En opinión de Russ Roberst, miembro del Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, una guerra comercial entre Estados Unidos, China y Europa podría conducir a una recisión económica, uno de los principales temores de los inversores. El motivo es simple, la política proteccionista y la subida de aranceles impactaría directamente en los flujos comerciales y en las balanzas comerciales de los países implicados.
A partir de enero de 2018, Estados Unidos impuso aranceles sobre elementos como los componentes de paneles solares y lavadoras, y en junio de 2018 añadió un arancel del 25% sobre las importaciones de acero y otro del 10% sobre el aluminio a varias naciones. Como respuesta, tanto China como la Unión Europea han impuesto aranceles como represalia.
Esta escalada de tensión y de aranceles por parte de Estados Unidos tiene como argumento, según Roberts, el discurso de Donald Trump sobre que naciones como China han abusado comercialmente a los Estados Unidos y por lo tanto ahora son necesarios aranceles para “castigar” esa actitud. Según la tesis de este economista, Trump pretenden presionar con los aranceles para “empujar a los países a la mesa de negociaciones” y mejorar las condiciones comerciales para Estados Unidos.
En cambio, Roberts apunta que “los déficits comerciales no nos dicen nada sobre la equidad del comercio entre dos naciones”. En este sentido, Estados Unidos tiene un enorme déficit comercial con el resto de países del mundo, pero también un gran excedente de capital; lo que muestra que Estados Unidos tiene mucho atractivo para los inversores. Es más, los chinos, concretamente, compran los bonos del Tesoro de los Estados Unidos y esas compras reducen las tasas de interés del país, y permite a los estadounidenses comprar muchos productos chinos.