“Estamos muy lejos de ser neutrales en este punto… probablemente”, comentó Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, a Judy Woodruff de PBS en una entrevista el pasado 3 de octubre. Estas palabras, que fueron un comentario inocente, desataron una tormenta en los mercados estadounidense y global de renta variable. Según apunta Bill Hackney, socio director de Atlanta Capital Management -una firma independiente de asesoramiento de inversión afiliada a Eaton Vance Corp -, en la víspera de Navidad, el índice S&P 500 cayó un 20% desde el récord alcanzado el 20 de septiembre de 2930 puntos, un mercado que entró en terreno bajista en menos de tres meses.
¿Qué fue tan potente en el discurso de Powell? De algún modo, en sus palabras estaba implícito que los tipos de interés se dirigían al alza, hacia un punto mucho más alto, lo que implicaba que las condiciones monetarias iban a ser mucho más estrictas. ¿Y, a qué se refiere con una tasa neutral de interés? Nadie sabe con certeza a qué nivel debe situarse la tasa de interés neutral para una situación económica en concreto. Pero, en teoría, la tasa de interés de los fondos federales, que en la actualidad se sitúa entre un 2,25% y un 2,50%, no está ni estimulando ni inhibiendo el crecimiento económico.
En septiembre, Powell habló de manera optimista sobre la economía afirmando “que no había razón para pensar que este ciclo no puede continuar por un tiempo, de manera indefinida”. También en septiembre, la Fed implementó la octava subida de tipos de este ciclo económico y señaló que otra subida tendría lugar en diciembre de 2018 y quizás tres o cuatro veces más en 2019.
Muchos inversores no compartieron el optimismo de la Fed sobre sus perspectivas económicas. Se preocuparon por la capacidad de la economía estadounidense para soportar nuevas subidas. Había unas crecientes señales de una desaceleración en China y Europa, que pronto o temprano podrían afectar a Estados Unidos. La guerra arancelaria iniciada por Estados Unidos ha comenzado a ralentizar el comercio internacional y ha comenzado a verse una disrupción en las cadenas de suministro de las empresas estadounidenses y en los intereses agrícolas. El precio de la energía y de otras materias primas industriales ha comenzado a debilitarse. De hecho, el precio del crudo tocó techo en 76 dólares por barril el día en que Powell fue entrevistado en PBS y después disminuyó un 43% hasta la víspera de Navidad.
En resumen, según la opinión de Hackney, un número creciente del consenso de inversores percibió la tasa neutral de los tipos de interés en un nivel inferior al de la Reserva Federal. Temiendo que la economía pueda estrangular la economía con un endurecimiento de las condiciones monetarias, los inversores comenzaron a vender acciones, materias primas, bonos high yield y los activos de más riesgo. Pusieron su dinero en bonos del Gobierno y otros activos de inversión. Los últimos tres meses de 2018 constituyeron una clásica huida hacia la calidad en los mercados financieros.
Las cuestiones clave que los inversores deben hacerse ahora son: ¿está la longitud de la expansión económica estadounidense al borde de la destrucción? Y, ¿representa la desagradable caída del mercado de los últimos meses el comienzo de una nueva fase con nuevas y más severas caídas en las acciones?
Según Hackney, la respuesta corta a estas dos preguntas es no. Pero, ésta es una respuesta moderada que considera que la llamada guerra arancelaria no empeora. Un declive en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China es una preocupación principal en la crisis del cuarto trimestre del año. Y, recientemente, ha habido señales de una desaceleración en el comercio global que lógicamente sigue a la guerra comercial y de que está afectando a Estados Unidos. El 2 de enero, el índice de gestores compras ISM (PMI, por sus siglas en inglés) fue publicado. En diciembre de 2018, presentó su mayor caída desde la Gran Recesión.
El experto de Atlanta Capital Management cree que el repentino debilitamiento de la industria en Estados Unidos proporciona a la administración Trump un fuerte incentivo para continuar relajar, sino resolver, muchas de las disputas entre China y Estados Unidos. Ese progreso proporcionará un impulse de bienvenida a los mercados financieros globales. Si la guerra comercial iniciada por Estados Unidos empeora, actuará como un enorme incremento fiscal en la actividad económica global, liquidando el crecimiento y aumentando la inflación, el tipo de error político que puede acabar con un ciclo económico.
Dejando a un lado la guerra comercial, el ciclo actual económico de Estados Unidos, que cumplirá 10 años en junio, está madurando. El mercado laboral se está ajustando y los tipos de interés deberían eventualmente subir por la aceleración en la inflación salarial y un incremento en las demandas del crédito, en particular por parte del déficit del gobierno federal. Una mayor inflación y unos mayores tipos de interés pueden terminar con un mercado alcista y causar una recesión, porque las condiciones monetarias se vuelven demasiado rígidas y/o la carga de unos tipos de interés más altos socaba a los jugadores de la economía que se han apalancado en exceso con respecto a su capacidad de pago. Pero, en la opinión de Hackney, la economía estadounidense y su sistema financiero no ha llegado a ese doloroso umbral.