En los 5.000 años de historia de «deuda y expiación», este es el primer período en que los acreedores han tenido que pagar para poder invertir su dinero”, apunta.
En su opinión, las presiones de la guerra comercial y las posibilidades de que se desencadene una recesión han hecho que los principales bancos centrales, en especial la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE), alejen la posibilidad de una normalización de la política monetaria. Igualmente, la mayoría de los bancos centrales de los mercados emergentes también han estado reduciendo las tasas de interés.
“La fase de represión financiera, en la que los acreedores ayudan a pagar la montaña de deudas en lugar de ser recompensados por su ahorro, está entrando en la próxima vuelta. Cada vez más, los medios informan de que los bancos supuestamente planean transferir intereses negativos sobre los depósitos. En realidad, esto sería un tipo de impuesto sobre los intereses que funcionaría como un impuesto sobre el patrimonio de los depósitos en efectivo”, apunta Naumer.
Para los inversores, este contexto significa que la búsqueda rendimientos continúa. “La línea de defensa más elemental para invertir el capital es mantener el poder adquisitivo. En otras palabras, evitar rendimientos negativos no es suficiente. Hay que tener en cuenta que hay que compensar la inflación, sin importar en qué nivel esté ahora”, advierte.
En este sentido Naumer propone un simple cálculo: si invertimos 100 euros hoy en un bono de gobierno alemán a 10 años con los rendimientos actuales que ofrece, después de ajustar la pérdida de poder adquisitivo, el inversor obtendrá un valor real de menos de 77 euros –suponiendo que a lo largo de los años la inflación promedio ronda el objetivo del 2% anual del BCE–.
Alemania es un mero ejemplo porque, a nivel mundial, uno de cada tres bonos del gobierno tiene un rendimiento negativo. De hecho, un volumen de bonos de alrededor de 16 billones de dólares estadounidenses se encuentra en territorio de rendimiento negativo, donde los rendimientos son «simplemente rojos», matiza.
“No hay un final a la vista para esta tendencia. Por el contrario, dada la tendencia económica y las proyecciones de baja inflación para los próximos cinco y diez años por los pronosticadores profesionales, como los recaudados por el BCE, es razonable esperar que (la misma) política monetaria continuará”, concluye.