En enero, el mercado de bitcoin entraba en caída libre. Después de haber protagonizado una gran subida durante los meses de 2017, el mercado se desplomaba materializando la volatilidad y el riesgo que este tipo de criptomoneda conllevan. Poco antes de Navidad, la criptomoneda se acercó a los 20.000 dólares y para el 16 de enero su cotización cayó hasta los 11.000 dólares.
“El frenesí provocado por bitcoin, la criptomoneda más antigua y conocida, ha hecho que en 2017 se disparase más de un 1.900% y llegara a alrededor de los 20.000 dólares, antes de caer hasta cerca de los 14.000 dólares en enero de 2018. Lo que demuestra que la volatilidad de los precios es solo uno de los muchos riesgos en este mercado exagerado”, advierte un informe elaborado por Consumer Reports.
En opinión de los analista de Flossbach von Storch, bitcoin no es para nada un medio adecuado para preservar la riqueza. Según los expertos de la gestora, la caída experimentada por esta criptomoneda “no solo se debe a las fluctuaciones externas de los precios, a cuestiones de seguridad y a una creciente dependencia de los centros informáticos chinos, sino también a muchas otras criptomonedas competitivas que ponen en riesgo la escasez de bitcoin. El principal motivo es la especulación que domina el mundo bitcoin”.
Una de las principales críticas que desde las gestoras se hace a las criptomonedas es su falta de un valor real. “Las criptomonedas, a diferencia de nuestro dinero fiduciario, no son simples reclamaciones contra una contraparte. Todas las criptomonedas carecen de una característica que es absolutamente necesaria para que el dinero tenga valor a largo plazo, es decir, su existencia como una mercancía que tiene un valor intrínseco o puede cambiarse en uno que sí”, explican desde Flossbach von Storch.
Sin embargo, eso no frena la demanda y el interés por este tipo de inversión. “Las personas están desesperadas por cualquier cosa que les brinde riqueza instantánea, pero las criptomonedas son inversiones muy arriesgadas porque la tecnología es nueva y no está probada», afirma Jerry Brito, director ejecutivo de CoinCenter. «No se debería invertir en cosas que uno no entienden, que no se puede permitir perder», insiste.
La tecnología tras el bitcoin
Después de la lección aprendida con la crisis financiera, las instituciones monetarias y las gestoras insisten en advertir de los peligros que suponen las criptomonedas. “Uno de los temas que no debemos pasar por alto en 2018 es el bitcoin. Las criptodivisas son una realidad. No son divisas, sino un tipo de activo. Actualmente, los gobiernos y las autoridades monetarias rechazan el bitcoin, que perjudica su capacidad para imponer su derecho soberano a acuñar dinero para subir tipos y asegurar su deuda”, señala Bruno Colmant, director de Análisis Macro en Bank Degroof Petercam.
La comunidad financiera internacional y sus instituciones se muestras inquitas no ya tanto por las criptomonedas, sino por el efecto que tienen la tecnología para los sistemas de bancarios y de pagos. De hecho, este verano, tanto el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea como el Foro Económico Mundial publicaron sendos y exhaustivos informes donde plasmaban sus preocupaciones y describían la situación actual.
“Hasta ahora, los grandes beneficiarios de las nuevas tecnologías han sido los clientes. Según afirma el informe del FEM, las innovaciones en fintech aplicadas a la banca han demostrado ser menos revolucionarias de lo esperado, ya que no han logrado cambiar la base de la competencia en un sector altamente regulado. Por el contrario, la tecnología ha dado lugar a una notable mejora de la atención al cliente y a una marcada disminución de los gastos,” señala Huw van Steenis, responsable global de estrategia en Schroders y miembro del grupo Fintech del Foro Económico Mundial.
Gobiernos e instituciones
En opinión de Van Steenis, este fenómeno –tanto tecnológico como el de las criptomonedas– plantea tres grandes interrogantes: ¿se verán los bancos, que tanto tiempo y dinero han dedicado a su seguridad, debilitados por estos nuevos participantes?; ¿perderán importancia los bancos a medida que se concedan más préstamos más allá de los límites de la regulación?; y ¿perderán los bancos centrales el control de los pagos si se generalizan las criptodivisas emitidas de forma privada?
“Los bancos centrales también temen perder su capacidad de supervisar el sistema de pagos. En vista de la lucha global contra el terrorismo y el crimen organizado, esta es una preocupación apremiante. Si nos situamos en una hipótesis extrema, los bancos centrales temen perder el control incluso sobre la masa monetaria”, advierte Van Steenis.
Algunos gobiernos como el de China ya han tomado medidas y puesto freno al desarrollo de las criptomonedas. Según Van Steenis, a medida que su uso se generalice, cabe esperar que los bancos centrales intenten prohibir u obstaculizar su uso. “Este hecho será más evidente en mercados sobre los que planea la huida de capitales y el crimen organizado. Si bien estas medidas no detendrán a los especuladores y entusiastas, limitarán su capacidad para generar el enorme efecto red que convertiría a estas monedas en una divisa paralela de gran utilidad”, concluye.