La crisis del coronavirus ha desencadenado un cierto reequilibrio de los criterios ESG en el espacio de la renta fija sostenible. Según NN Investment Partners, mientras que en el pasado dominaban los bonos verdes, en los últimos meses, las amplias implicaciones sociales de la pandemia han trasladado el énfasis de la E a la S. Este cambio se refleja en el aumento de la emisión de bonos sociales, que recaudan fondos para proyectos sociales. Sin embargo, a largo plazo, el mercado de bonos verdes seguirá creciendo, marcando el camino para construir una recuperación económica sostenible.
En una nota de prensa, la gestora hace hincapié en que los bonos sociales han pasado de utilizarse para planes de viviendas sociales y creación de empleo a ayudar a mitigar el impacto social y económico del coronavirus. Por ello, los ingresos de la mayoría de los llamados bonos COVID-19 financian proyectos relacionados con la salud y la preservación del empleo. Desde principios de abril, se han recaudado alrededor de 20.000 millones de euros en países como Francia, España, Italia o Japón. En menos de tres meses, el mercado de bonos sociales ha crecido un 43% hasta alcanzar los 66.000 millones de euros.
“La mayoría se han utilizado para apoyar a las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), centrándose en la preservación de los puestos de trabajo”, asegura. Por ejemplo, ante los retos del sector sanitario, algunos bonos sociales lanzados recientemente se destinan a la compra de suministros y equipos médicos o al I+D en medicamentos y vacunas. También contribuyen a proporcionar apoyo financiero a las empresas para que puedan retener al personal y mantener los niveles de empleo.
NN IP ve probable que los principales emisores continúen siendo agencias, organizaciones supranacionales e instituciones financieras: actualmente, constituyen el 51%, 16% y 13% de ese mercado, respectivamente. Asimismo, revela que la mayoría de los bonos sociales están denominados en euros.
Para Jovita Razauskaite, gestora de carteras de bonos verdes de la entidad, «la pandemia ha llevado claramente el mercado de bonos sociales al siguiente nivel”, pero, pese a su reciente crecimiento, continúa siendo comparativamente pequeño y está dominado por unos pocos participantes. “Para crecer y diversificarse, tendrá que atraer una gama más amplia de participantes y tipos de emisores”, añade.
En su opinión, una vez que la pandemia haya quedado atrás, podría seguir creciendo, ya que los emisores corporativos que deseen abordar cuestiones sociales clave a través de sus negocios podrían buscar cada vez más financiación a través de los bonos sociales. A medida que aumente la liquidez, serán una opción viable para los inversores que deseen tener un impacto social positivo. “El mayor desafío para este mercado será crear un formato más normalizado para la presentación de informes de impacto, lo que mejorará la transparencia y aumentará su credibilidad y su potencial de crecimiento”, afirma.
Los bonos verdes despuntarán en el segundo semestre
NN IP cree que, a largo plazo, los bonos verdes seguirán marcando el camino para construir una recuperación económica sostenible y apoyar la transición hacia un mundo con emisiones cero y resistente al clima. El mercado de bonos verdes soberanos sigue creciendo, y países como España, Suecia, Alemania y Dinamarca tienen previsto lanzarlos en 2020. Los dos últimos, además, están buscando nuevas estructuras innovadoras.
Alemania está en camino de emitir su bono verde inaugural (probablemente de 10.000 millones de euros) en agosto o septiembre. El gobierno está planeando explotar el mercado con una nueva estructura gemela de bonos verdes: la emisión de un bono verde y un bono normal con el mismo vencimiento y cupón. Esto proporcionaría una diversificación natural entre los inversores de bonos convencionales y verdes.
Mientras, el concepto danés se centra en que los bonos se emitan con etiquetas transferibles llamadas «green add-ons» o certificados. Según la gestora, esto significa que una emisión tiene dos componentes diseñados como valores separados, cada uno con su propio ISIN: uno es un bono convencional y el otro es el certificado. El fundamento de esta propuesta es el pequeño tamaño del mercado de bonos soberanos daneses y el temor de que tener dos tipos de bonos soberanos crearía implicaciones de liquidez para el mercado en su conjunto.
Bram Bos, gestor jefe de carteras de bonos verdes en NN IP, celebra el continuo crecimiento del bono verde soberano, tanto en términos de volumen como de nuevos emisores que planean aprovechar este mercado. “Como en todas las áreas de las finanzas sostenibles, desconfiamos de las emisiones que ofrecen menos transparencia en cuanto al uso de los ingresos, o cuyas estructuras probablemente planteen dudas. El caso danés es un ejemplo de ello, y tenemos fuertes reservas sobre este concepto”, revela.
Mientras, la gestora apoya las estructuras que crean una curva de rendimiento verde, como la de Alemania, ya que ofrece opciones de bonos en una gama de vencimientos y refleja “el firme compromiso de un país” con un mercado de bonos verdes. Para Bos, “el aprovechamiento habitual de una única emisión de bonos verdes existente mejora la liquidez en un mercado en rápida expansión”.