A medida que los retos medioambientales, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación atmosférica y la contaminación por plásticos se hacen cada vez más graves, los países de todo el mundo se comprometen a realizar una transición hacia sistemas energéticos y de producción más sostenibles. ¿Qué países, regiones y activos económicos están preparados para revalorizarse y cuáles están destinados a perder valor?
Según el informe que Lombard Odier ha realizado con la Universidad de Oxford, y que se presentó en la pasada COP26, las oportunidades de beneficiarse de la transición a la economía verde son numerosas y variadas entre los distintos países. “Mientras que los países con fuertes capacidades tecnológicas y de fabricación, como Alemania, EE.UU. y China, están actualmente muy bien situados para beneficiarse de la transición verde, muchos países tienen fortalezas y dotaciones competitivas que podrían permitirles capitalizar la creciente demanda de productos, tecnologías y energía verdes en los próximos años”, explican.
En este sentido, Brasil, por ejemplo, tiene fuertes dotaciones de energía renovable en la generación de energía hidroeléctrica y tiene fortalezas competitivas en la exportación de turbinas hidráulicas. Y Australia, por cierta otro caso, tiene un inmenso potencial en sus dotaciones naturales de energía renovable y minerales que serán fundamentales para la transición verde, y aunque actualmente está retrasada en su capacidad de exportar productos complejos verdes, podría aprovechar estas ventajas naturales para convertirse en una superpotencia de la energía verde en el futuro.
También destacan a Suiza, que tiene puntos fuertes en algunos productos ecológicos complejos, como piezas de ferrocarril y equipos de biogás, y a Singapur, con fuertes productos verdes, como los cromatógrafos y los microtomos (utilizados para controlar la contaminación atmosférica). Por último, el informe destaca que los Emiratos Árabes Unidos han experimentado un aumento de su ICG y BPC en la última década y son competitivos en una selección de productos ecológicos, como los materiales de piedra caliza y los óxidos de manganeso, que se utilizan en la gestión de aguas residuales, y las piezas y accesorios para instrumentos de topografía, que tienen importantes aplicaciones para la vigilancia del medio ambiente.
La industria: una pieza clave
El documento señala que la asignación de capital en la era del cambio climático desempeñará un papel clave en la consecución de los retos medioambientales, determinando qué industrias sobreviven, prosperan y llegan a definir el nuevo paisaje industrial. De hecho sostiene que las regiones que consigan captar la cuota de mercado y los componentes de alto valor de las cadenas de suministro correspondientes serán las mejor situadas para beneficiarse económicamente, mientras que las que sigan centrándose y especializándose en sectores en declive corren el riesgo de quedarse con activos abandonados.
“La investigación sugiere además que el desarrollo industrial suele depender de la trayectoria: los países y las regiones tienen muchas más probabilidades de desarrollar competitividad en productos y servicios que requieren capacidades similares a las que ya producen. Por lo tanto, identificar los productos que están estrechamente relacionados con las capacidades existentes de un país nos permite vislumbrar cómo podrían ser esas trayectorias futuras”, señala en sus conclusiones el documento”, afirma el documento.
La investigación arroja que el panorama competitivo mundial no es en absoluto estático. Las decisiones de inversión y política que los países tomen a corto plazo desempeñarán un papel importante en la configuración de sus capacidades para ser líderes o rezagados en la economía verde a largo plazo. En este sentido, la pandemia del COVID-19 y el gasto de recuperación asociado a ella suponen una oportunidad única para que los países inviertan en I+D verde y en infraestructuras con bajas emisiones de carbono, mejoren sus capacidades tecnológicas y apoyen a su mano de obra para que se beneficie de los nuevos empleos verdes y abandone las industrias en declive, que son intensivas en emisiones.
“Nuestro análisis muestra que no todos los países están aprovechando esta oportunidad. Mientras que países como China, Alemania, Dinamarca, Francia, España, Corea y el Reino Unido ocupan en la actualidad un lugar destacado en el GCI y destinan una parte importante de su gasto de recuperación a iniciativas ecológicas, otros países del GCI que ocupan un lugar destacado, como Estados Unidos, Italia, la República Checa y Rumanía, destinan relativamente poco a su recuperación ecológica. Aún más preocupante es la suerte de los países que han dependido en gran medida de las exportaciones de combustibles fósiles en el pasado y que han mostrado muy poco esfuerzo en la diversificación de estos productos” explican los autores del informe.
Por último, el informe destaca que la ambición política y las relaciones comerciales también determinarán la futura competitividad verde: “En general, aunque los caminos hacia la competitividad verde varían geográfica y tecnológicamente y los primeros líderes muestran claras ventajas, hay suficiente potencial para que surjan nuevas e interesantes dinámicas en un mundo post-pandémico”.