La invasión rusa de Ucrania se ha cobrado innumerables vidas y ha desencadenado una crisis de refugiados que ha llevado a los ucranianos a huir de sus hogares. Además de su coste humanitario, se espera que la guerra tenga consecuencias para las empresas y la economía mundial. Tal y como apunta Austin Kimson, experto de Bain & Company, las disputas comerciales entre Estados Unidos y China ya demostraron los trastornos que pueden producirse cuando el comercio mundial se ve sacudido por la geopolítica.
¿Cómo se podría limitar ese daño. Una posible respuesta pasaría por recurrir a la Reserva Federal y el Banco Central Europeo para que sigan ampliando sus balances, que siguen creciendo desde la crisis financiera global, pero viendo las hojas de ruta marcadas por las principales instituciones monetarias, esto es algo descartado. “El problema es que estamos en un contexto inflacionista, fruto del desequilibrio en las cadenas de suministro producido por la salida de la pandemia, con una economía sometida a fuertes incrementos de precios energéticos. Parece que estamos ante un problema imposible de resolver. Esta situación podría suponer tanto un shock de liquidez, debido a los efectos de las sanciones sobre la economía rusa, como un shock de inflación debido a las tensiones en el suministro de energía y sus consecuencias sobre otros sectores fuertemente dependientes del precio de la energía, como estamos viendo en el transporte”, advierte Kimson.
De momento, parece que tanto el BCE como la FED (con un mercado laboral norteamericano muy tensionado) optarán por reducir gradualmente sus balances -mediante la minoración de las renovaciones de bonos soberanos en los próximos meses- y el aumento de los tipos de interés durante 2022 y 2023, para contener la inflación, aunque eso profundice en el recorte del crecimiento económico esperado para los próximos años, detalla Santiago Casanova, socio de la práctica en servicios financieros de Bain & Company.
“En el ámbito global, creemos que uno de los principales objetivos geopolíticos de China es poder comprar lo que necesita en una moneda que controla (el renminbi). Es probable que los recientes acontecimientos sirvan de gran acicate para que China redoble sus esfuerzos en este ámbito. Veremos las consecuencias tangibles de este reposicionamiento en los próximos meses. Probablemente, en detrimento del sistema mundial del dólar y de la superabundancia de capital que contribuyó a facilitar”, añade Casanova.
Desde Bain & Company reconocen que una de las preguntas que les hacen es si creen que el renminbi chino podría desplazar al dólar estadounidense en la cúspide del sistema financiero mundial. “El mundo no necesita una moneda vértice universal para facilitar un comercio normal y relativamente equilibrado, pero es difícil generar grandes y persistentes excedentes de capital (y las correspondientes grandes deudas) sin una moneda de reserva dominante y sin fricciones”, afirman.
A corto plazo, señalan que para las empresas y los inversores, el ritmo de los acontecimientos en la guerra entre Rusia y Ucrania sólo permitirá reacciones tácticas a medida que se vaya dando a conocer la información. “La invasión nos lleva a ampliar nuestro abanico de posibles escenarios, pero, de momento, una recesión inducida por la inflación sigue siendo nuestro escenario más probable a efectos de planificación”, afirman.
En cambio, a largo plazo, consideran que hay más espacio para el reajuste estratégico: “Si había alguna duda sobre la realidad de la post-globalización, los últimos acontecimientos deberían confirmar tres cosas: el orden globalizado está en un lento declive; la post-globalización no se refiere sólo al comercio y a China; para cualquier Gobierno es tentador retrasar los reajustes estratégicos difíciles, pero en ocasiones puede ser demasiado tarde para reaccionar”.