Tras la pandemia, la región latinoamericana parece haberse encontrado de nuevo con el viejo fantasma de la inflación, que registra sus niveles más altos de los últimos quince años en las principales economías del subcontinente. Como se comenta en un artículo reciente del Fondo Monetario Internacional, “Inicialmente, el incremento de la inflación estuvo impulsado por la subida de los precios de los alimentos y la energía, pero se tornó más amplio como consecuencia de la inercia de la política monetaria y las prácticas de indexación salarial, así como de la fuerte recuperación de la demanda, de bienes y, más adelante, también la de servicios.”
Las consecuencias del conflicto en Ucrania han supuesto un nuevo shock para la región, provocando un aumento en los costes de producción industriales, así como en los productos de consumo finales. Se calcula que un incremento de 10 puntos porcentuales de los precios del petróleo supondría un aumento de 0,2% la inflación en países como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú. Más allá de algo puramente coyuntural, ciertos países de la región como Argentina, Haití y Venezuela han visto en los últimos años cómo se cronificaba la inflación de sus mercados, convirtiéndola en un elemento habitual en la vida de sus habitantes.
La pérdida de poder adquisitivo que este fenómeno supone, junto a la devaluación de los ahorros de los ciudadanos, hace que la inflación haya sido uno de los fenómenos más estudiados en la historia de la economía, desde la corriente monetarista a la neoclásica, siendo quizás la keynesiana una de las concepciones que más ha pervivido en la memoria popular. Pese a lo revolucionario de esta corriente, sus planteamientos son deudores de algunos planteamiento precedentes, como los de Waddill Catchings.
Waddill Catchings fue uno de aquellos economistas cuyo marchamo siempre pareció ser la versatilidad, aquellos que, a lo largo del pasado siglo, parecían manejar a la perfección disciplinas económicas tan distantes a priori como, el sector financiero, el fiscal, la macro y microeconomía, incluyendo en ésta última la necesaria materialización en el campo práctico, algo que en la vida del economista es frecuente, y es que la vida de Catchings se vio jalonada, especialmente en su adultez, por proyectos de envergadura nacional.
Catchings nació en 1879 en Sewanee, perteneciente al estado de Tennessee, se graduó en el Harvard College en 1901 y en la Harvard Law School en 1904. Durante el pánico financiero de 1907, se trasladó a Nueva York para iniciar una carrera como abogado, llegando a ser socio de Sullivan & Cromwell. Allí demostró ser un experto en la gestión de empresas en quiebra, dirigiendo incluso numerosas empresas, como la Platt Iron Works, la Sloss-Sheffield Steel & Iron y la Central Foundry. Durante la Primera Guerra Mundial, Waddill trabajó en el departamento de exportaciones de J.P. Morgan and Company comprando suministros de guerra para los aliados.
Waddill fue un hombre carismático, esta facultad, unida a su experiencia en negocios industriales le hizo entrar en estrecho contacto con Goldman Sachs, y en 1918, tras la marcha de Henry Goldman, Waddill se incorporó a la sociedad de la empresa.
La ambición de Catchings le convirtieron inmediatamente en un líder de la empresa. Asesoró en varias fusiones importantes a lo largo de la década de 1920 y aumentó rápidamente sus acciones en Goldman Sachs, convirtiéndose en el primer socio principal fuera de las familias Goldman o Sachs en 1921. En diciembre de 1928, creó la Goldman Sachs Trading Corporation (GSTC), un fideicomiso que agrupaba el capital de los inversores para invertir en acciones. Sus prácticas hicieron vivir a la empresa una verdadera época dorada durante los años 20 pero una serie de decisiones demasiado agresivas acabaron deteriorando su relación con los socios. Además, durante esta década Catchings coescribió varios libros; como Money (1923), Profits (1925) y The Road to Plenty (1928). Tras el catastrófico fracaso del GSTC en 1930, en la estela del Crack del 29, los socios de la empresa decidieron que Waddill debía abandonar Goldman Sachs. El economista permaneció activo como asesor en diversos negocios hasta que en la década de los sesenta se retiró para, finalmente, fallecer en 1968.
Catchings se anticipó a Keynes en muchos de sus postulados. Por ejemplo, fue junto a John Foster Dulles y otros, uno de los arquitectos de tres grandes promociones de trust de inversión de la época: “Blue Ridge”, “Shenandoah” y el ya citado “Goldman Sachs Trading Corporation”. Catchings también estudió y redactó en sus ensayos la causa de las depresiones de los negocios y los estados modernos. El economista alumbró en sus ensayos diagnósticos tan aceptados en los años posteriores como aquel que mostraba los peligros que podría acarrear un ahorro excesivo de la población, si este no se traducía en un mayor consumo, en un aumento del volumen comercial. En concreto, este planteamiento fue esgrimido en el ya citado “The road to plenty”, en contra de economistas tan influyente a la sazón como J. B. Say.
Se dice que Catchings también llegó a los halcones de Washington, tanto es así que estos convencieron a Roosevelt, presidente a la sazón, de que leyera al autor y, tras hacerlo, el presidente escribió en su ejemplar: “Demasiado bonito para ser verdad. No se puede conseguir algo por nada”. No mucho más tarde pondría en práctica lo que se ha conocido como New deal, un paquete de medidas económicas de influencia keynesiana. Además, el presidente también valoró las expresiones de Catchings, e incluso llegó a utilizarlas, por ejemplo, al hablar de una nación «mal alimentada, mal vestida y mal alojada», una de las frases más famosas del economista.
Nota de Carlos Burgos Retamal.