Las criptodivisas se vuelven cada vez más populares. En opinión de Nigel Green, director ejecutivo y fundador de deVere Group, dos de los grupos poblacionales que más se están interesando por el bitcoin y por otras criptomonedas son los baby bommers, que actualmente son jubilados, y la generación X.
Su visión se sostiene en los resultados de la última encuesta a nivel mundial realizada por la firma a clientes de más de 55 años. Según esta encuesta, el 70% reconoce haber invertido en “monedas digitales” o tener intención de hacerlo a corto plazo. El motivo es sencillo: su atractivo recorrido alcista.
“El bitcoin continúa con su tendencia alcista y recientemente alcanzó la cota de los 60.000 dólares. Poniéndolo en perspectiva, hace un año el activo cotizaba apenas por encima de los 5.000 dólares. Esto nos lleva a preguntarnos qué ha pasado desde entonces. Al igual que con otras clases de activo, la crisis del coronavirus también golpeó fuertemente al bitcoin. La criptodivisa no fue para nada ajena a la mega caída que los mercados globales padecieron en marzo de 2020. Pese a ello, su repunte ha sido vertiginoso y más allá de las expectativas. Creemos que una de las principales razones detrás de su crecimiento es su mayor adopción por parte de los inversores institucionales, así como el respaldo generado por los avances de la industria y un entorno general más favorable”, explica Florian Ginez, director asociado de análisis cuantitativo en WisdomTree.
A este motivo, el director ejecutivo y fundador de deVere Group añade un par más: «Mientras que el reciente y masivo bombo de las redes sociales y los titulares clickbait son más bien un catalizador para que los millennials y la generación Z consideren invertir en cosas como el bitcoin, hay otros impulsores para las generaciones más mayores. Por ejemplo, los mayores de 55 años que respondieron a la encuesta citaron como factor clave para su interés en las criptomonedas los niveles históricos de emisión de dinero, ya que los bancos centrales de todo el mundo intentan apuntalar sus economías tras las consecuencias de la pandemia. Son conscientes de que si se inunda el mercado con dinero extra, puede acabar devaluándose las monedas tradicionales; y esto, y la amenaza de la inflación, son preocupaciones legítimas, lo que les lleva a buscar alternativas”.
Ginez coincide en que el COVID-19 y todas las medidas tomadas para soportar las economías han posibilitado una narrativa general favorable a esta clase de activos, logrando así el respaldo del contexto macro. “La pandemia provocó que muchas economías alrededor del mundo se contrajeran el año pasado, en algunos casos a niveles no vistos en siglos. A medida que las mismas se cerraron para prevenir la propagación del virus, los gobiernos se vieron forzados a tomar medidas para evitar y amortiguar el golpe económico. La liquidez inyectada por los bancos centrales de las economías desarrolladas alcanzó niveles sin precedentes, ampliando el espectro de la inflación. Asimismo, los gobiernos han acumulado cifras siderales de deuda para respaldar a las empresas y mantener, en la medida de lo posible, los empleos durante los confinamientos. Sin dudas que, en 2020, el bitcoin tuvo su atractivo para una determinada clase de inversores dado el entorno de rendimientos reducidos, los riesgos de un incremento de la inflación y la incertidumbre respecto a la mayoría de los activos tradicionales”, señala Ginez.
Impulso desde la propia industria
Por último, algunas reflexiones sobre el crecimiento del bitcoin y otras monedas digitales apuntan a que se trata de la evolución natural de la propia industria bancaria. Según explica Pierre Savarzeix, gestor de carteras de Seeyond, una gestora del grupo Natixis Investment Managers, la adopción de monedas digitales no sería más que la última fase de la automatización bancaria.
“En un mundo que adopta constantemente nuevas regulaciones, las criptomonedas y el blockchain permitirían a las autoridades ofrecer una supervisión centralizada más eficiente, y menos costosa de establecer para los actores bancario. Actualmente, los bancos y las compañías de seguros se encuentran en una posición de espera con respecto a sus autoridades de supervisión. En este marco, tanto la Reserva Federal de EE.UU. como el Banco Central Europeo tratan de incubar un dólar y un euro digital lanzando – entre otras cosas – consultas públicas. En un primer momento, mantienen la cautela para no alterar demasiado las prácticas bancarias y no dejar que el control de la creación de dinero pase a manos de nuevos actores que serían más difíciles de regular. La creación de estas criptodivisas estatales daría paso a la tercera ola: la generalización del uso de las criptodivisas, sean las que sean”, señala Savarzeix.
Sin embargo, en su opinión, dadas algunas de sus limitaciones técnicas, no está garantizado que bitcoin sea el principal beneficiario de este movimiento. “Se puede suponer con seguridad que grandes actores digitales como Google, Amazon, Apple y Facebook también quieren aprovechar la digitalización de las monedas. En Europa, por ejemplo, también podemos esperar la aparición de nuevas leyes que combinarán algún tipo de ley y reglamento bancario, por un lado, junto con el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), por otro”, matiza.