La economía colaborativa existe solo desde hace algo más de una década, sin embargo su impacto ya es ampliamente perceptible. Según explican los datos recogidos por la publicación Business Insider, Airbnb ofrece más camas que los cinco primeros grupos hoteleros del mundo juntos. Uber ha sido calificada como la mayor red de transporte mundial. Con este telón de fondo, los expertos de Columbia Threadneedle Investments señalan otro hito que probablemente alcanzará el sector en este año. Uber y Lyft, dos aplicaciones rivales para compartir coche y dos de las mayores compañías del sector de la economía colaborativa, están planeando salir a bolsa, posiblemente en la primera mitad del año.
No se trata de un asunto menor: Uber espera alcanzar, supuestamente, una valoración de más de 100.000 millones de dólares, lo que lo convertiría en una de las mayores salidas a bolsa de una empresa tecnológica de la historia; mientras que Lyft se valorará en unos 15.000 millones de dólares, sobre la base de su última ronda de financiación de junio del año pasado.
La economía colaborativa está en la cresta de la ola. La adopción generalizada de los teléfonos inteligentes y los planes de datos de bajo coste han puesto los servicios compartidos al alcance de miles de millones de consumidores. Deloitte, la firma de consultoría, estima que solamente en los mercados de Estados Unidos, China, Alemania, Francia, el Reino Unido y los EAU, unos 680 millones de personas consumieron bienes o servicios compartidos entre 2015 y 2018.
Una previsión de un rápido crecimiento
Se prevé que la expansión de la economía colaborativa persista. Las cinco áreas principales del sector –viajes, coche compartido, finanzas, recursos humanos, y transmisión de música y audiovisual en directo- supondrán 335.000 millones de dólares de ingresos de aquí a 2025, comparado con los 15.000 millones registrados en 2015, según la consultoría PwC.
El sector ahora comprende desde los servicios de comida a domicilio (Deliveroo y Uber Eats) y con anfitriones locales (VizEat y Eatwith) al coche compartido (Drivy y OuiCar) y los préstamos entre pares (Zopa y Lending Club). El concepto es sencillo: los propietarios de determinados activos, como coches o apartamentos, pueden sacarles un provecho económico cuando no los usan. Estas oportunidades de generación de ingresos pueden ser considerables.
El Brookings Institute, por ejemplo, estimó en marzo de 2017 que los vehículos privados no se utilizan durante un 95% del tiempo. Para los consumidores, el atractivo es una selección más amplia de servicios y, a menudo, con unos precios más competitivos. Si se toma una definición más amplia de la economía colaborativa, como hacen algunos, se extiende hasta servicios como los de Netflix y Spotify, con un impacto transformador aún mayor sobre los sectores consolidados.
Para los inversores potenciales, esta disrupción significa oportunidades. No obstante, puesto que muchas compañías de la economía colaborativa son de propiedad privada, a los inversores corrientes les ha resultado difícil obtener exposición al sector.
También hay algunos retos. No todas las compañías cosechan el éxito. Ofo, un servicio para compartir bicicleta que cuenta con el respaldo del gigante chino Alibaba, exhibe problemas de tesorería e incluso se ha planteado la quiebra, afirmó hace poco el fundador de la compañía. Otras empresas han tenido que hacer frente a solicitudes de reembolso de los clientes debido a un mal servicio, lo que pone en peligro sus modelos de negocio. Incluso algunas de las grandes marcas mundiales han tenido que ceder ante sus competidores locales en determinados mercados. Uber, por ejemplo, se ha visto superado por sus rivales locales en China y Rusia.
Y dado que numerosas compañías de la economía colaborativa aún se encuentran en una fase temprana de crecimiento, muchas de ellas todavía no han alcanzado el umbral de rentabilidad. Una de las excepciones más notables es Airbnb, que obtuvo beneficios para todo el ejercicio por primera vez en 2017, menos de una década después de su lanzamiento. La compañía está valorada en unos 30.000 millones de dólares y algunos analistas la consideran otra candidata potencial para una salida a bolsa en 2019.
El peligro para las compañías consolidadas
No obstante, para los inversores no se trata solo de las oportunidades, sino también del posible perjuicio a las compañías tradicionales. Por ejemplo, la expansión del coche compartido, que según predicen muchos analistas resultará impulsada por los avances en la tecnología de conducción autónoma, podría afectar las futuras ventas de automóviles, lo que castigaría este sector bien establecido.
Algunas compañías tradicionales gestionarán estos riesgos mejor que otras. Algunos simplemente adquirirán a competidores emergentes. Por ejemplo, en noviembre del año pasado, Ford compró Spin, un negocio de moto compartida de San Francisco.
Se trató de la última de una serie de adquisiciones de compañías emergentes del área de la movilidad por parte del fabricante de automóviles, que trata de diversificar con respecto a las meras ventas de coches.
El propio sector de la economía colaborativa también se enfrenta a unos riesgos, del cual el mayor tal vez sea una regulación y supervisión mayores. Los grupos hoteleros y los taxistas, por ejemplo, se han quejado de que competidores como Airbnb y Uber tienen una ventaja desleal debido a una menor regulación, lo que ha llevado a algunos gobiernos y administraciones locales a adoptar medidas.
En algunos casos, estos retos podrían socavar completamente los modelos de negocio de las compañías de economía colaborativa. En otros, solo ralentizarán su rápido ritmo de crecimiento.