Si se quiere lograr la neutralidad de carbono a nivel global, es necesario tener un enfoque inclusivo. Así lo explicó Hendrik du Toit, fundador y CEO de Ninety One, durante la celebración del foro Investing for a World of Change, que fue retransmitido en vivo a más de 30 países de todo el mundo y en el que el principal tema de la agenda fue el objetivo de las cero emisiones netas. Para alcanzar una transición razonable hacia la descarbonización es necesario abrir un debate entre todas las partes implicadas, de ahí la importancia de la COP 26, la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
En las economías desarrolladas, desde la Revolución Industrial hasta la actualidad, una persona ha consumido en promedio siete veces más carbono en su progreso que su par comparable en el mundo emergente. Así, una persona de origen indio consume el 8% de carbono que un estadounidense o un europeo medio. Estados Unidos, con una población de 300 personas es el segundo mayor emisor a nivel mundial, con aproximadamente la mitad de las emisiones de China. Sin embargo, el gigante asiático tiene una población de 1,300 millones de personas. La buena noticia es que el único ámbito en el que la administración Biden y el gobierno Chino siguen teniendo un canal de comunicación abierto es en el ámbito del clima.
Desde el punto de vista de una cartera, los inversores no deben tener únicamente en cuenta la intensidad de carbono de la misma. Por ejemplo, si se produce una desinversión en los mercados emergentes debido a la intensidad de carbono en su producción, sin dar la oportunidad a esas empresas a adquirir un compromiso hacia unas menores emisiones, estas empresas pueden acabar en las manos de un inversor privado que únicamente tenga interés por los flujos de caja y que no obedezca a ningún criterio medioambiental.
Por primera vez, el conjunto de la sociedad está respaldando la transición hacia un mundo con cero emisiones netas de carbono. Las empresas ya no están solas a la hora de desarrollar sus planes de transición hacia una economía descarbonizada. En el mundo financiero, los factores ESG han sido incorporados a través de todo el espectro de inversión. Los gobiernos a nivel mundial están desarrollando programas de estímulo fiscal para favorecer la lucha contra el cambio climático. Una gran mayoría de los países participantes en la cumbre COP26 ha desarrollado ya sus planes de actuación. Existe un consenso y está respaldado por el conjunto de la sociedad. Una vez llegados a este punto, es una cuestión de dejar la retórica a un lado e implementar soluciones prácticas que reduzcan de forma real las emisiones de carbono, que no solo cumplan con la forma de las normas, si no con su contenido, o las futuras generaciones no lo perdonarán.
Charla con Dr. Ma Jun
En una charla con el Dr. Ma Jun, presidente del Comité de Finanzas Verdes de China, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco Popular de China y co-presidente del Grupo de Trabajo de Finanzas Sostenibles del G20, explicó a Hendrik du Toit los problemas que enfrentan los inversores a la hora de seguir un marco de sostenibilidad.
Para el experto, los problemas globales no pueden ser solucionados a nivel local, por lo que la coordinación es fundamental. Hace cinco años, cuando se comenzaba a hablar en el G20 sobre iniciativas financieras verdes, había una queja sobre la falta de una taxonomía que los países pudieran aplicar a la hora de emitir bonos verdes. Ahora, en cambio, el problema es el contrario, existen demasiadas taxonomías, cerca de 200. Algunas están desarrolladas por las autoridades gubernamentales, otras por asociaciones industriales y otras desarrolladas por empresas. Si no existe una taxonomía común, es cómo si se hablaran 200 lenguas diferentes en el mismo mercado, haciendo muy difícil comunicarse, los costes de transacción son elevados y el mercado se verá segmentado. Además, una vez que los bonos verdes son emitidos en diferentes mercados se requiere una doble verificación. También hay otras cuestiones que precisan de un esfuerzo de coordinación, por ejemplo, las metodologías de las agencias de calificación ESG. En el mercado hay varias docenas de agencias de calificación y cada una utiliza una metodología diferente, por lo que sus resultados no son comparables. Otra área importante es la de las normas de presentación de informes sobre la sostenibilidad de las empresas, dónde hay otros tantos marcos y principios normativos diferentes entre sí. Unos hacen hincapié en el medio ambiente, otros en el cambio climático, algunos son obligatorios y otros son voluntarios, con lo que hay una falta de coherencia.
Al final, es el papel de la industria financiera trabajar con los reguladores para realizar una estandarización que sea práctica, sensata y que lleve a un mundo en el que se consiga detener el calentamiento global. Tras la gran crisis financiera, hubo una excelente cooperación a nivel de política mundial, tal vez se podría haber abordado de una forma diferente, pero en líneas generales, los bancos actuales son más seguros y mejores. Si en la anterior crisis Estados Unidos lideró el camino, en la crisis actual China podría dirigir las reformas.
Con respecto a los planes de transición de las empresas que no son sostenibles, ya no se trata solo de desinvertir en aquellas empresas que no cumplan con los criterios de la inversión verde, sino de ayudar a las empresas con altas emisiones de carbono a transformarse y a comprometerse con el proceso de descarbonización. Se necesita tener una vía de transición creíble para las industrias más contaminantes, como el acero, el cemento, el aluminio, el papel, la petroquímica y, por supuesto, el carbón y el petróleo. Y ésta debe ser incorporada en la taxonomía de las finanzas verdes y sostenibles, así las instituciones financieras no tendrán miedo de participar en los planes de transición.
Charla con Bill Winters
La plática de Hendrik du Toit con Bill Winters, consejero delegado del banco Standard Chartered, se enfocó en los principales avances en el proceso de descarbonización de cara a 2030. En la opinión del experto, las estrellas se están alineando. Empezando por los propios empleados del bancos, los accionistas, los acreedores o los reguladores y continuando por los clientes, todas las partes implicadas están presionando para que la entidad no financie a empresas que produzcan unas emisiones elevadas de carbono.
Standard Chartered tiene una fuerte presencia en África, Asia y Oriente Medio. Frecuentemente, en el diálogo con los inversores, éstos mencionan que la transición hacia la descarbonización es más fácil de implementar en Europa porque tiene un marco regulatorio y un mercado de carbono activo. Sin embargo, en las regiones emergentes, los gobiernos no van a poner la misma presión sobre las empresas locales, si no que la presión va a proceder de las finanzas. Por ejemplo, a partir de ahora, las empresas productoras de acero tendrán que presentar un plan creíble de transición hacia las cero emisiones netas de carbono para conseguir financiación. Porque si estas empresas no alcanzan sus objetivos, las entidades que las financien no alcanzarán sus objetivos.
Hace cinco años, la entidad decidió no financiar más centrales eléctricas de carbón. En su lugar, ayudaron a estas empresas a encontrar alternativas, reuniendo los contratistas adecuados y ofreciéndoles financiación a unas tasas competitivas con la voluntad de ayudar en la transición. Seis meses después, las centrales eléctricas cancelaron sus proyectos en carbón y los sustituyeron por otras opciones que eran más rentables económicamente. Standard Chartered ha reservado unos 75.000 millones de dólares para proyectos relacionados con la financiación de la transición hacia la neutralidad en carbono.