La pandemia de COVID-19 ha supuesto un punto de inflexión para la economía, la política y los mercados mundiales en cuestión de semanas. Para NN Investment Partners (NN IP), cuatro incógnitas económicas definirán la próxima década: la política fiscal, la desglobalización, el crecimiento y la inflación. Mientras, las nuevas fuentes de crecimiento económico dependerán de la innovación y la sostenibilidad.
El pasado 17 de junio, el director de inversiones de la gestora, Valentijn van Nieuwenhuijzen, y Peter Diamandis, autor de “The Future Is Faster Than You Think”, discutieron los cambios trascendentales que están viéndose impulsados por la crisis del COVID-19 durante el primer evento digital de la serie “UpsideDown”.
«La pandemia ha expuesto brutalmente los sistemas sanitarios que no estaban preparados y la fragilidad de las cadenas de suministro justo a tiempo (just in time) globalizadas», señala Van Nieuwenhuijzen. Si los gobiernos implementan políticas de apoyo activo para amortiguar el golpe de esta crisis económica masiva, el mundo avanzará con niveles de deuda aún más altos. En su opinión, esto podría acelerar la desaparición de la globalización y servir de catalizador para un nuevo régimen de deuda fiscal, crecimiento e inflación.
Política fiscal: ¿gasto o austeridad?
Según NN IP, hay dos aspectos claros de la futura política fiscal: los gobiernos estarán más abrumados por la deuda, y los bancos centrales se verán cada vez más obligados a monetizarla. La gran incógnita es si los gobiernos optarán por el gasto o la austeridad. Si se inclinan por esta última, es probable que recorten en programas sociales y aumenten los impuestos sobre los ingresos y el patrimonio. “Con ello se lograría la sostenibilidad de la deuda, pero a costa de un crecimiento potencial menor y malestar social”, afirma en una nota de prensa.
Otra posibilidad es que el aumento de estímulos fiscales por parte de los gobiernos permita subvencionar a consumidores y empresas; financiar proyectos sanitarios, climáticos y de infraestructuras; y redistribuir la riqueza entre los más pobres. En este escenario, la sociedad lograría más equilibrio en cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), y el crecimiento potencial alcanzaría niveles más altos. “Por otro lado, la deuda podría volverse insostenible, la inflación podría ser persistentemente alta y el crecimiento económico podría estancarse”, advierte la gestora.
La globalización bajo presión
A su juicio, si el foco político se traslada hacia los problemas creados por la globalización, como la desigualdad, los conflictos comerciales y el cambio climático, existiría la posibilidad de que las políticas comerciales de las últimas cuatro décadas se inviertan. En el plano nacional, podría allanar el camino para un programa populista o uno progresista. En ese sentido, asegura que, en el pasado, los gobiernos populistas han ignorado las limitaciones presupuestarias y no han cumplido sus promesas económicas, como la creación de empleo y mejores remuneraciones. “Los gobiernos progresistas tienen un mejor historial de creación de igualdad e impulso del crecimiento a través de la inversión”, apunta.
“En un mundo desglobalizado, el desafío sería contener la deuda, mantener alta la rentabilidad de las empresas y proporcionar el empleo elevado que la globalización ha logrado mediante la creación de puestos de baja remuneración”, dice NN IP. En su opinión, la escalada del conflicto EE.UU.-China, la ruptura de la cooperación internacional y la disminución del comercio mundial son riesgos que amenazan el crecimiento en la mayoría de las regiones y al uso del dólar como moneda de cambio global.
Fuentes alternativas de crecimiento
Con el parón del comercio, el estancamiento de la productividad y los niveles de inversión persistentemente bajos, las fuentes del crecimiento económico de la próxima década son una gran incógnita. Además, las perspectivas dependerán de si las innovaciones tecnológicas y los nuevos modelos empresariales impulsan el crecimiento o si el mundo se enfrenta a un estancamiento secular.
Para la gestora, la buena noticia es que hay una gran demanda de nuevas soluciones en muchas áreas, como la salud y el cambio climático; y la oferta de innovaciones “parece prometedora” en campos como la biotecnología, la eficiencia de las celdas solares o la robótica”, destaca la gestora. Si estos avances se materializan, podrían impulsar el potencial de crecimiento futuro.
Van Nieuwenhuijzen asegura que la crisis del COVID-19 también ha demostrado que los modelos de negocio a prueba de futuro son más estables y están mejor preparados para afrontar el cambio. «Esto es alentador y no solo ha sido evidente en el rendimiento de las estrategias de renta variable antes y durante la crisis, sino también en productos de renta fija como los bonos verdes», revela.
El regreso de la inflación
La enorme conmoción económica derivada de la pandemia es una fuerza deflacionaria adicional, pero, según NN IP, la inflación podría aumentar como resultado de la disolución parcial del libre comercio, la disminución de la competencia en los mercados de bienes y de trabajo y las perturbaciones en el sistema de tipos de cambio.
Además, considera que los gobiernos pueden sentirse tentados a inflar la carga de su deuda en lugar de orientarse hacia la austeridad. Sin embargo, todo aumento pronunciado de la inflación tendría repercusiones en la sostenibilidad de la deuda, que está estrechamente vinculada a unos tipos de interés estables y bajos.
Van Nieuwenhuijzen destaca que los responsables de la toma de decisiones tendrán éxito si preparan y ajustan sus políticas a medida que se desarrollen estas cuatro incógnitas. Y “como los inversores, es mejor que aprendan a esperar siempre lo inesperado».