Europa intenta recuperar la normalidad. La gestión del COVID-19 y sus implicaciones económicas han demostrado las diferentes necesidades y medidas de cada país frente a este contexto. Los ejemplos más claros han sido el debate en torno a la posibilidad de emitir eurobonos o la dura sentencia del Tribunal Constitucional alemán sobre el programa de compras del Banco Central Europeo.
Didier Saint Georges, miembro del Comité de Inversiones Estratégicas de Carmignac, matiza y explica que la decisión del Tribunal Constitucional alemán prácticamente no afecta a la capacidad del BCE para actuar por el momento, ya que no se refiere al programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés) específico establecido para combatir las consecuencias de la pandemia. Sin embargo, el problema que visibiliza es de mayor calado.
“Este problema se deriva de la falta de convergencia política en materia de política presupuestaria en la Unión Europea, algo que se puso de manifiesto más recientemente por la incapacidad de los jefes de Gobierno para llegar a un acuerdo sobre un Fondo Europeo de Recuperación específico. La consecuencia es que, al menos por el momento, el BCE deberá asumir de nuevo buena parte del esfuerzo para afrontar esta crisis. Por lo tanto, en particular para los países más débiles de la zona del euro, cualquier acontecimiento que desafíe la promesa implícita y la capacidad del BCE de hacer lo que sea necesario obviamente no es una buena noticia para los países periféricos, como puede verse en esta diapositiva”, señala.
Sin duda, el reto económico es relevante. Según destacan desde Allianz GI, “la eurozona parece haber sufrido una contracción intertrimestral del 3,8%, el peor dato al menos desde 1999, cuando se lanzó oficialmente la moneda común. Se prevé una caída del PIB alemán del 1,1% intertrimestral, la más pronunciada desde la crisis financiera mundial de 2008-2009”.
Según los expertos, la UE debería aprovechar este momento para fortalecerse y terminar de ser una unión real de países. Por ejemplo, Gilles Moëc, Chief Group Economist en Axa Investment Managers, señala que deberíamos ver una «normalización gradual e incompleta de la actividad económica en la segunda mitad de este trimestre» pero que, para ello, es necesario «una fuerte acción de política colectiva en Eurozona» que, como señala, «se está complicando», sobre todo después de la decisión del Tribunal Constitucional alemán (CCG) sobre el Programa de Compra del Sector Público (PSPP) del Banco Central Europeo (BCE). Según el experto, todo esto hace que «la mutualización fiscal sea aún más necesaria» para reducir la presión sobre el BCE.
En esta misma línea, Yves Bonzon, CIO de Julius Baer, advierte que la Unión Europea debe cambiar sus reglas y ser capaz de adaptarse a la situación actual. “La reciente sentencia del Tribunal Constitucional alemán sobre la política del BCE es un sutil recordatorio de los obstáculos que hay dentro de la Unión Europea. El punto más controvertido es la compra por parte del BCE de deuda de los estados miembros dentro del programa de Expansión Cuantitativa, pero lo que está en juego aquí fundamentalmente no es tanto la legalidad de las medidas de la autoridad monetaria, como el marco legal establecido por el Pacto Europeo de Estabilidad, que es completamente inapropiado para la situación actual”, señala.
En su opinión, “las reglas europeas deben ser cambiadas, en lugar de tratar de sortearlas laboriosamente, ya que el espíritu del legislador debería ser siempre respetado dentro de lo que se entiende por un Estado de derecho confiable”.
Nicola Mai, analista de crédito soberano de PIMCO, es mucho más directo en su análisis y reclama que es “el momento de la verdad” para Europa. En su opinión, la carga por la crisis económica relacionada con la pandemia probablemente seguirá recayendo en los Gobiernos nacionales y en el Banco Central Europeo (BCE). “Se requiere urgentemente una colaboración fiscal/monetaria sólida. Creemos que los responsables políticos en Europa terminarán haciendo lo necesario, pero el tiempo es esencial: cuanto más se demore en llegar una respuesta política convincente, mayor será el riesgo de daño económico y social, y mayor será el riesgo de perder el control. Europa se enfrenta al momento de la verdad”, advierte.
En opinión de Olivier de Berranger, director de gestión de activos de La Financière de l’Echiquier, estos desafíos se reflejan en el mercados y, según su valoración, la eurozona sigue rezagada. Por ejemplo, el diferencial de rendimiento entre el S&P500 y el Eurostoxx 50 es de 12,4%. Una brecha que se ha mantenido casi desde principios de año. «Las diferencias políticas, la falta de coordinación y el inmovilismo generado, así como los retrasos e, incluso, los errores en política monetaria, le han costado caro al Viejo Continente en la última década, en términos económicos y bursátiles, sobre todo en comparación con la situación estadounidense. Aunque el período reciente ha mostrado una mejora en la capacidad de reacción de los europeos, sigue existiendo la preocupación de que la gobernanza europea no esté a la altura. Ahora sería conveniente eliminar estas dudas lo antes posible», apunta.
Para Nicolas Forest, responsable global de renta fija en Candriam, parte de la solución actual sería seguir adelante con la idea de una deuda europea común. Desde la gestora consideran que, en los dos próximos años, las diferencias de la deuda entre los países de la zona euro aumentarán. Se habla de que las diferencias pueden alcanzar el 100%. Los países más afectados por el virus -Italia, Francia y España- son los que han aplicado la política de confinamiento más dura, y por extensión, aquéllos cuya deuda se ha incrementado en mayor medida. Por el contrario, Alemania se ha visto menos afectada y parece mejor orientada para un repunte.
Según la visión de Forest para evitar esta situación habría varias alternativas: reducir los déficits y requerir austeridad a los países pobres, crear un crecimiento nominal y, por lo tanto, generar inflación, renegociar las deudas demasiado elevadas o mutualizar la deuda. Sobre esto último el responsable global de renta fija en Candriam apunta: «Se trata, con mucha diferencia y en nuestra opinión, de la opción con más probabilidades de generar unos efectos positivos a largo plazo. La creación de los Eurobonos permitiría que la zona euro tuviera carácter irreversible y crearía nuevos márgenes de maniobra presupuestarios. Esta deuda se podría gestionar de acuerdo con un sistema de doble nivel: un nivel nacional gestionado por los gobiernos para los gastos del país y un nivel europeo para los nuevos gastos asociados a la pandemia, y también para los nuevos gastos comunes de carácter estructural, como, por ejemplo, la política migratoria o sobre el clima».