Se cumplen 100 días del conflicto bélico que Rusia inició en Ucrania. En este día de balance es inevitable pensar en todas las vidas que se han perdido y trastocado, y también en todas las dinámicas y narrativas que están cambiando a raíz de esta guerra, y que han impactado en los mercados y las inversiones. Mientras Rusia ya domina aproximadamente el 20% del territorio ucraniano, el envío de armas y las sanciones por parte de Occidente continúan.
En particular, ayer la Unión Europea logró aprobar, tras la resistencia de Hungría, nuevas sanciones contra el petróleo ruso y el banco Sberbank. La medida más relevante es que afecta al petróleo, ya que se ha acordado un embargo de las importaciones de crudo que entrará en vigor plenamente a finales de 2022. Además de prohibir las importaciones por vía marítima a Europa, las nuevas sanciones también incluyen la prohibición inmediata de asegurar los buques que transporten petróleo ruso a otros lugares, según declaró un portavoz de la UE a Reuters, mientras que los contratos existentes se eliminarán gradualmente en seis meses. Los expertos de la UE afirman que esto complicaría los esfuerzos de Rusia por encontrar otros mercados para su crudo.
Además, la UE amplía la actual prohibición de prestar servicios especializados de mensajería financiera (SWIFT) a otras tres entidades de crédito rusas -el mayor banco ruso, Sberbank, el Banco de Crédito de Moscú y el Banco Agrícola de Rusia- y al Banco de Desarrollo y Reconstrucción de Bielorrusia. A estas medidas se han añadido: la suspensión de las actividades de radiodifusión en la UE de otros tres medios estatales rusos; la ampliación de la lista de personas y entidades afectadas por las restricciones a la exportación de productos y tecnología de doble uso; y la prohibición de prestar servicios de contabilidad, relaciones públicas y consultoría, así como los servicios en la nube a Rusia.
Por su parte, Estados Unidos, junto con más de 30 socios de todo el mundo, ha impuesto sanciones y controles a la exportación “para hacer que el presidente Putin rinda cuentas por su guerra contra Ucrania, restringir el acceso de Rusia a la tecnología crítica que necesita para financiar su maquinaria bélica y convertir a Rusia en un paria financiero mundial”, explica la Casa Blanca en su comunicado. Las sanciones, principalmente, apuntan a prominentes funcionarios del gobierno ruso y a líderes empresariales, a propiedades de lujo de las élites y a empresas de gestión de activos y servicios de lujo clave para los intentos rusos de evadir las sanciones; así como sanciones que restringen la capacidad de Rusia para obtener tecnologías militares.
La inflación y bancos centrales
Mientras la guerra sigue su curso, sin que nadie vislumbre un final claro, los expertos explican que este evento externo de mercado ha acelerado tendencias que ya se observaban desde la pandemia como, por ejemplo, la inflación. Según recuerda Patrick Rivière, presidente ejecutivo del Grupo La Française, antes de la guerra, el consenso apuntaba a que la inflación se moderaría en 2022 y empezaría a estabilizarse en 2023, en línea con el nivel medio de 2001-2008, es decir, un 1% por encima del periodo de baja inflación de 2008-2020.
“Ahora hay que sumar al menos un 1% a la tendencia, es decir, un 3% en la zona euro y un 4% en Estados Unidos. Pero, sea cual sea la orientación actual de la política monetaria, la realidad es que la inflación a medio plazo será previsiblemente más alta que en el pasado, tanto porque el declive de la globalización reduce el beneficio de las ventajas comparativas en el comercio internacional como porque la necesaria transición energética aumentará los costes de producción”, explica Riviére.
Los expertos consideran que las guerras siempre son inflacionarias, especialmente afectando a uno de los principales productores de energía y de productos industriales y agrícolas del mundo. “La subida generalizada de los precios en una serie de sectores económicos clave sirve para recordar, una vez más, que para garantizar la soberanía de Europa y evitar graves consecuencias para la economía, es necesario realizar una transición hacia fuentes de energía que no emitan CO2”, añade Riviére.
Una visión que también comparte Thomas Meier, responsable de gestión de renta variable y gestor del fondo MainFirst Global Dividend Stars de Mainfirst: “Dado el alto nivel de dependencia de Europa, la guerra está teniendo un gran impacto en los costes energéticos y de productos básicos. Los bancos centrales de Europa y Estados Unidos se ven presionados para endurecer considerablemente su política monetaria, con subidas de tipos ya muy avanzadas en el caso de EE.UU. Las ondas de choque de la escasez de oferta mundial están alimentando niveles de inflación que se creían relegados a los libros de historia”, reconoce.
Ante la presión de la inflación y de los precios, ya sabemos quiénes hacen su entrada en escena: los bancos centrales. “Los bancos centrales se encuentran en una posición difícil. Para controlar la inflación, pueden provocar una recesión, como en los años 80, lo que tiene costes políticos y económicos. La alternativa es esperar que la inflación se reduzca, pero si sigue aumentando, se producirá una recesión más adelante. Pensamos que la inflación ha llegado o está llegando a máximos”, añade Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM.
La energía y la transición energética
Esto nos lleva a una de las reflexiones que nos ha recordado la guerra: la dependencia energética complica la geopolítica. “La guerra de agresión de Rusia en Ucrania también está teniendo un fuerte impacto en el día a día de los inversores y gestores de fondos. Ahora hay un debate en el sector sobre si las políticas de exclusión en materia de ESG deben relajarse a la luz del cambio de la situación mundial. La inversión responsable se asocia con el término ESG, que significa Environmental, Social and Governance (medio ambiente, social y gobernanza). Estos términos se refieren a cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza. Tradicionalmente, el tabaco, las armas, el entretenimiento para adultos y los combustibles fósiles se han considerado industrias difíciles e incluso indeseables desde una perspectiva ESG. Pero con la guerra de Ucrania, estamos viendo un cambio tanto en las armas como en los combustibles”, afirma Petra Hakamo, responsable de sostenibilidad de Evli.
La parte positiva ha sido que el argumento de la sostenibilidad y transición energética ha ganado fuerza y sentido. En opinión de Álvaro Cabeza, Country Head de UBS AM Iberia, la guerra ha hecho que la cuestión de la transición energética pase de la agenda verde a la de la seguridad nacional. “No hay incompatibilidad entre los objetivos climáticos y la seguridad energética a largo plazo. Sin embargo, a corto plazo, podríamos ver un retraso en todo el debate sobre la transición. De hecho, una guerra atroz en un país vecino, y las cuestiones de seguridad nacional que la rodean, tienen una fuerza movilizadora mucho mayor que la agenda climática”, afirma Cabeza.
Según su valoración, la UE tendrá que invertir en energía limpia, pero también tiene que asegurarse de que la seguridad energética está garantizada. “Por desgracia, ambas cosas tienen plazos diferentes. Según nuestras estimaciones, reemplazar los suministros energéticos de Rusia en la estructura energética europea puede llevar hasta cuatro años, suponiendo que otros proveedores, como Oriente Medio y Estados Unidos, aumenten su producción de energía para ayudar a Europa a pasar por esta situación sin un gran impacto en la economía”, indica.
Crecimiento, recesión o estanflación
Otra de las narrativas que deja esta guerra tiene que ver con el crecimiento, con el debate de si vamos hacia una estanflación o una recesión. “La guerra de Ucrania ha golpeado el crecimiento europeo, pero en distinto grado para cada país. Además, la flexibilización cuantitativa en Europa va a terminar y los tipos empezarán a subir en julio, a juzgar por las recientes declaraciones de los responsables del banco. En otras palabras, las trayectorias de los diferenciales de los países periféricos, hasta ahora controladas por la fuerte liquidez, podrán volver a divergir”, indica Benjamin Melman, Global CIO de Edmond de Rothschild AM.
Pese a la dureza de la guerra, Stefan Kreuzkamp, Chief Investment Offcier de DWS, advierte de que, durante el futuro próximo, la principal amenaza para los mercados no será la guerra, sino el delicado dilema al que se enfrentan los bancos centrales. “La inflación les esté obligando a subir sus tipos de interés en un momento en el que empiezan a aparecer nubarrones en el cielo económico. Los mercados están nerviosos con razón: la Fed no puede rescatarlos en el entorno actual. La única esperanza es que la inflación se suavice pronto y que el crecimiento resista, para que la retirada del apoyo de la Fed no se convierta en un gran problema”, concluye.
La volatilidad
Toda esta situación, con todas sus caras -la inflación, la energía, los bancos centrales y el crecimiento-, se ha traducido en volatilidad. “Dados los retos actuales, no es de extrañar que la volatilidad de los mercados de renta variable se mantuviera en un nivel elevado las pasadas semanas. Aunque se trate de una tragedia humana, la guerra en Ucrania ya no es el mayor reto al que se enfrentan los mercados de capitales. Los principales problemas para la economía serán los derivados de los altos niveles de inflación y hasta qué punto persistirán durante los próximos 12 meses y que -junto con las subidas de tipos- infligen un daño cada vez mayor al sentimiento de los consumidores. De nuestras conversaciones con las empresas hemos aprendido que las interrupciones de la cadena de suministro y la alta volatilidad de las partidas de costes, como las materias primas y la energía, más que la demanda, son el principal problema”, advierte Alexander Dominicus, gestor de los fondos MainFirst Top European Ideas and MainFirst Germany.
Tras el inicio de la guerra en febrero, las bolsas mundiales registraron fuertes caídas, los spreads de crédito se ampliaron y el rublo sufrió una de sus mayores caídas. Después llegaron las sanciones y el impacto en las perspectivas económicas y energéticas. Lo que iba a ser una incursión “relámpago” se ha ido alargando ante la resistencia del ejército ucraniano y el envío de armas por parte de los países occidentales. El impacto del conflicto en las economías y la geopolítica también se ha ido alargando, en cambio, los mercados han hecho gala de su capacidad para absorber eventos externos y ha ido digiriendo la situación, centrándose más en las narrativas que ha desencadenado que en el conflicto en sí.
En este tiempo, los gestores han visto cómo los fondos centrados en Rusia o con alta exposición al país están experimentando suspensiones en los reembolsos o en las cotizaciones de los valores en los que invierten. Según Fitch Ratings, hay focos de sensibilidad directa, como los diez fondos centrados en Rusia y en los mercados emergentes, con activos bajo gestión combinados de 4.200 millones de euros, de los que sabe que han suspendido los reembolsos hasta ahora. Además, las sanciones impuestas han afectado a los inversores y, a principios de marzo, asistíamos a limitaciones en las operativas, a escasez de liquidez en los bonos, a la suspensión del NAV y el cierre de fondos o suspensión de fondos, tanto de gestión activa como pasiva.
«Lo que podemos anticipar ahora es que la volatilidad se mantendrá presumiblemente alta en los mercados de renta variable, que la presión a los bonos corporativos se mantendrá por el momento y que los vientos en contra seguirán afectando a los mercados emergentes durante un par de meses”, concluye Kreuzkamp.