Tras años intentando tener protagonismo en la agenda política internacional, el G7 ha acordado, en principio, reformar el sistema fiscal global sentando las bases para que haya una tasa impositiva corporativa mínima del 15%, abordando así la evasión fiscal por parte de “las empresas multinacionales más grandes y rentables”. Ahora, el segundo paso será ver qué hace el G20, grupo que incluye países como China, India, México, Brasil y Rusia, que abordará la propuesta en su próxima cumbre de julio con la esperanza de que la OCDE pueda finalizar el acuerdo antes de fin de año.
Según los analistas de Banca March, pese a que el G7 no juega un papel formal en el proceso de discusión de esta nueva fiscalidad internacional, “el acuerdo dentro del grupo podría ejercer de revulsivo para alcanzar otro en las negociaciones formales que se están desarrollando al respecto en el G20 y en la OCDE”.
El objetivo de este impuesto es acabar con tres décadas de reducción de tasas a nivel mundial para intentar atraer a empresas extranjeras. “Las principales economías tienen como objetivo disuadir a las empresas multinacionales de trasladar los beneficios, y los ingresos fiscales, a los países con impuestos bajos, independientemente de dónde se realicen sus ventas. La semana pasada, Joe Biden, con el objetivo de alcanzar un mayor consenso internacional, redujo sus ambiciones sobre el tipo mínimo global a las multinacionales desde el 21% hasta el 15%. Además, abrió la posibilidad de permitir que una parte de los beneficios mundiales de las mayores empresas del planeta se graven en función de la localización de las ventas, exigencias que requerían Francia y Reino Unido”, explica el equipo de Portocolom AV.
En lo que coinciden la mayoría de las valoraciones es que a esta propuesta le queda un camino largo y con muchas aristas que limar para que sea una realidad. En opinión de Gilles Möec, economista jefe de AXA Investment Managers, “el acuerdo del G7 sobre el impuesto de sociedades a nivel mundial es parte de los funerales por el Consenso de Washington, otro golpe a un consenso ya debilitado. Con todo, hay incertidumbres importantes. Europa no quiere renunciar a sus tasas sobre los servicios digitales (DSTs) antes de que el Congreso de EE.UU. ratifique el acuerdo de la fiscalidad global, mientras que EE.UU. quiere la abolición inmediata de estas tasas. La coordinación apropiada sobre este asunto, por citar el comunicado del G7, requerirá esfuerzos por ambas partes”.
Al analizar el acuerdo del G7 sobre este, Möec advierte que los dos pilares del planteamiento de la OCDE quedan, por tanto, refrendados: “Habrá espacio para la imposición local de los beneficios en el punto de consumo, además de un tipo impositivo mínimo en todas partes”, señala el experto.
Sobre los motivos que mueven a los distintos actores, Moëc considera que “uno es común a todos los actores del G7: el interés por limitar una carrera a la baja que les permita cierta capacidad para gravar los beneficios de las empresas sin temer deslocalizaciones. Esto es especialmente acuciante para dos miembros que tienen planes concretos de elevar su propio tipo impositivo sobre las empresas, el Reino Unido y EE.UU., pero sospechamos que todos ellos están interesados en tener más margen de maniobra sobre esta fuente de financiación gubernamental”.
Es tal el interés de Estados Unido que, “para alentar a estas naciones a incluir dichos impuestos en el marco de impuestos mínimos que se acaba de acordar, Estados Unidos ha impuesto y luego suspendido simultáneamente aranceles del 25% sobre importaciones seleccionadas del Reino Unido, Italia, España, Austria, India y Turquía durante 180 días. mientras se ultiman los detalles finales del acuerdo fiscal global”, recuerda Norman Villamin, CIO Wealth Management de Union Bancaire Privée (UBP).
Respecto a la UE, indica que ha estado mostrando un superávit por cuenta corriente que ahora es probablemente estructural, lo que contrasta con los persistentes déficits de Estados Unidos. Como «máquina exportadora» de éxito, la UE tiene un interés menos claro que EE.UU. en que la actividad exterior de las empresas sea gravada localmente. “Sin embargo, un problema para Europa es su debilidad en la producción de alta tecnología, mientras que es un gran consumidor de este tipo de servicios. La posibilidad de gravar una parte de los beneficios de las Big Four digitales o GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) procedentes de las ventas europeas es muy tentadora. Por eso es tan crucial la articulación con el impuesto sobre los servicios digitales que se menciona en el comunicado”, explica el economista jefe de AXA IM.
Desde BofA señalan que los más críticos con este impuesto argumentan que será difícil de aplicar, especialmente en los países federales, donde este impuesto debería coordinarse con los federales y estatales/locales tendrían, lo cual podría ser “políticamente difícil”. Además, apunta que “los países que se queden fuera de un acuerdo de este tipo podrían acabar beneficiándose”.
Lo que sí argumenta la entidad es que estamos en un buen momento para abordar todos estos debates. “En nuestra opinión, el entorno político actual está maduro para avanzar en esta cuestión. Dado el aumento de la deuda mundial a causa de la pandemia y la respuesta fiscal, es probable que los impuestos tengan que aumentar en muchos países. EE.UU. es probablemente el país que tiene más margen de maniobra para seguir registrando grandes déficits, pero está liderando la carga del impuesto mínimo global”, argumentan.
¿Qué implica para los inversores?
Ahora bien, ¿qué supone esta iniciativa para los inversores? Según explica Villamin, con la tasa impositiva corporativa global mínima del 15% propuesta y los aumentos propuestos por la administración Biden, los impuestos empresariales efectivos del 13% pagados desde mediados de 2020 pueden experimentar la primera reversión en la presión fiscal de las empresas desde las reformas tributarias de Reagan en la década de 1980.
“Con la reducción de los impuestos empresariales efectivos (del 31% al 13% en la actualidad) que representan más del 30% del crecimiento de las ganancias empresariales de EE.UU. desde el cambio de siglo, las empresas tendrán que depender cada vez más de la expansión de sus márgenes y el crecimiento de los ingresos solo para mantener el creciente ritmo de crecimiento de las ganancias”, apunta Villamin.
El inversor tendrá que tener en cuenta que con un viento de cola fiscal y monetario, una recuperación cíclica en el crecimiento de los ingresos corporativos y los márgenes parece probable de cara al futuro. Sin embargo, advierte que “con la rápida innovación del espacio digital, la aceleración de la inversión en industrias sostenibles, el acortamiento de las cadenas de suministro y la creciente oposición política interna a la subcontratación, no vemos un impulso para una nueva ronda de expansión de márgenes en el horizonte, lo que sugiere que la selección de valores debería ser cada vez más valiosa de cara al futuro”.