El fin de la política de hijo único en China es un anuncio con mucha relevancia política, pero con relativamente poco efecto en el corto plazo. El impacto perjudicial de uno de los más recientes y exitosos intentos de la ingeniería social ya está asegurado. Según Naciones Unidas, está proyectado que la población en edad de trabajar disminuya un 3% entre 2015 y 2030. Sin embargo, el análisis de Craig Botham, economista de mercados emergentes en Schroders, sugiere que esta disminución tendrá un impacto reducido en el crecimiento, un impacto negativo que estima en un rango de entre 0,1 y 0,3 puntos porcentuales por año de crecimiento en el mencionado periodo.
Eso sí, el mayor coste fruto de esta política es el fiscal, ya que el ratio de dependencia empeora a niveles de países desarrollados incluso cuando China sigue siendo un mercado emergente. Esto resultará en una carga fiscal dolorosa para China, que todavía no está claro cómo se va a abordar, dice el experto.
Impulsar la tasa de fertilidad puede que ayude a alivianar la carga fiscal, pero no está tan claro que vaya a ser efectiva, explica. Con anterioridad, se han llevado a cabo relajamientos de la política con una aceptación limitada: la última campaña fue llevada a cabo en 2014, en la que 11 millones de parejas podían optar a tener un segundo hijo, pero sólo 1 millón de ellas solicitó participar en el programa. Puede que después de tantos años, lleve más tiempo lograr revertir esta tendencia, afirma. Además, muchos jóvenes chinos citan el elevado coste de criar hijos, en particular el coste de educarlos, como la mayor barrera para considerar tener familias numerosas.
En última estancia, el coste de tener hijos en China debe ser reducido, dice. Esto puede requerir una nueva previsión en el sistema de educación y en las ayudas para el cuidado de los niños en China, que ofrezca una alta calidad y que tenga un coste razonable – de preferencia que sea gratuito para la población, y probablemente una revisión de la totalidad del sistema del bienestar-. Por ejemplo, en la actualidad el sistema de registro “hukou” limita la posibilidad de la población para acogerse a medidas de bienestar social fuera del área donde están registrados. Esto se traduce en que muchos emigrantes del campo a la cuidad deben volver a sus pueblos de origen para tener acceso a la educación, al sistema de sanidad y a los demás sistemas de protección social. Esto añade una inmensa carga adicional al coste de criar hijos, y será un factor contributivo a que se retrase la formación de familias.
Hasta que estas cuestiones sean resueltas, Schroders no cree que haya una expansión demográfica como respuesta al final de la política de hijo único.