Con un año de retraso debido a la pandemia del coronavirus y en la ciudad escocesa de Glasgow, el domingo arrancará la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), que reunirá a los líderes mundiales hasta el próximo 12 de noviembre para abordar los retos y compromisos del cambio climático, la descarbonización y el objetivo de reducir el 25% de las emisiones de cara a 2030.
Según explican desde Mirabaud, a esta combre se llega con varios avances logrados: el compromiso del 70% de las economías mundiales hacia el objetivo de emisiones netas cero en 2050, frente al 30% acordado cuando el Reino Unido asumió la presidencia; el consenso sobre que solar y eólica son las fuentes de energía más competitivas y actualmente más baratas que las nuevas plantas de carbón y gas en dos tercios de los países del mundo; y el incremento en la movilización de recursos para la financiación del clima -en 2018 la OCDE calcula que se movilizaron 78.900 millones de dólares y sigue avanzándose-.
En opinión de Ostrum AM (filial de Natixis Investment Managers), a pesar de la postura particular de los gobiernos y de la política en torno a la COP26, “existe un impulso considerable en el sector privado sobre el tema del cambio climático en Europa, en Estados Unidos y, más recientemente, incluso en Asia”, enfocado a “converger hacia el compromiso de cero emisiones netas de carbono”. Tal y como indican, “más allá de los compromisos gubernamentales, es la sensibilización de la sociedad civil, las empresas y las autoridades locales la que hace posible que se produzcan avances concretos en la lucha contra el cambio climático”. Según la gestora, hay cuatro retos principales que se deberán abordar durante esta cumbre: “mitigación, adaptación, financiación y colaboración”.
La industria de gestión de activos considera que este encuentro es clave porque marcará las principales tendencias de inversión a corto, medio y largo plazo y, lo que es aún más importante, consolida su papel y capacidad para movilizar los recursos económicos necesarios en la consecución de objetivos climáticos. “El cumplimiento de estos ambiciosos objetivos mundiales para 2030 requerirá entre 5 y 7 billones de dólares estadounidenses de financiación anual. Este capital debe provenir tanto de actores públicos como privados, incluyendo el capital riesgo, los bonos verdes y el capital público, siendo este último cada vez más importante”, señala Pascal Dudle, Head of Listed Impact, Portfolio Manager en Vontobel.
Objetivos, retos y puntos conflictivos
Pese a estos avances, Álvaro Navarro, analista de renta variable en Mirabaud Research España, recuerda que los compromisos aún son desiguales entre países y lejanos a los objetivos. “De los 191 países firmantes del Acuerdo de París solo 113 (59% del total) han actualizado/revisado recientemente sus compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (NDC). Estos países más diligentes representan el 49% de las emisiones mundiales y prevén reducirlas un 12% en 2030 respecto a 2010. Cada plan climático refleja la ambición del país de reducir las emisiones, teniendo en cuenta sus circunstancias y capacidades nacionales, además de una base de equidad, un contexto de desarrollo sostenible y los esfuerzos por erradicar la pobreza. La COP26 tratará de aumentar la ambición de todos los países y especialmente de aquellos que no han presentado sus objetivos”, explica Navarro.
En este sentido, la COP26 se propone aprobar todas las normas para implementar el Acuerdo de París e impulsar acciones concretas para cumplir los objetivos. “En nuestra opinión hay un hecho claro: el compromiso con la descarbonización crece, será costoso pero se ha apostado fuerte por él. Esta transición y el desarrollo de renovables debe preservar la competitividad y realizarse con criterios exigentes para avanzar a gran velocidad y en la dirección correcta. Sustituir los combustibles fósiles en un plazo tan corto es un reto complicado y que afecta a todo el mundo”, destaca Navarro.
Según explica Silvia Dall’Angelo, economista senior en el negocio internacional de Federated Hermes, los puntos conflictivos son el papel de China, la falta de liderazgo creíble de Estados Unidos y la necesidad de financiar el desarrollo ecológico en los mercados emergentes. En este sentido, considera que la discrepancia entre los planes de descarbonización de China y los objetivos de París es muy pronunciada. La trayectoria de las emisiones chinas significa que China por sí sola utilizaría más del 50% del presupuesto mundial de carbono restante conforme a París.
“El compromiso de EE.UU. de reducir las emisiones en un 50% por debajo de los niveles de 2005 para 2030 parece muy improbable. Hay una gran incertidumbre en torno al destino del proyecto de ley plurianual de 3.500 millones de dólares de la administración Biden para reconstruir mejor, que incluye importantes disposiciones para las inversiones verdes. Respecto a las economías avanzadas, deben asegurarse de que los mercados emergentes dispongan de los recursos necesarios para alcanzar sus objetivos de desarrollo dentro de los límites medioambientales. Hasta ahora, no han cumplido su promesa de proporcionar 100.000 millones de dólares al año a los mercados emergentes para apoyar su transición energética. Dados los retos, las expectativas de acciones concretas de la COP26 son modestas, pero hay un amplio margen para las sorpresas positivas”, añade Dall’Angelo.
Para Jean-Philippe Desmartin, responsable de inversión responsable en Edmond de Rothschild AM, una prioridad de la COP26 será “la dotación completa y regular del fondo anual de 100.000 millones de dólares por parte de los países ricos en favor de los países más pobres, para ayudarles a financiar su transición energética y medioambiental, de acuerdo con el compromiso adquirido en la COP21. En la práctica, estamos más cerca del 80%, con una visibilidad que demasiado a menudo se puede poner en duda”.
El papel de la gestoras
Según Ophélie Mortier, estratega de inversión responsable de DPAM, considera que los resultados de la COP26 impactarán y guiarán nuestra estrategia sobre el clima en el futuro. “Es nuestro deber fiduciario que así sea. La financiación del clima es un determinante clave del éxito de la COP26. Como inversores institucionales, jugamos un papel decisivo a la hora de contribuir al éxito del Acuerdo de París
En opinión de Rebeca Cordero, asesora en sostenibilidad de Portocolom AV, ni la industria de fondos ni la industria en general espera mucho de la COP26. “Las entidades gestoras de fondos actualmente están más centradas en la adaptación a la legislación SFDR y las posibles acusaciones de posible green washing. Ya hemos visto a varios reguladores, entre los que se encuentran el regulador sueco y el inglés, alertando de la posible mala praxis a la hora de clasificar los fondos en los artículos 8 y 9 de la SFDR. Otro de los aspectos en los que está centrada la industria es en su propio compromiso con la neutralidad de emisiones cero en 2050, un reto al que sin duda a día de hoy es difícil dar respuesta puesto que todavía no todas las empresas se han comprometido, y las que lo han hecho, plantean dudas en cuanto al grado de cumplimiento y en cuanto a los objetivos que se han marcado a corto plazo”, explica Cordero.
En esta misma línea, Chris Iggo, CIO Core Investments de AXA Investment Managers, considera que para los inversores es importante que “comprendan que la política avanza en la dirección correcta” y advierte: “los inversores deberían centrarse en lo que se espera de la reunión de líderes mundiales y, supongo, que podría ser bastante fácil decepcionarse»
El impacto en la inversión
Todos estos objetivos colocan a las firmas de gestión de activos e inversiones en un lugar destacado para ser un motor de cambio, sin por ello dejar de lado la obtención de rendimientos atractivos para los inversores. Según apunta Nina Lagron, responsable de renta variable de gran capitalización de La Française AM, “la clave para lograr un impacto a largo plazo sobre el calentamiento global pasa por dirigir el estímulo posterior a la pandemia hacia las infraestructuras verdes mientras disminuye el apoyo a los combustibles fósiles”.
En los últimos 18 meses, los gobiernos del G20 sólo han asignado “363.000 millones de dólares a sectores o proyectos que pretenden impulsar la economía y reducir las emisiones o ayudar a la adaptación al clima, frente a los 1,2 billones de dólares destinados a sectores intensivos en carbono, como la aviación y la construcción, sin ningún elemento ecológico”, advierte Lagron. Los dos únicos países que destinan un estímulo similar a los sectores verdes y a los intensivos en carbono son Francia y Japón. Mientras que China, por ejemplo, con 247 GW de nueva capacidad en energía de carbón, ya sea en construcción o anunciada y autorizada, ha asignado 2.100 millones de dólares a estímulos verdes frente a 215.000 millones de dólares a sectores intensivos en carbono.
Abbie Llewellyn-Waters, responsable de Inversión sostenible en la gestora británica Jupiter AM, considera que todo el debate en torno al carbono se ha convertido en un elemento esencial para los inversores: “Estar preparado en las diferentes carteras y clases de activos para estos inevitables cambios en las políticas será determinante para las rentabilidades a largo plazo”. Para poder lograrlo, espera que la divulgación de los riesgos relacionados con el clima se generalice y estandarice, y que mejore su calidad. “Los mercados de capitales están cambiando y necesitamos un marco de inversión que mire al futuro. Como gestores de fondos, es importante que ayudemos a nuestros clientes a entender que la asignación de capitales puede desempeñar un papel clave a la hora de impulsar cambios para un mundo mejor y cómo sus ahorros pueden brindar resultados reales para el planeta, para la sociedad y para su bolsillo”, subraya Llewellyn-Waters.
Para Keith Wade, economista jefe de Schroders, dos medidas clave que la industria tendrá que tener en cuenta a la hora de orientar sus inversiones serán los impuestos y el cumplimiento normativo. En su opinión, estas dos herramientas ayudaría a cumplir los objetivos de las emisiones: “La primera sería establecer un impuesto global sobre el carbono. Este impuesto, a veces también llamado precio al carbono, se aplicaría a través de un canon sobre el contenido de carbono de los combustibles fósiles o sobre sus emisiones de CO2. También habría que conceder subsidios y compensaciones a los países más necesitados, muchos de los cuales ven el uso de combustibles fósiles baratos como algo esencial en el camino hacia los niveles de ingresos más altos que se encuentran en sus homólogos de los mercados desarrollados”. Dos catalizadores que, sumado al desarrollo tecnológico, serán muy relevantes para identificar oportunidades de inversión.