En el último año, gran parte del mundo profesional cualificado se ha acostumbrado al teletrabajo. Los profesionales se han familiarizado con las soluciones de videoconferencia y con los problemas técnicos e incidentes cómicos que suelen conllevar. La mayoría de las empresas han aceptado que su personal puede trabajar de forma productiva y eficiente fuera de la oficina, y muchos empleados están disfrutando de la libertad que les aporta no tener que desplazarse cada día al trabajo.
Es interesante reflexionar sobre lo que habría ocurrido si la pandemia hubiera estallado hace diez años. Sin conexión de banda ancha en nuestros hogares, ¿habrían sido posibles las mismas estrategias de confinamiento, o se habría paralizado completamente la actividad corporativa? Quizá sea más relevante preguntarnos si los patrones de trabajo habrán cambiado de forma permanente una vez superada la pandemia, o si los negocios volverán a sus prácticas y rutinas previas.
Un giro permanente
Aunque muchas empresas se mostraban escépticas en torno al teletrabajo en el pasado, la pandemia ha normalizado esta práctica y el consenso general es que el trabajo ágil o flexible ha llegado para quedarse. Una encuesta de Gartner entre 317 directores y ejecutivos financieros concluyó que un 74% de las organizaciones tenían previsto adoptar permanentemente el teletrabajo de algunos empleados[1]. Al mismo tiempo, un estudio global entre empleados de Lenovo reveló que un 63% de ellos consideraba que su productividad era mayor trabajando desde sus casas[2].
Si bien la perspectiva de trabajar desde casa o adoptar un patrón de trabajo híbrido (dividiendo el tiempo entre la oficina y el despacho en casa) puede atraer a muchos, no es idónea o incluso posible para todos.
Una oportunidad desigual
Muchos trabajos, por definición, no pueden realizarse desde casa. Los trabajadores en sectores como las tiendas tradicionales, la hostelería y la construcción deben estar físicamente en su lugar de trabajo, al igual que el personal sanitario. Al mismo tiempo, puede existir una división económica significativa entre los trabajadores que pueden trabajar desde casa y los que no.
McKinsey[3] ha revelado que el potencial del teletrabajo se concentra en trabajadores muy cualificados y educados en un puñado de industrias, ocupaciones y regiones que representan en torno a un 20% de la población activa. En cambio, más de la mitad de los trabajadores apenas tienen oportunidad de trabajar desde casa, incluso en las economías desarrolladas.
Una vez haya remitido la amenaza de la pandemia, este escenario podría exacerbar las desigualdades ya existentes en la sociedad.
Nuevas reglas de juego
Incluso para quienes tienen suerte de poder trabajar desde casa, la rapidez con la que se ha introducido el teletrabajo significa que deberán establecerse reglas básicas mejor sopesadas si esta práctica va a convertirse en una opción más permanente.
Los trabajadores necesitan crear rutinas que eviten la constante distracción de la diversión y las tareas domésticas, algunas de las cuales (como por ejemplo la enseñanza de los hijos en casa) deberían desaparecer una vez terminen los confinamientos generales. Al mismo tiempo, las empresas deben asegurar que sus empleados mantienen un equilibrio justo entre vida laboral y privada, procurando que las exigencias laborales no acaparen tiempo que en el pasado habría transcurrido fuera de la oficina. Los trabajadores franceses tienen derecho a desconectar la comunicación con el trabajo fuera del horario laboral pactado, y los de otros países deberán acordar tales límites con sus empleadores.
Un aspecto preocupante es que la pandemia ha comenzado a dar marcha atrás a parte del avance logrado hacia la igualdad en el trabajo; se ha visto, por ejemplo, que las mujeres han asumido una proporción mayor de las responsabilidades domésticas y de cuidado de los niños[4]. Empleados y gobiernos deberán seguir de cerca esta situación tras la pandemia para asegurar que es una tendencia pasajera.
La importancia de la ubicación
Todo apunta a que la tendencia del trabajo desde casa supondrá, al menos en parte, un giro permanente. Además de encajar mejor con los estilos de vida de los trabajadores, los empleadores se han dado cuenta de que puede ahorrarles una cantidad de dinero considerable. Global Workplace Analytics estima que las organizaciones estadounidenses podrían ahorrar más de 500.000 millones de dólares al año incorporando en mayor medida el teletrabajo, debido a los menores costes de oficina, a la mayor productividad y los niveles más bajos de absentismo laboral y de rotación de plantilla[5].
Al mismo tiempo, algunos lugares exóticos se están ofreciendo como centros de trabajo remoto: Barbados saltó a los titulares con su oferta de permitir a la gente quedarse en el país y trabajar en el extranjero hasta un año. Todo apunta a que una estructura híbrida se convertirá en lo habitual: la base será trabajar desde casa, visitando la oficina unos días al mes.
Aunque este modelo ágil podría no permitir el teletrabajo internacional, sí permite vivir más lejos del trabajo si la gente ya no tiene obligación de ir a la oficina cinco días por semana. Total Jobs informa que, según un 43% de los londinenses, el trabajo flexible los animaría a abandonar el área urbana[6]. Lo mismo está ocurriendo en Estados Unidos: en opinión de McKinsey, el alquiler medio de un piso con un dormitorio en San Francisco bajó una cuarta parte el pasado año respecto a 2019, pues la mayoría de las empresas tecnológicas anunciaron la adopción permanente del trabajo desde casa[7].
El declive de la ciudad
La mayoría de los cambios históricos en los hábitos de vida tardan décadas en producirse. La revolución industrial, por ejemplo, redirigió a los trabajadores agrícolas hacia el empleo en fábricas brindando tiempo a la infraestructura para asumir dicha transición. Esta vez, sin embargo, las medidas implementadas para frenar la pandemia se han introducido con rapidez, con lo que muchas áreas de negocios se vaciaron casi de un día para otro.
Las repercusiones del teletrabajo prolongado han sido profundas, y los negocios dedicados a respaldar al empleado de oficina han visto caer marcadamente su beneficio o han quebrado. Como es lógico, la gente ha sido reacia a utilizar el transporte público masivo, y centros urbanos otrora bulliciosos parecen ciudades abandonadas hoy en día.
Ante la perspectiva de descenso del espacio de oficina y del cierre de muchos minoristas tradicionales, el sector de la propiedad comercial atraviesa una crisis existencial. El crecimiento económico y la innovación han tendido a florecer cuando se aglutinan negocios similares. Esto no va a cambiar a largo plazo, pero mientras grandes urbes como Londres, Nueva York o París se recuperarán con el tiempo, es probable que lo hagan a expensas de ciudades más pequeñas.
La oficina 2.0
Esta nueva normalidad de trabajo híbrido augura un cambio en el papel de la oficina. La tendencia de espacios de oficina diáfanos ya no propiciaba el trabajo concentrado debido al ruido, las distracciones y una falta general de privacidad, y ahora estas tareas pueden llevarse a cabo en casa.
Sin embargo, muchos sostienen que la creatividad se ha visto ahogada en el entorno del teletrabajo. El economista jefe del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, comentó que la “exposición a experiencias nuevas y diferentes (sonidos, olores, entornos, ideas, gente) es una fuente clave de la chispa creativa… Trabajar desde casa nos puede privar de muchos de estos ingredientes creativos.”[8]
En adelante, las oficinas deberán reimaginarse como lugares a los que la gente acude para ser creativa, participar en un propósito común y disfrutar de una sociabilidad inspiradora. Esto significa que el aspecto, diseño y escala de las oficinas deberán transformarse radicalmente. Es probable que los espacios diáfanos se reconfiguren para proporcionar más áreas de reuniones, pero también espacios de silencio para quienes no pueden trabajar desde casa o no desean hacerlo.
El reto de la dirección
Antes de 2020, muy pocas personas tenían experiencia gestionando equipos virtuales, y esto ha supuesto un verdadero desafío para el personal directivo. Las relaciones laborales requieren mucha interacción. En un entorno presencial es posible monitorizar en persona el progreso de un empleado y es más fácil evaluar el bienestar de un miembro del equipo. Cuando el contacto queda limitado a plataformas virtuales que a menudo no facilitan una interacción menos formal, es mucho más fácil que un director se pierda señales clave. Así, no sorprende la conclusión de Harvard Business Review (HBR) de que un 40% de los directores tienen una baja confianza en su capacidad para dirigir a empleados de forma remota.[9]
Además de esta necesidad de nueva formación directiva y de gestión (proporcionada online, por supuesto), la situación ha generado un aumento significativo de las ventas de software de gestión de empleados por internet. Estas herramientas pueden medir aspectos como la cantidad de tiempo dedicada a una tarea, número y duración de las pausas, uso de aplicaciones y sitios web e incluso proporcionar una captura de pantalla del ordenador del empleado. No obstante, existe una tenue línea divisoria entre la monitorización de la productividad de un empleado y la vigilancia en toda regla.
Una revolución del puesto de trabajo
La pandemia ha desencadenado un giro abrupto en las prácticas laborales que no va a dar marcha atrás así como así. La adopción de nuevas tecnologías, los cambios en la geografía urbana y los estilos de vida y la naturaleza de las oficinas y de la gestión corporativa han sido sencillamente revolucionarios.
Esta revolución brinda múltiples oportunidades a los inversores. Los hábitos de consumo ya se han visto afectados, tal como muestra la transición acelerada al comercio electrónico, y la tecnología sigue siendo disruptiva de la mano de la inteligencia artificial (IA), la automatización, la computación en la nube, el análisis de datos y la financiación de la infraestructura que requiere todo esto, en forma de torres de telecomunicaciones y centros de datos. En el marco del avance hacia una economía más sostenible y ecológica, el desarrollo de la generación de energía renovable y la transición energética también jugarán un importante papel a este respecto.
En BNP Paribas Asset Management creemos que todo tipo de cambio presenta oportunidades. Sabemos que el paisaje inversor tras la pandemia podría ser muy distinto al actual, sobre todo en sectores expuestos al auge del teletrabajo. Nuestro equipo de expertos se concentra específicamente en las tecnologías disruptivas y la innovación del consumo para ayudar a los inversores a beneficiarse del enorme giro en el entorno de inversión propiciado por la adopción del teletrabajo. Mirando más allá de la superficie de estas oportunidades, tratamos de identificar las más prometedoras para nuestros clientes a través de fondos como el BNP Paribas Disruptive Technology o BNP Paribas Consumer Innovators.
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Notas
[4]. https://www.ft.com/content/f4fb966b-994e-4afa-be84-6909006eba60
[6]. https://www.totaljobs.com/recruiter-advice/the-covid-19-pandemic-accelerates-migration-out-of-london
[8]. https://www.ft.com/content/27364b27-6c0c-4dec-b109-17c054b49465