“Por primera vez en este siglo América Latina no crece. La región, que había sorteado la última crisis financiera con una salud envidiable, se ha visto atrapada por una combinación de factores negativos: el desplome de los precios de las materias primas, la desaceleración de China y una notable debilidad del consumo e inversión privados, afectados por la escasa confianza de las empresas y las familias. La CEPAL y el FMI estiman que el PIB de Latinoamérica se contraerá un 0,3% en 2015, si bien recuperará territorio positivo en 2016”. Con este telón de fondo inauguraba Antonio Zoido, presidente de BME, el 17º Foro Latibex celebrado recientemente en Madrid.
Aunque remarcó la heterogeneidad de la región (“mientras México crece un 2,5%, Brasil retrocede en la misma proporción y en Chile, Perú y Colombia el PIB crece entre el 2% y el 3%, la mitad de lo que venían haciendo en esta década”), algo que también se refleja en los mercados de valores (“la bolsa brasileña, ha bajado un 6% en lo que llevamos de año; las bolsas de Perú y Colombia acumulan por su parte fuertes pérdidas; sin embargo, se sitúa en territorio positivo la bolsa mexicana, con un 3%), dejó claro los retos comunes.
Sobre todo, la necesidad de que mejore su sistema de financiación. “Los últimos informes anuales sobre la región de la CEPAL y del FMI coindicen ambos en el mismo desafío: América Latina precisa de un mayor desarrollo financiero, está lejos del nivel adecuado de acceso a la financiación, sus sistemas financieros están subdesarrollados incluso en relación con sus fundamentos macroeconómicos”. Así, el acceso a la financiación de las empresas, sobre todo de las de menor tamaño, es limitado y ello restringe su capacidad productiva y de crecimiento. Esto mantiene a muchas empresas en estado permanente de vulnerabilidad y bajo crecimiento y genera graves consecuencias en términos de pobreza y desigualdad social en Iberoamérica.
“Este problema es coincidente con la situación evidenciada en gran parte del mundo con la crisis en la que aún nos debatimos. En el caso de América Latina, conviene recordar que solo el 40% de las pequeñas empresas y un 70% de las grandes manejan crédito bancario o líneas de crédito, según datos de la CEPAL y el Banco Mundial. Los sistemas financieros de la región son en general, poco profundos, centrados en banca comercial y con un horizonte temporal de corto plazo. Salvo excepciones, sus mercados de capitales son aún pequeños, con bajos niveles de capitalización y volúmenes de negociación limitados, muy concentrados en pocas acciones. Todo ello supone escasa capacidad de financiación y costes elevados”, dice Zoido.
Por todo ello, apela a una mayor a contribución de las bolsas para la financiación: “Podría ser, como en otras partes del mundo, esencial para equilibrar las fuentes de financiación, al menos las de las compañías más grandes. En los últimos cuatro años las bolsas de México, Brasil, Chile y Perú han acumulado 150.000 millones de dólares en ampliaciones de capital, si bien en 2014 y 2015 la tendencia se ha frenado. Es llamativo que estas cuatro bolsas, cuyo tamaño agregado por capitalización duplica al de la bolsa española, hayan aportado un 27% menos de financiación en los últimos cinco años y menos de la mitad que ésta en 2014”.
En su opinión, potenciar el mecanismo financiador de los mercados de valores es, por tanto, un reto capital para la región a pesar de los avances registrados en la última década. “Los principales organismos multilaterales, particularmente los especializados en la región como la CAF y el BID, recuerdan la necesidad de acometer reformasque fomenten el uso de los mercados. Además, se debería asegurar una regulación y supervisión adecuadas para reducir posibles asimetrías de información en otros desequilibrios”.
Invertir a largo plazo
Zoido mencionó lo que supone para un inversor europeo invertir en LatAm: “Desde la óptica europea, para el inversor con cartera en euros el comportamiento ha sido negativo, debido a la fuerte depreciación de las divisas, en línea con lo ocurrido en el conjunto de los países emergentes. El real brasileño ha perdido un 30% frente al dólar en 2015, el mayor retroceso de las divisas de los países emergentes. Sin embargo, aunque esta coyuntura puede invitar a deshacer posiciones en los mercados de valores iberoamericanos, los inversores estratégicos, que mantienen carteras en la región desde hace décadas, contemplan esta situación como una oportunidad para posicionarse a largo plazo”.
Porque hay cosas muy positivas: “La realidad no puede obviarse. Latinoamérica acumula algunos de los mayores recursos naturales y de menor coste de explotación, incluyendo petróleo, metales, minerales y productos agrícolas. Su demanda en el largo plazo mejorará, y, por tanto sus precios, a medida que mejore el crecimiento global. En segundo lugar, se trata de una región joven, su impulso demográfico, unido a un desarrollo social notable en este siglo, tenderá a subrayar el crecimiento económico. Y por último, no debe descartarse que la brecha tecnológica que aún mantiene respecto a los países más avanzados pueda cubrirse en un periodo mucho más corto que el que llevó a éstos a situarse en el nivel actual”.
Recuerda que la evolución de los precios de las materias primas es un factor externo, sobre el que no puede actuarse, pero los otros dos factores, el desarrollo social y el desarrollo tecnológico; pueden impulsarse con algunas medidas de política pública y con las reformas adecuadas: educación, infraestructura tecnológica, fomento de la innovación, inversión en I+D, etc. “Esto redundaría en una mayor confianza en la inversión privada y podría retomar el círculo virtuoso que hemos visto en la década pasada”.
Y añade: “La ignorancia de muchos inversores europeos sobre las empresas de América Latina implica un posicionamiento en las mismas muy inferior al que correspondería por el tamaño económico de la región”, apostilla. Y de ahí el valor de Latibex, “una red de acuerdos entre depositarios centrales, bancos y custodios y miembros de bolsa, unida a un régimen de información que replica las exigencias de cada mercado en su origen, que permiten al inversor europeo, incluso al más pequeño, un acceso privilegiado a los valores de América Latina”.