La inflación, la actuación de los bancos centrales, la guerra Rusia-Ucrania y el shock de la energía vistos en 2022 dejan un cóctel de factores difícil de desentrañar para los inversores, y una sola cuasi-certeza: la llegada de una recesión que presumiblemente acabará con la escalada de precios.
Si 2020 fue el año de la pandemia, 2021 el año de las catástrofes naturales y 2022 el año de la guerra Ucrania-Rusia, 2023 tiene el listón muy alto para sorprender a los inversores con más potenciales cisnes negros. Cabe recordar que 2022 empezó con muy buenas perspectivas: las compañías mostraban vigor en sus previsiones de beneficios, el ahorro de las familias estaba en niveles históricamente altos y se preveía un gran repunte del consumo con la recuperación post COVID.
Sin embargo, 2022 ha resultado ser el año del shock inflacionario, de la crisis energética, del mayor ciclo de endurecimiento monetario que se recuerda en años y del aumento de las tensiones geopolíticas. Si bien compañías y familias han conseguido capear el impacto del alza en el coste de la vida, a medida que se ha acercado el final del ejercicio han aumentado las dudas en torno a la visibilidad de los beneficios, la fortaleza del mercado laboral, el ánimo de los consumidores o el precio de la vivienda, en un contexto con tintes cada vez más recesivos.
“La actividad económica global está experimentando una desaceleración generalizada y más aguda de lo esperado, con la inflación más elevada en varias décadas. La crisis del coste de la vida, el endurecimiento de las condiciones financieras en la mayoría de las regiones, la invasión de Ucrania por parte de Rusia y lo prolongado de la pandemia del COVID-19 pesan fuertemente sobre las previsiones”, resume el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe “Midiendo la crisis del coste de la vida” de octubre de 2022. El organismo ha revisado severamente sus expectativas de crecimiento global, que pasan del 6% visto en 2021 al 3,2% que espera ahora para 2022 y el 2,7% para 2023. “Este es el perfil de crecimiento más mediocre desde 2001, excepto durante la crisis global financiera y la fase más aguda de la pandemia”, afirman desde el FMI.
En cuanto a la inflación, la escalada ha sido tan rápida y exagerada que la lectura para 2022 del FMI prácticamente duplica la vista en 2021, 8,8% frente al 4,7%. No obstante, prevé una moderación hacia el 6,5% en 2023. “La política monetaria debería seguir su curso para restaurar la estabilidad de precios, y la política fiscal debería buscar el alivio de las presiones sobre el coste de la vida al tiempo que mantiene una postura suficientemente dura como para alinearse con la política monetaria”, aseveran sus expertos. Todo un ejercicio de equilibrismo.
La combinación de alta inflación, endurecimiento monetario, tensiones geopolíticas y crisis energética ha hecho de 2022 uno de los peores años que se recuerdan para la inversión. Las gestoras internacionales muestran su preocupación por el grado de agresividad y profundidad del ciclo de subidas de tipos de interés en el que se han comprometido los bancos centrales, especialmente la Reserva Federal.
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