En pleno repunte tras un largo periodo de contracción, la economía nipona ofrece un conjunto atractivo de oportunidades para los inversores, afirma Miyuki Kashima, directora de inversión en renta variable japonesa en BNY Mellon.
Según Kashima hay nuevo motivos claros para invertir ahora mismo en Japón:
- Un panorama macroeconómico positivo. La economía japonesa ha protagonizado un renacimiento espectacular en los últimos años, y su PIB nominal lleva 20 trimestres consecutivos creciendo en tasa interanual. Para Kashima, este desarrollo constituye un hito importante. “El PIB se ha recuperado muy bien desde el lanzamiento de la Abeconomía y por fin hemos vuelto al nivel de 1997, cuando comenzó la deflación”, afirma. “Pese a ello, nos hallamos solamente a la mitad del objetivo de PIB nominal que persigue el gobierno, de 600 billones de yenes, con lo que aún no hay motivo para un cambio de dirección.” “Si comparamos las promesas económicas del gobierno y lo que se ha logrado hasta la fecha, el resultado es bastante impresionante. En este contexto, el panorama inversor nos parece prometedor”, añade Kashima.
- Menos dependiente de la exportación de lo que pueda pensar. No se puede reprochar a los inversores que se pregunten si la actual narrativa de guerra comercial podría hacer mella en el crecimiento de Japón. Sin embargo, la imagen tradicional de una economía nipona dominada por las industrias exportadoras no se sostiene ante un análisis a fondo, afirma Kashima. Así lo ilustran las cifras del índice Russell Nomura. Al final del ejercicio financiero pasado, el ratio de exportación agregado de las compañías de dicho indicador era tan solo del 34% en base a ventas. De modo similar, los datos del Banco Mundial sugieren que el ratio de exportación de Japón como porcentaje del PIB es inferior al de otros miembros del G7, concretamente el Reino Unido, Francia, Canadá y Alemania. “Incluso ahora,” afirma Kashima, “la inversión internacional en renta variable japonesa se ha concentrado en empresas de gran tamaño y orientadas a la exportación, esencialmente como una apuesta por la recuperación global. Nosotros abogamos por un enfoque diferente. Es fácil que los inversores internacionales no se den cuenta, pero Japón tiene una economía doméstica vibrante, y las empresas que tienen éxito en este mercado no suelen depender de lo que ocurre en el resto del mundo.
- Estabilidad política. Un motivo adicional para el optimismo en torno a Japón es la estabilidad política. El país asiático era un caso perdido a nivel político a mediados de la década 2000- 2010, pero se ha convertido en un ejemplo de estabilidad a día de hoy. Entre 2006 y 2012, el país tuvo siete primeros ministros, más de uno por año. Todo esto cambió tras la elección de Shinzo Abe en diciembre de 2012. Su Partido Liberal Demócrata (LDP) se ha mantenido en el poder desde entonces, anotándose una arrolladora victoria en los comicios del pasado mes de noviembre y manteniendo su “supermayoría” de dos tercios de los escaños (465 en total) en la cámara baja del parlamento. Con ello, Abe va camino de convertirse en uno de los líderes con mayor antigüedad en el cargo de la historia de Japón. Tal nivel de estabilidad es muy beneficioso, afirma Kashima, sobre todo ahora que Abe se ha comprometido a mantener las políticas de la “Abeconomía”, a mantener sus políticas fiscales y monetarias. “Con frecuencia, las elecciones japonesas conducen a cambios drásticos en el panel de ministros y sus carteras, pero este no fue el caso en las elecciones más recientes”, añade.
- Crecimiento salarial. Como ilustración de la creciente fuerza y confianza del sector empresarial nipón, Kashima destaca el panorama esbozado por los datos de crecimiento salarial. Tras décadas de estancamiento, comenta, las empresas de gran capitalización e internacionales están elevando con firmeza sus salarios. En 2016, alrededor de un 90% de las multinacionales y grandes empresas afirmaban tener previsto subir salarios, mientras que las de menor tamaño -si bien de forma un tanto reactiva – también se están moviendo a este respecto. Esto es significativo para la salud de la economía en su conjunto, opina Kashima, dada la interrelación existente entre rentas crecientes, consumo doméstico y confianza empresarial.
- Préstamo bancario. Para que las empresas inviertan en su crecimiento futuro, un entorno de préstamo benigno es de crucial importancia. Con un ratio de préstamos/depósitos inferior al 60%, los bancos japoneses jugarán un papel importante a este respecto. Vale la pena comparar a las entidades niponas con sus homólogas internacionales. En Estados Unidos, dicho ratio podría ser ligeramente mejor, de en torno al 70%, pero en Europa, 16 de los 28 países analizados por el Banco Central Europeo tienen sectores bancarios con un coeficiente medio de préstamos/depósitos superior al 100%.3 Según Kashima, esto revela que los bancos japoneses tienen mucha más capacidad para liberar capital para préstamos que muchos de sus homólogos globales. “Si las empresas japonesas desean financiarse para maximizar su potencial, existe capital disponible”, comenta. “En nuestra opinión, esto será positivo para el beneficio y el crecimiento en adelante”.
- Acumulación de tesorería. Si los bancos tienen dinero para gastar, este también es el caso de las empresas japonesas. Esto se debe, en parte, a la historia de deflación en el país asiático: en un entorno deflacionario tenía sentido no invertir o gastar. Asumiendo que la deflación llega a su fin y que el sentimiento continúa mejorando, las empresas podrían mostrarse más dispuestas a reducir sus grandes reservas de efectivo, lo cual redundaría positivamente en el conjunto de la economía y en los inversores en general.
- Un mercado pasado por alto. Pese a los argumentos a su favor, Japón sigue siendo un mercado significativamente infraponderado en las carteras de los inversores internacionales. Entre abril de 2003 y abril de 2006, las compras netas de acciones japonesas ascendieron a 250.000 millones de dólares; Entre octubre de 2012 y diciembre de 2013, esa cifra había caído a 180.000 millones de dólares.4 El descenso, afirma Kashima, podría deberse a que los inversores se concentraron excesivamente en los aspectos percibidos como negativos del panorama inversor nipón. Ahora, con la economía japonesa en plena transición hacia el crecimiento, dicho efecto retardado podría corregirse y dar impulso a las acciones del país asiático.
- La buena noticia no está en el precio. Hemos visto que la renta variable japonesa es infravalorada por los inversores globales, pero las acciones niponas también parecen estarlo en términos fundamentales. Al menos, este parece ser el caso si consideramos la brecha existente entre la evolución de los índices bursátiles y la mejora de los beneficios corporativos. Tal como ilustra el gráfico, los beneficios se han recuperado, pero el mercado solamente se ha desmarcado de forma moderada. En base a esta medida, las acciones japonesas parecen ofrecer un recorrido alcista decente, concluye Kashima.
- Un buen coto de caza. Dada la opacidad del ámbito corporativo japonés, quizá no sorprenda que los equipos con presencia local y un profundo conocimiento sectorial, lingüístico y cultural tienden a obtener mejores resultados. Con frecuencia, las compañías de mayor tamaño están “desconectadas” de la comunidad inversora, explica Kashima: a veces no existen estimaciones de consenso y sus equipos directivos no siempre publican previsiones por iniciativa propia. El equipo de Kashima salva esta brecha mediante conocimiento local, reuniones con directivos y con su propia contabilidad forense. “Nos interesan las oportunidades fuera del radar del inversor medio. Por supuesto, esto significa que uno debe esforzarse por evitar obstáculos no aparentes, pero también le permite descubrir tesoros ocultos antes que nadie”, comenta.