Los bancos centrales siguen siendo los grandes protagonistas este año. Las medidas tomadas por el Banco Central Europeo (BCE) y por la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) gustan al mercado, pero también conllevan una serie de consecuencias, en especial para el sector financiero y en los activos de renta fija.
En opinión de Bill Papadakis, estratega macro de Lombard Odier, y Claudia Von Turk, analista de renta variable bancaria de Lombard Odier, una de las decisiones que más repercusión tiene para Europa y sus bancos es el nuevo sistema de reservas escalonadas destinado a proteger la rentabilidad bancaria de los efectos adversos fruto de los tipos de interés negativos, que anunció el BCE a principios de septiembre.
Según explican, los bancos están obligados a mantener una cantidad mínima de reservas en el banco central. Éstas se denominan reservas mínimas requeridas (MRR) y suelen ser un porcentaje de los pasivos de los bancos, normalmente sus depósitos. En la zona euro, las exigencias de reservas mínimas son del 1%. Sin embargo, los bancos suelen mantener una cantidad de reservas en el banco central superior al mínimo requerido. Éstas se denominan exceso de reservas o exceso de liquidez.
“En Europa, las reservas mínimas exigidas ascienden a 131.000 millones de euros, mientras que el exceso de reservas asciende a 1.770 millones de euros. En la región, los bancos no pagan intereses sobre las reservas mínimas requeridas. Sin embargo, hasta ahora, los bancos tenían que pagar tasas negativas por el exceso de reservas. Con tipos a -40 puntos básicos, esto supuso un coste de 7.100 millones de euros para el sector bancario. Sin embargo, en otros países en los que los tipos de interés oficiales son negativos, como Japón o Suiza, los bancos centrales han introducido un sistema de niveles de depósito, en virtud del cual sólo una parte del exceso de reservas se cobra a tipos negativos, mientras que el resto se cobra al 0%. Esto ayuda a la rentabilidad del sector bancario”, afirman.
Ambos expertos de Lombard Odier también cuestionan el impacto macroeconómico que pueden tener las últimas medidas adoptadas por el BCE. “Es probable que el impacto macroeconómico sea limitado. La política monetaria suele operar mediante una reducción del coste del capital, es decir, facilitando las condiciones de endeudamiento, lo que a su vez estimula la demanda. Dado que el canal de préstamos no muestra actualmente ningún signo de deterioro, no está claro si la economía se beneficiará significativamente de la última relajación del BCE”, argumentan.
Desde AXA IM sostienen que lo preocupante no es el impacto en los activos ni en ciertos sectores, sino lo difícil que será para institución monetaria europea revertir esta senda de tipos bajos. Gilles Moëc, economista jefe de Grupo AXA y AXA IM, considera que, tomando como referencia las revisiones realizadas en el pasado por el BCE, incluso aunque este proceso comenzara este mismo año “el BCE siempre se ha tomado su tiempo y nos sorprendería que tomara decisiones difíciles antes de mediados de 2020”.
Lagarde heredará un banco central que “bajo Draghi ya ha usado todo su arsenal”, lo que provoca un escenario en el que “el BCE podría afrontar un problema de credibilidad si el próximo verano, una vez completada la revisión, la inflación no converge hacia su objetivo, pero la realización de acciones adicionales es, de facto, imposible. El riesgo entonces es que la revisión de estrategia, que quiere realizar Lagarde, se convierta en un caso de ingeniería inversa, al cambiar claramente la definición de meta de inflación para justificar la imposibilidad práctica de la política monetaria para hacer más”.
Para AXA IM “la decisión crucial son los límites técnicos de la QE. El último paquete de estímulo del BCE incluía una cantidad máxima mensual de compra de bonos consistente (solo) con no eliminar el límite del 33% de tenencias de deuda pública negociable por parte de los bancos centrales nacionales”. De acuerdo con Gilles Moëc, “sería necesaria una situación macroeconómica desastrosa para que el BCE se decidiera a elevar ese límite”.
Además de la evolución macroeconómica de la zona euro, Jonathan Gregory, responsable de renta fija de Reino Unido de UBS AM, apunta otro elemento más en la ecuación para discernir hasta qué punto las decisiones de BCE son una ventaja: la incertidumbre geopolítica. En opinión de Gregory, los bancos centrales proporcionaron la fuerza motriz que impulsó los buenos resultados de las acciones y bonos de los mercados desarrollados desde el inicio de la gran recesión. “Las políticas que pretendían contrarrestar los riesgos de la deflación nos trajeron yields mínimos en los bonos nunca vistas antes, tipo de interés negativos y compras de activos a una escala sin precedentes”, apunta.
Activos ganadores
Según los expertos de Unigestion, en este contexto, ellos siguen favoreciendo los activos orientados al crecimiento y las estrategias de carry. “El mercado está sobrevalorando el riesgo de recesión, la inflación se mantendrá baja en el mediano plazo, mientras que la política monetaria debería mantenerse favorable. Además, las valoraciones de los activos de carry y de crecimiento son atractivas, mientras que cobertura como los bonos o las monedas defensivas siguen siendo caras. Y el sentimiento negativo ante la guerra comercial ha llevado a posiciones defensivas saturadas”, argumentan.
Otras firmas de gestión han decidido aumentar su exposición a los bonos soberanos, como por ejemplo el caso de Edmond de Rothschild Asset Management. “En los mercados de bonos, nos hemos beneficiado de la presión sobre los tipos a largo plazo en septiembre y hemos aumentado ligeramente nuestra exposición a los bonos soberanos. Aunque éstos tienen unas TIR inusualmente bajas, el empeoramiento del entorno económico nos recuerda que hemos de estar muy presentes en esta clase de activos. De manera más general, seguimos buscando rentabilidad y para ello, hemos favorecido la deuda subordinada financiera, que ofrece unas rentabilidades relativamente buenos y unos fundamentales mejorados debido al aumento de los ratios de capital Tier 1. Respecto a la deuda emergente (divisa fuerte), creemos que puede beneficiarse de flujos procedentes de Europa, debido a unas mayores TIR tras el retorno del programa de expansión cuantitativa (QE)”, señala Benjamin Melman, CIO de la gestora de fondos Edmond de Rothschild AM.
Por último, según el estudio de Finizens Research, la renta fija se ha revelado como la inversión ganadora gracias al programa de QE del BCE. Según su análisis, la firma aboga por mantener una alta diversificación en las carteras, combinando renta fija (bonos), renta variable (acciones) y activos reales (propiedad y oro físico) , de cara a mejorar la rentabilidad en el largo plazo de nuestros clientes y al mismo tiempo reducir el riesgo.
“Por ello, destacamos la importancia de incluir bonos en las carteras de inversión de nuestros clientes, independientemente de las políticas del BCE o de otros factores, ya que en el pasado se ha demostrado como los bonos han aportado valor a la cartera, tanto al agregar una rentabilidad positiva con una menor volatilidad como funcionando de excelente amortiguador cuando se han producido correcciones en el mercado o incluso caídas elevadas de carácter global”, concluyen desde Finizens.