El rojo ha sido el gran protagonista esta Navidad en las bolsas de todo el mundo. El 24 de diciembre, los principales indicadores de Wall Street se desplomaron: el Dow Jones perdió un 2,9% y el S&P 500 un 2,7%. Como un buen resfriado en estas fechas, las caídas se contagiaron pronto y arrastraron al resto de las principales bolsas mundiales entre el lunes y el martes, por ejemplo la bolsa de Tokio cayó un 5,1% y la de Moscú un 2,4%.
Según los expertos, el cierre parcial del Gobierno estadounidense (que se inició el sábado), el temor a que la guerra comercial entre Estados Unidos y China se reavive, y las duras críticas de Donald Trump a la Reserva Federal tras la subida de tipos explicarían la corrección del inicio de semana. En este sentido, las gestoras ven un signo claro de que la volatilidad ha vuelto, así como una mayor sensibilidad a las presiones geopolíticas. Si miramos el cómputo global, las bolsas estadounidense y europea se han dejado este año en torno al 15% -20% desde sus máximos. ¿Significa esto que no veremos el tradicional rally de fin de año y empezaremos el año en la parte bajista del mercado?
Los analistas defiende que las perspectivas para la renta variable en 2019 siguen muy condicionadas por el entorno político y por la retirada de los bancos centrales del mercado; esto deja un entorno especialmente difícil de prever por parte de las compañías. “Podría decirse que la corrección del mercado a principios del cuarto trimestre indica que los inversores ya no son tan complacientes con las preocupaciones en el plano del comercio como lo han sido. En general, somos cautelosos con las compañías con altos niveles de endeudamiento o con aquellas que no pueden aumentar los precios para compensar el aumento de los costes al que se enfrentan. Creemos que el sector de telecomunicaciones constituye el mejor ejemplo en este sentido actualmente. La identificación de las empresas que estén mejor preparadas para capear la nueva fase del ciclo económico y empresarial, o incluso prosperar en este contexto, requerirá un enfoque activo y una comprensión profunda de los fundamentales de la empresa”, afirma Alex Tedder, CIO y responsable de renta variable Estadounidense y Global de Schroders.
Desde Franklin Templeton Investments ven claro que los mercados de renta variable en 2019 deben continuar ajustándose a un cambio en el entorno de tasas de interés. Según explica Stephen H. Dover, responsable de renta variable y vicepresidente ejecutivo de Franklin Templeton Investments, “las tasas de interés ultra bajas de la era posterior a la crisis financiera global han asignado más valor a las acciones con un potencial significativo a largo plazo, ya que a las ganancias futuras previstas se les asigna un valor presente más alto. Unos tipos que suben significa que estas ganancias futuras tienen menos valor que si tuvieran tasas cercanas a cero. En consecuencia, no nos sorprendería ver un cambio en el liderazgo y una eventual reaparición de acciones con perfiles de crecimiento más estables”,
Otro de los aspectos que afectarán al mercado de renta variable también proviene de Estados Unidos y tiene que ver con el fin del efecto de los estímulos fiscales en las ganancias empresariales. “El próximo año esperamos un desempeño limitado de la renta variable global. A medida que disminuyen los beneficios de un estímulo fiscal sustancial derivado de los recortes fiscales en Estados Unidos y de un mayor gasto público, las ganancias de los EE. UU. y la economía mundial en general pueden tener dificultades para mantener el ritmo con los niveles de 2018”, explica H. Dover.
Desde Martin Currie, filial de renta variable de Legg Mason, se muestran algo más positivos y, pese a que prevé que la volatilidad persista, considera que existe la posibilidad de que se produzca un repunte al alza a largo plazo. Ese matiz de optimismo no eclipsa el hecho de que un horizonte de subida de tipas no resulte positiva para los mercados, ya que se traduce en unos costes de financiación más elevados.
Asimismo, la gestora cree que existe el riesgo de que la guerra comercial a escala global que estalló en 2018 empeore en 2019, lo que traerá consigo el peor tipo de presión inflacionista: aquel derivado del marco normativo. Esto podría dar lugar a una drástica ralentización de la actividad mundial, al tiempo que instaría a los bancos centrales a emprender más medidas de endurecimiento: una combinación poco favorable para los mercados de renta variable. Además, el mercado muestra un nerviosismo cada vez mayor sobre los riesgos de una recesión, lo que seguramente generará más volatilidad en 2019.
Posicionamiento de las carteras
De cara al inversor, en opinión de Karen Ward, responsable de estrategia de mercado para EMEA de JP Morgan AM, “es posible que los inversores en renta variable busquen carteras con una mayor diversificación regional y traten de reducir el riesgo centrándose en acciones de gran capitalización de calidad en sectores históricamente defensivos”.
De hecho, esto no quiere decir que no haya oportunidades. Todo lo contrario. Muchas gestoras consideran que, tras las correcciones de este año, los valores se han ajustado a valoraciones más atractivas abriendo interesantes puntos de entrada. Por ejemplo H. Dover, de Franklin Templeton Investments, considera que a largo plazo sigue habiendo oportunidades en las compañías disruptivas. “Las principales empresas de tecnología de Estados Unidos y China están innovando y se han convertido en una parte más importante del panorama económico y político global. Creemos que la pregunta para los inversores ahora es cuánto valor asignar a este crecimiento”, afirma.
Para los inversores que busquen protegerse, Nick Clay, jefe de renta variable global, Newton (parte de BNY Mellon), apuesta por sectores defensivos y compañías de calidad. “Cabe afirmar que las tenencias de renta variable más defensivas son aquellas sin exposición a la coyuntura económica. El ejemplo clásico es el sector de consumo básico, con productos cotidianos como el champú, los cosméticos o el detergente. La visibilidad del beneficio a corto plazo también ayuda: durante un bajón, el crecimiento de las empresas es importante, pero no tanto como su capacidad para evitar caídas. La solidez del balance de situación es otro elemento favorable, al proporcionar flexibilidad. En las compañías muy apalancadas, en cambio, la necesidad de atender a los pagos en concepto de su deuda suele acabar dictando la actuación de los accionistas. Si la empresa en cuestión también proporciona una rentabilidad por dividendo decente y sostenible, se convierte en un fuerte contribuyente a la rentabilidad de inversión. Si dicha renta se reinvierte cuando cae la cotización, las pérdidas de capital pueden recuperarse con mayor rapidez”, argumenta Clay.
En esta misma línea, H. Dover insiste en diversificar y buscar oportunidades también fuera de Estados Unidos. Según argumenta, “creemos que las valoraciones de acciones en mercados no estadounidenses siguen siendo atractivas en relación con los Estados Unidos. Además, esperamos que las compañías con poca deuda y una alta generación de efectivo fuerte obtengan buenos resultados como moderadores del crecimiento económico y de ganancias”.
Por su parte, desde Martin Currie, filial de renta variable de Legg Mason, consideran que ante el entorno actual, los inversores con horizontes temporales más cortoplacistas se alarmen. Pero la gestora cree que estos riesgos generan oportunidades para los inversores a largo plazo: en concreto, para comprar valores expuestos a catalizadores de crecimiento sostenibles a largo plazo y con valoraciones atractivas.