El Congreso de EE.UU. finalizó la aprobación y dio pase a la Casa Blanca del Plan de Rescate del presidente Joe Biden por un valor de 1,9 billones de dólares con el fin de paliar la crisis económica que ha dejado la pandemia del COVID-19.
La iniciativa está centrada ayudar a las clases media y baja y menos en las empresas que los paquetes del año pasado, dice un análisis de la jefa de Estrategia Global de Mercados de Natixis IM, Esty Dwek.
El proyecto de ley incluye nuevos cheques de 1.400 dólares, aunque se dirigen a un límite de ingresos más bajo y una extensión de los beneficios por desempleo. Sin embargo, se descarta el aumento al salario mínimo.
Para Natixis, los reportes de datos económicos continúan superando las expectativas. En EEUU, la economía agregó 379.000 nuevos puestos de trabajo, lo que significa más del doble de los 170.000 que se esperaban y el índice PMI de la manufactura alcanzó el nivel más alto en tres años.
Ante este contexto de mejoría, los inversionistas están cada vez más preocupados porque una rápida aceleración de la actividad pueda desencadenar mayor inflación. Es probable que la inflación aumente a corto plazo debido a los efectos de base en comparación con los confinamientos globales del año pasado, los cuellos de botella de las cadenas de suministro y los precios más altos de la energía, dice Dwek.
Sin embargo, si bien la demanda contraída será abundante, “no creemos que una inflación alta se prolongue dado el desempleo aún elevado y la holgura en la economía por el lado de los servicios. Como tal, esperamos que la Fed analice cualquier alza en la inflación en los próximos meses, considerándolo ‘transitorio’, y mantenga su política actual a lo largo de 2021”, pronostica Natixis.
En este sentido, un análisis firmado por Stéphane Monier, CIO de Lombard Odier, expresa que los bonos anticipan una fuerte recuperación económica en EE.UU., que se refleja en unos rendimientos que se han triplicado en los últimos seis meses. Esto tiene consecuencias profundas e inmediatas para los inversores, pero no se ajusta al calendario de la Fed para reducir las compras de activos y subir los tipos de interés.
Luego de la aprobación del Senado, los rendimientos estadounidenses comenzaron a subir a mediados de febrero en respuesta a la mejora de los datos económicos y a la previsión de una mayor inflación.
El rendimiento de los bonos del Tesoro de referencia a 10 años subió 7 puntos básicos la semana pasada, hasta superar el 1,54%, tres veces el rendimiento del 0,51% del 4 de agosto de 2020.
Sin embargo, los analistas de Lombard Odier estiman que, al ritmo actual de recuperación, el mercado laboral estadounidense necesitaría otros 2 años y medio para volver a sus niveles de empleo anteriores a la pandemia. “Mientras persista esta atonía en el mercado laboral, mantendrá a raya cualquier otra subida sostenida de los precios”, dice el trabajo firmado por Monier al que accedió Funds Society.
Mientras tanto, los responsables políticos están contentos de tolerar un mayor rendimiento de los bonos, siempre y cuando reflejen la mejora de la confianza y las perspectivas económicas, basadas en programas de vacunas y otros estímulos.
En este sentido, aunque el aumento del rendimiento de los bonos supone un reto para los inversores en renta variable, también refleja una perspectiva más positiva de la recuperación económica. Esto es fundamentalmente positivo para las empresas subyacentes que representan las acciones. En cuyo caso, si se maneja con cuidado, la mejora de las perspectivas de la economía debería compensar cualquier «rabieta» por una eventual reducción del apoyo monetario, dice Lombard Odier.
Una vez haya pasado este periodo de volatilidad en los mercados, y dado que la Fed no tiene previsto empezar a reducir sus compras de activos hasta 2022, creemos que las primeras subidas de tipos de interés en EE.UU. tras la pandemia no se producirán hasta 2023.
Por otro lado, Monier considera que la volatilidad del mercado es una oportunidad para aprovechar este posicionamiento procíclico, siempre que la lógica que subyace al aumento de los rendimientos siga siendo la de un entorno macroeconómico que mejora.
Las consecuencias para América Latina
Si bien el estímulo está orientado a Estados Unidos y su propia economía y no intenta ser un paquete que tenga un interés de estímulo fuera del país, en la medida en que muchas personas de origen latino no requieran el bono para hacer frente a situaciones complejas, hay una mayor probabilidad de que esas remesas se vayan a la región, explicó Axel Christensen, director de estrategia de Inversiones para América Latina en BlackRock a El País de Madrid.
En este sentido, Christensen concluyó: “Dicho eso, sí tiene consecuencias importantes en la región”, consignó el matutino español.
El Banco Interamericano de Desarrollo espera que el crecimiento para el 2021 rebote hasta un 4,1% en la región, antes de regresar a la tendencia de alrededor del 2,5% anual. “Esos envíos traen un efecto muy positivo, pueden amortiguar la caída en actividad asociado por la pandemia”, agregó Christensen.
El país que más remesas recibe desde EE.UU. es México que a pesar del cierre de actividades entre mayo y julio, crecieron 11% en 2020 en comparación con el año anterior, alcanzando un récord de 40.607 millones de dólares, lo que equicale a casi el 4% del PIB.
Para países de Centroamérica como Honduras, El Salvador o Guatemala, las remesas representan entre 13% y 23% de su PIB nacional.
“Que la economía americana, con esto, empiece a mostrar una recuperación más fuerte significa que habrá una mayor demanda de los productos que el país le compra a la región. Ciertamente México tiene un lugar importante en eso”, explicó Christensen.
Incluso, los datos más recientes apuntan a que el sector manufacturero en México, el cual toma un lugar en las cadenas de suministro globales a EE.UU., va muy por delante en su recuperación que otros sectores.
Por otra parte, Colombia, espera un efecto importante ya que casi el 30% de sus exportaciones se van a EE.UU., dice Daniel Velandia, economista jefe de la firma Credicorp Capital en Bogotá.
En el caso de Brasil, Chile y Perú, la tasa es entre 15% y 13%. “Además, vemos un doble efecto”, asegura Velandia, ”por una parte está el efecto esperado de que el mayor crecimiento de EE.UU. termine beneficiando el comercio de la región y, por el otro, está el efecto commodities, el cual impactará favorablemente a la mayor parte de economías en la región”.
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