Los bancos centrales se están dando prisa por prestar un soporte adicional ante el oscurecimiento de las perspectivas económicas. Sin embargo, existen temores de que esta relajación de las políticas pueda estar causando más perjuicios que beneficios, advierte Aberdeen Standard Investments en su último análisis macroeconómico.
La denominada “reversal rate” (tipo de reversión), el punto en el que los recortes de tipos comienzan a ser contraproducentes, se manifiesta a través de multitud de canales: una rentabilidad bancaria débil, una inadecuada asignación del crédito, un descenso de la confianza empresarial y de los consumidores, y una menor rentabilidad del ahorro. “Pero, aunque hay algunas preocupaciones justificables sobre las consecuencias no deseadas de los tipos bajos, hay que tener en cuenta la situación en su conjunto”, asegura la gestora.
En efecto, la mayoría de la evidencia empírica no sugiere que los costes de unos tipos más bajos estén superando sus beneficios, lo que demuestra que los actores políticos no han alcanzado esa “reversal rate” (todavía). Se trata de un debate que deja en evidencia la gran presión que se está ejerciendo sobre las políticas monetarias.
Entonces, ¿cómo de bajo puedes ir?
Históricamente, ha existido la preocupación de que un movimiento hacia los tipos de interés negativos generaría la huida de los depósitos de los bancos. Sin embargo, asegura ASI, ha habido escasas señales de una explosión de efectivo bajo los colchones. En su lugar, el miedo se ha trasladado hacia la rentabilidad bancaria: “los bancos no han estado dispuestos (o legalmente capaces) a trasladar los tipos negativos a los depositantes, generando una compresión de los márgenes netos de interés y los beneficios”.
El temor es que esto podría perjudicar las posiciones de capital en el sector, lo que llevaría a una capacidad reducida para prestar e impulsaría un endurecimiento de las condiciones crediticias. Además, según la gestora, los recortes de tipos más allá de determinados niveles podrían minar la confianza, ya que los hogares y los negocios los ven como una señal de malestar económico.
“En economías con altas tasas de ahorro interno, un descenso de los retornos de este podría motivar una actividad todavía más cautelosa”. Por último, el BIP ha insistido en subrayar los riesgos de una mala asignación del crédito si los tipos de interés siguen cayendo.
Unos tipos de interés más bajos que nunca pueden generar imprevistas consecuencias negativas, pero ASI hace hincapié en que hay “fuerzas atenuantes” en juego que es necesario tener en cuenta. Por ejemplo, la compresión de los márgenes bancarios podría compensarse con más préstamos, sin mencionar un impulso desde la tenencia de activos.
En efecto, aunque las evidencias están mezcladas, la mayoría de los estudios creíbles no respaldan la conclusión de que los tipos de interés hayan caído a un nivel en el cual los perjuicios pesen más que los beneficios. “Sin embargo, el hecho de que existan demuestra que la política financiera tiene que esforzarse más. Tristemente, no parece que los Gobiernos estén tomando cartas en el asunto”, sentencia.
Otro problema para los bancos
En este contexto, el temor de los bancos es que los tipos más bajos podrían pesar en los márgenes de interés netos y, en última instancia, empujar los depósitos fuera del sector, lo que podría limitar la habilidad de la banca para trasladar los tipos bajos a la economía real y, en algunos casos, incluso forzarlos a contraer sus balances, reduciendo la disponibilidad de crédito.
Para maximizar la efectividad de los tipos bajos lo que más necesitan los bancos es 1) demanda de crédito, 2) la habilidad de prestar a un alto grado de apalancamiento y 3) que esos préstamos se realicen a márgenes de interés netos más elevados.
Según ASI, el punto de partida actual es que muchos sistemas bancarios, en particular los que están en Europa, llevan una década luchando por encontrar rentabilidad, desde la crisis financiera. Después de esta, los requisitos regulatorios para el capital llegaron hasta a cuadruplicarse en algunos casos y los bancos tuvieron que atraer y retener niveles sustanciales de nuevo capital para poder cumplir.
Los préstamos se realizan ahora a múltiplos mucho más bajos que requieren márgenes más elevados para poder mantener la rentabilidad. “Sin embargo, el débil crecimiento, la incertidumbre económica, el envejecimiento de la población y los ya altos niveles de deuda también han generado una menor demanda de crédito a lo largo del ciclo”.
La reducción de la rentabilidad después de la crisis ha afectado a los bancos de todo el mundo, pero, apunta la gestora, los problemas han sido más graves fuera de Estados Unidos. A su juicio, los rendimientos de los bonos son una medida útil de las expectativas del mercado para el crecimiento a largo plazo y la inflación, así que no sorprende que cuando los de los europeos pasaron a ser muy negativos, los activos de los bancos continuaran rindiendo por debajo de otras acciones. “El cóctel de bajo crecimiento, inflación y tipos es claramente incomestible para este sector”, sentencia.