Según la estimación de Luca Paolini, estratega jefe de Pictet Asset Management, una cartera con un 50% de acciones y un 50% de bonos puede proporcionar una rentabilidad real del 2,4% de media los próximos cinco años. Sin embargo, para buscar una mayor rentabilidad no queda otra que aumentar la asignación a la renta variable e incluir mercados emergentes.
Con esta receta, en el plazo de cinco años, las carteras podrían llegar a generar una rentabilidad real cercana al 5%, pero eso sí, siendo muy selectivos. En este sentido, Paolini propone las compañías mineras europeas, dado que las considera una buena cobertura frente a la inflación, y China, para aprovechar su repunte. “Incluir mercados emergentes e inversión temática, sobre todo salud, energías limpias y automatización; así como deuda de mercados emergentes y activos reales”, indica.
A estas ideas de inversión, suma otras dos más: “Las materias primas, aunque no petróleo porque su valor puede disminuir, y los activos inmobiliarios, que no son particularmente caros en relación con las acciones y pueden generar una rentabilidad claramente superior a la inflación los próximos cinco años”.
Por último destaca que ha llegado el momento de incorporar estrategias alternativas, como hedge funds, infraestructuras, capital privado y, especialmente, deuda privada; ya que lo considera muy interesante en términos de diversificación y rentabilidad adicionales. “El capital privado puede proporcionar 10,6% de rentabilidad anualizada, el mejor de los activos. También vemos valor en oro, que puede proporcionar 7,5% de rentabilidad anualizada y que, junto con las infraestructuras pueden ser elementos diversificadores del riesgo”, añade Paolini.
Perspectivas de mercado: inflación y menor crecimiento
Ahora de construir una cartera a cinco años vista, el experto de Pictet AM advierte de que hay que tener en cuenta las previsiones macroeconómicas sobre la inflación y el crecimiento. “La reciente inflación es la mayor de los últimos 40 años. Deberíamos haberlo visto, pues no es sólo un fenómeno monetario. Es una decisión política, con sus componentes fiscal y monetario. Ha habido demasiado estímulo fiscal y monetario, sobre todo en EE.UU., y no suficientes personas capaces de producir para la demanda creada. A ello se ha añadido las preocupaciones de suministro, que permanecen, relacionadas con el COVID-19 y la guerra en Ucrania”, destaca Paoli.
Según su previsión, es lógico esperar que cuando la situación se asiente en Ucrania y los cuellos de botella en la cadena de suministros por la pandemia empiecen a resolverse, las presiones de precios remitirán y la inflación vuelva lentamente al nivel posterior a la crisis financiera mundial. “Aunque esperamos que la inflación vuelva a niveles casi normales lentamente, su volatilidad seguirá alta, principalmente debido a medidas erráticas de los bancos centrales para combatir la inflación y el riesgo de recesión”, matiza.
Respecto al crecimiento, explica que dependerá principalmente del aumento de la productividad. En su opinión, ésta ha aumentado aproximadamente 2% anualmente en mercados desarrollados los últimos 50 años y, según el FMI, probablemente está cerca de 1% o 1,5%, sin evidencia de que vaya a aumentar estructuralmente.
Aunque la digitalización puede aumentar la productividad, debido a la flexibilidad de horarios de trabajo, el FMI ya ha estimado que, por ejemplo, las ventas en línea, tras aumentar en 2020, han vuelto a la tendencia preexistente. Por tanto, aunque dependiendo de cada región, “la tendencia de crecimiento puede ser de vuelta a los niveles posteriores a la Gran Crisis Financiera Mundial”, afirma.
Bonos y renta variable
En este contexto, el experto se pregunta si la relación positiva entre inflación y rentabilidad a vencimiento de los bonos nos devolverá a los años 70. En este sentido, su respuesta es clara: no. “El estado actual de la inflación es cíclico. Ahora bien, tampoco es previsible una vuelta de la inflación al bajo nivel de 2020. Además, a largo plazo la rentabilidad de los bonos depende de la tasa de ahorro de la economía global y ha habido demasiados ahorros. Más aún, el FMI espera que la tasa de ahorro alcance máximos históricos los próximos cinco años. De manera que será difícil que la rentabilidad de los bonos sea sosteniblemente mayor que en el pasado”, argumenta.
Entre sus ideas de inversión, estima que la rentabilidad a cinco años de la deuda a diez años de EE.UU. podría alcanzar el 3% de media, y el 4,6% en el caso de la deuda corporativa investment grade en dólares, “una de las clases de activos de mejor relación rendimiento/riesgo”.
Fuera de EE.UU. reconoce que ve valor en algunos bonos, especialmente de Brasil. “En cambio, la deuda en Alemania o Europa, en general, es muy poco atractiva, debido a políticas monetarias rezagadas y valoración, con una previsión de rentabilidades medias por debajo de la inflación los próximos cinco años”, concluye.
Respecto a la renta variable global, Paolini indica que su rentabilidad podría situarse entre 7% u 8%, la mitad que en los últimos cinco años. “Pero en renta variable estadounidense puede ser 6%, también aproximadamente la mitad. Vemos más valor en mercados emergentes y renta variable europea. En mercados emergentes no solo por valoración, pues lleva barata mucho tiempo, sino también por la previsible devaluación del dólar, que favorece a estas economías. Incluso en China es previsible que la intervención regulatoria probablemente sea menos negativa. Más aún, la presión regulatoria puede más bien darse en EE.UU..”, afirma.