Japón, país de costumbres ancestrales y tradiciones milenarias, sufre estos días una transformación profunda que empieza en su economía, pero abarca amplios sectores de la sociedad. Con la tercera flecha de Shinzo Abe, le toca el turno a la agricultura.
Uno de los lobbies más poderosos de Japón, el Grupo de Agricultura Zenchu (JA Zenchu), ha controlado durante años eficazmente el sector agrícola del país junto con otras divisiones del Grupo JA, que incluyen la empresa comercial agrícola Zen-Noh y el brazo de sus servicios financieros No-Chu, explica en su última columna Kenichi Amaki, portfolio manager de Matthews Asia.
JA Zenchu tiene un extraordinario poder basado en la Ley de Cooperativas Agrícolas japonesa, que le otorga la facultad exclusiva de «auditoría y asesoramiento» a cooperativas agrícolas locales a las que cobra una cuota por los servicios prestados, pese a que muchos estiman que su consejo es inútil y los fondos recaudados a menudo se utilizan para conseguir influencia política. “Si alguna vez se ha preguntado por qué Japón mantiene aranceles extremadamente altos a la importación de productos agrícolas, JA Zenchu tiene mucho que ver con esto”, explica Amaki.
Durante décadas, el lobby ha sido un fiable máquina de recolectar votos para el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), una importante fuerza que ha ayudado a mantener al PLD en el poder durante la mayor parte de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el mes pasado, el primer ministro Shinzo Abe anunció (a regañadientes) que JA Zenchu ha aceptado la propuestas de cambios para despojar al grupo de su exclusivo poder de «auditoría y asesoramiento». Esto significa que a partir de ahora las cooperativas agrícolas locales podrán contratar a las sociedades de auditoría que elijan y ya no tendrán que pagar JA Zenchu por sus asesoramiento. Esto en la práctica supone desmantelar JA Zenchu y la pregunta que plantea el portfolio manager de Matthews Asia es por qué el primer ministro está tratando de cambiar una fórmula que le proporciona tantos réditos a su propio partido.
Amaki enumera en su columna de esta semana los desafíos a los que se enfrenta el sector agrícola japonés que van desde el envejecimiento de la población rural a las bajas tasas de autoabastecimiento. Pero el mayor de los problema, apunta, es que durante décadas esta industria ha sido mimada y protegidas por elevados aranceles de importación y subsidios gubernamentales.
En los últimos años, el porcentaje de los productos distribuidos por canales que no pertenecen al lobby ha aumentado, pero aún así, muchos agricultores, especialmente los que cultivan arroz y verduras, han optado por vender sus productos exclusivamente a través del Grupo JA, en lugar de construir sus propias marcas o sus propios canales de venta. De hecho, en algunos casos, el lobby ha desalentado la iniciativa empresarial por temor a que socavara su influencia y control.
Sin embargo, se espera que las actuales negociaciones para la Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica reduzca los aranceles para muchos productos agrícolas. Un factor que expone a los agricultores a una competencia que están mal preparados para enfrentar. La liberación de los grilletes que mantenía el Grupo JA Zenchu es el primer paso para la liberalización del sector agrícola de Japón, y permitirá que el sector para atraiga capital y talento que impulsen la innovación y la productividad.
Francamente, la liberalización de la industria agrícola del país es un desafío de proporciones enormes. La agricultura es poco popular entre las generaciones más jovenes debido a las duras condiciones de trabajo. Por el mismo bajo salario, hay puestos de trabajo mucho más fáciles a los que aplicar. Las corporaciones agrícolas institucionalizadas representan menos del 7% de la superficie total de tierras de cultivo. Ahora mismo, no apostaría por el renacer de la agricultura japonesa. Sin embargo, Abe tiene que comenzar por alguna parte, y el desmantelamiento de un grupo de presión importante que se ha interpuesto en el camino del espíritu empresarial es una buena idea para empezar. Al menos demuestra que ya no hay vacas sagradas en lo que respecta a las reformas estructurales. Otra tercera flecha ya ha sido disparada.
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