Tras un declive histórico del mercado y un rápido rebote, la rentabilidad del gestor activo se encuentra bajo la lupa. Sin embargo, según AllianceBernstein, los inversores deberían tener en cuenta múltiples perspectivas a la hora de evaluar a los gestores activos en una crisis internacional sin precedentes y un periodo indefinido de incertidumbre económica.
1. Encontrar los ganadores
“Habida cuenta de que la pandemia ha causado daños masivos a diferentes sectores, industrias y empresas, las carteras pasivas mantendrán acciones de muchas empresas gravemente afectadas. Los gestores activos pueden identificar empresas seleccionadas que tienen muchas más probabilidades de soportar la presión y comportarse bien a largo plazo”, asegura la gestora en un artículo publicado en su página web.
Esto resulta ahora más difícil porque la COVID-19 ha provocado dispersiones extremas en diversos indicadores de las empresas. Por ejemplo, las previsiones de beneficios para las empresas del índice MSCI World son ahora más dispersas que en cualquier otro momento en los últimos 20 años (véase el gráfico de la izquierda). Sin embargo, esta dispersión crea un “terreno fértil” para que los gestores activos seleccionen los candidatos más prometedores, basándose en el análisis de modelos de negocio, balances, tendencias de la industria y capacidades de gestión.
2. Las tendencias a largo plazo
Durante periodos más breves, los gestores activos no han obtenido resultados particularmente buenos; pero, a 10 años, la mayoría han superado a sus índices de referencia. “Esto es importante para los inversores con horizontes a largo plazo y puede ayudar a proporcionar el contexto adecuado para hacer frente a la tensión y la volatilidad a corto plazo”, afirma.
En el caso de las large cap estadounidenses, las tendencias de rentabilidad han sido menos impresionantes incluso en periodos de tiempo más prolongados, ya que, según AllianceBernstein, se trata de un espacio “altamente saturado”. Sin embargo, determinadas categorías de gestores activos (como las carteras concentradas) han obtenido unos resultados mucho mejores con el paso del tiempo.
3. La gestión del riesgo es más que una mera caja negra
Desde la crisis financiera mundial, la mayoría de los modelos de riesgo utilizados por los gestores de cartera son mucho más sofisticados, pero también se basan predominantemente en datos históricos. Como resultado, a muchos modelos estándar les costó hacer frente a los efectos sin precedentes de la pandemia, como la interrupción repentina de las cadenas de suministro mundiales, el confinamiento de ciudades o el colapso de la OPEP+.
“Combinar el análisis fundamental de las empresas con una visión holística acerca de cómo los valores, los sectores y los escenarios interactúan de formas nuevas e imprevistas puede ayudar a los inversores a gestionar riesgos sin precedentes para las carteras durante un acontecimiento histórico del mercado”, asegura.
4. Riesgo político: adaptarse a influencias exógenas
Muchos países se están viendo sacudidos por la inestabilidad y la polarización política, mientras que las tensiones geopolíticas se mantienen latentes. Las elecciones estadounidenses, el Brexit y las tensiones comerciales entre EE.UU. y China añaden incertidumbre a un mundo que se enfrenta a los efectos de la pandemia del coronavirus y la recesión.
Los regímenes políticos históricamente han tenido un impacto mínimo en la trayectoria a largo plazo de los mercados de renta variable estadounidense. Sin embargo, las medidas políticas pueden tener un profundo impacto en los sectores, las industrias y las empresas. “Y predecir los vericuetos políticos resulta particularmente difícil”, señala la gestora. En su opinión, los gestores activos disponen de la capacidad y flexibilidad necesarias para ajustar las posiciones que se han vuelto más vulnerables a esos riesgos, e inclinarse por los valores que pueden beneficiarse de las decisiones políticas. “Por el contrario, las carteras pasivas dejan a los inversores plenamente expuestos a sectores o empresas que podrían verse más perjudicados por un acontecimiento político”, advierte.
5. Evitar trampas de concentración
Los índices de referencia tienden a presentar una elevada concentración cuando determinados grupos de valores se ven favorecidos. Por ejemplo, durante la burbuja puntocom de 1999, las acciones tecnológicas representaban el 33% del índice S&P 500; cuando estalló, los inversores que tenían un exceso de ponderación en el sector resultaron muy perjudicados. En la actualidad, cinco de los principales valores estadounidenses representan el 22,6% del S&P 500 y casi el 37% del índice Russell 1000 Growth Index. Y el valor de mercado de las 100 mayores empresas de EE. UU. es ahora superior que el de todos los mercados desarrollados no estadounidenses. “Estas distorsiones pueden resolverse rápidamente cuando cambia la dinámica”, advierte.
Las tendencias aceleradas por la pandemia han impulsado el crecimiento del uso de la tecnología, que ha favorecido la rentabilidad de Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (matriz de Google) y Facebook. “Sin embargo, la historia sugiere que los líderes del mercado no mantienen esa posición para siempre. Los gestores activos pueden proporcionar a los inversores una exposición moderada a algunas de las principales empresas, garantizando al mismo tiempo que una cartera no presente una concentración excesiva en áreas triviales del mercado que pueden ser propensas a una corrección negativa”, sentencia.
Los otros puntos clave a tener en cuenta en un enfoque de gestión activa son:
6. Control de las exposiciones regionales en asignaciones globales
7. Consistencia y estabilidad en la captura alcista/bajista
8. Los ETFs sectoriales pueden conllevar riesgos ocultos
9. La integración de consideraciones ESG
10. La gestión pasiva es más activa de lo que se cree
Para profundizar en cada uno de ellos, puede acceder al artículo completo en este enlace.