La esperanza de un acuerdo para el “alto el fuego” ha hecho desaparecer lo que quedaba de la “prima de guerra”, permitiendo que el precio del S&P 500 supere los niveles alcanzados inmediatamente después del inicio de las hostilidades. Espoleado por las declaraciones de Alexander Fomin (viceministro de defensa ruso), que propone reducir “significativamente” las actividades militares próximas a Kiev y Chernihiv para estimular la confianza de los ucranianos y facilitar un final satisfactorio a la nueva ronda de negociaciones, el sentimiento inversor ha dejado atrás el tono pesimista a pesar del encarecimiento en los precios de la energía y el endurecimiento en la dialéctica “hawkish” de la Fed.
Las encuestas de la Asociación Americana de Inversores Minoristas y el ratio Put/Call han descendido de forma notable desde los máximos de principios de marzo y se colocan por debajo de las lecturas mostradas el 23 de febrero. El mercado es una máquina de anticipar, y ahora apuesta más fuerte por la proximidad de la tregua, que aún está por verse refrendada en los titulares de prensa que alimentan el índice de riesgo geopolítico diseñado por Dario Caldara y Matteo Lacoviello..
De momento, los inversores parecen no prestar atención al rapidísimo aplanamiento de la curva 2 años – 10 años, que registró el jueves el primer cierre negativo desde agosto de 2019. Históricamente, lecturas por debajo de cero han coincidido con mercados de acciones volátiles y próximos a máximos de medio plazo.
La reacción en los precios de las materias primas ha empeorado el cuadro inflacionista, deprimiendo más las tasas reales. La dicotomía entre la curva nominal 2 años – 10 años y la de TIPs puede haber actuado de soporte para el mercado. El fin de las hostilidades debería cerrar la brecha dejando el precio de activos de riesgo más expuesto a potenciales correcciones.
A pesar de ello, la inversión de la curva debe tomarse como una eficaz señal de alerta y no de alarma.
Desde 1965 la economía estadounidense ha sufrido ocho recesiones y todas ellas vinieron precedidas por la pendiente negativa en la serie USYC2Y10 (diferencial entre la TIR del 2 años y del 10 años). De media, la señal de contracción económica se activó 16 meses antes del inicio oficial de la recesión, que posteriormente identificó el NBER. Es tiempo suficiente para ajustar nuestra estrategia de inversión y preparar las carteras para un entorno menos amigable. Sin embargo, merece la pena tener en cuenta la dispersión que se aprecia entre los distintos periodos, como ejemplo: mientras que la recesión del 2001 fue anticipada en solo 12 meses por la pendiente negativa, en crecimiento económico no comenzó a contraerse hasta dos años después.
Con la estadística de nuestro lado es peligroso acudir al conocido adagio “esta vez es diferente”. Como hizo Ben Bernanke en 2005 ante el Congreso, negando la evidencia y buscando argumentos para justificar los altos precios de la propiedad residencial, ahora Jay Powell muestra indiferencia respecto al aplanamiento de la curva 2–10 y señala su preferencia por la 3 meses–10 años, aunque la curva OIS 2–10 adelantada un año ya opera en terreno negativo. En realidad la diferencia en usar como referencia uno u otro tramo no tiene que ver tanto con la eficacia de la señal sino con la precocidad con la que anticipan la recesión; si la Fed acaba poniendo en práctica su plan de subidas todas las curvas quedarán invertidas en 2023.
Curiosamente, la correlación entre la serie 3 meses–10 años y la 2 años–10 años empieza a romperse en diciembre, coincidiendo con el giro de discurso en el seno de la Fed (o “Powell Pivot”).
Esto tiene sentido porque, a diferencia de la letra a tres meses que tan solo refleja el estado actual de tipos, el bono a dos años incorpora en su cotización la interpretación que hace el mercado de las guías a futuro que comparten los miembros de la Reserva Federal. Aunque las curvas acaben por converger, la 2–10 por lo tanto ofrece una perspectiva más rica respecto al futuro desempeño de la economía.
Por eso es recomendable no perder de vista la evolución de este diferencial de rentabilidad, que además de darnos claves respecto al comportamiento de la bolsa en el medio plazo también ofrece pistas en el ámbito de la renta fija; desde 1985 entornos donde la pendiente 2-10 ha sido negativa, la rentabilidad para un inversor en bono del tesoro de EE.UU. ha superado a la de la liquidez en depósito en un 3% aproximadamente.
En lo que respecta a temáticas de inversión, la inercia en beneficios por acción favorece todavía a las empresas value; no obstante, en un entorno de crecimiento más escaso y con las tasas reales estabilizando o cayendo, las acciones growth podrían recuperar el liderazgo.
El indicador de crecimiento (que incluye índices de gerentes de compra, precio de materias primas, rentabilidad de bonos soberanos emitidos por países muy ligados al ciclo de materiales básicos, entre otros) viene desacelerando, pero aún se encuentra en zona de expansión y sigue favoreciendo, de momento, el valor sobre el crecimiento.