A falta de cinco semanas para terminar el año, las convocatorias de las gestoras para presentar sus perspectivas de cara a 2022 se agolpan en la agenda. Aunque no todas se muestran igual de optimistas y cada una identifica oportunidades diferentes para los inversores, sí coinciden en tres palabras, que consideran imprescindibles y que determinarán gran parte de las inversiones del próximo año: la inflación, los bancos centrales y China.
Vayamos al inicio: ¿cuál es el punto de partida de 2022? En opinión de las gestoras la pandemia del COVID-19 ha dejado un nuevo escenario en el que las tendencias que se venían desarrollando los últimos años se han acelerado, en especial todo lo relacionado con la disrupción tecnológica y los cambios de hábitos. Además, la reapertura de las economías y el aumento de la demanda han tensionado las cadenas de suministros; una reapertura que sigue amenazada por una reactivación del virus. En el lado positivo de esta foto estática se encuentran las vacunas, que son el principal factor que ha marcado la diferencia entre las presentaciones de perspectivas de este año y las del año pasado.
En términos generales, las gestoras coinciden en que el crecimiento a nivel global continuará en 2022. En opinión de Stefan Hofrichter, director de Economía y Estrategia Global de Allianz Global Investors, éste tendrá “altibajos” y será “divergente” según la región y el país. “Consideramos que habrá una moderación del crecimiento, lo que no significa que estemos ante el fin de un ciclo. Al crecer a un menor ritmo puede que los inversores se pongan algo más negativos y tiendan a reducir su exposición al riesgo y a estrategias multiactivo, pero no es el fin del mundo. Puede que no sea el momento de ponerse bravo, sino de mantener la calma y centrarse en los fundamentales”, explica Hofrichter.
Moderación del crecimiento
Poniendo estas previsiones en cifras, Stefan Kreuzkamp, Chief Investment Officer de DWS, señala: «Esperamos que la economía de la eurozona crezca un 4,6% el próximo año, de forma ligeramente más fuerte que la de Estados Unidos (4,0%), mientras que en China el crecimiento se ralentizará hasta el 5,3% debido a las reformas”, apunta Kreuzkamp.
Según Vincent Mortier, CIO adjunto en Amundi, en 2022, el ciclo se extenderá aún más, pero no espera unos mercados frenéticos. “En la secuencia de tapering y desaceleración, seguida de más estímulos y reaceleración, los inversores deben ser cautelosos primero y buscar puntos de entrada para complementar su posicionamiento estratégico en renta variable, materias primas y mercados emergentes, en una jugada de ciclo tardío típico”, matiza Mortier.
En cambio, Ariel Bezalel, responsable de renta fija en Jupiter AM y gestor de Jupiter Dynamic Bond, se muestra algo más negativo y considera que “a medida que nos adentramos en 2022, la economía mundial se ralentizará bruscamente”. Eso sí, coinciden en mirar hacia los fundamentales para entender qué frenará el crecimiento. «La demanda china se ralentiza, así como las políticas fiscales y la demanda reprimida, que han sostenido la economía desde la pandemia, que comienzan a desaparecer. Además, las complicaciones en la cadena de suministro causadas por la pandemia están resultando mucho más difíciles de resolver de lo que yo y muchos otros imaginábamos, y pueden continuar en el nuevo año, aunque no estarán con nosotros para siempre”, señala Bezalel.
Para Ralph Elder, director general de BNY Mellon Investment Management para Iberia y Latam, entraremos en el nuevo año de la mano de los estímulos bancarios y de una liquidez que continuará durante 2022. “Estamos constructivamente positivos, gracias a factores como las vacunas, a los balances saneados de las empresas y a la expectativa de que los problemas en la cadena de suministro se irán resolviendo, pero siendo conscientes de los riesgos. En especial, de la inflación, cuyo debate sobre si es transitoria o permanente está muy presente”, destaca Elder
Inflación: el gran debate
Como en el resto de presentaciones de perspectivas, la inflación está ocupando un lugar prioritario, ya que se considera no solo uno de los principales riesgos, sino uno de los factores que más va a marcar el posicionamiento de las carteras durante todo el año. “Tenemos argumentos a favor de ambos posicionamientos. Hay una parte del alza que es transitoria y que creemos que se irá rebajando a lo largo de 2022, pero hay otros factores que son más permanentes. Por ello, esperamos que la inflación se modere durante el año, pero no volveremos a los niveles tan bajos de inflación de años anteriores”, explica BNY Mellon IM para Iberia y Latam.
Una reflexión que gestoras como Allianz GI o DWS también comparten. Según explica, por ejemplo Kreuzkamp, normalmente, la inflación se dispara por un aumento de la demanda, pero sostiene que esta vez la situación es diferente. Las limitaciones de la oferta debidas a las interrupciones de la cadena de suministro han desplazado la curva de la oferta hacia la izquierda, a lo que se suma la demanda reprimida. Ambos factores son los principales responsables del reciente y sorprendente aumento de la inflación. No obstante, y de cara al año que viene, Kreuzkamp se muestra cautelosamente optimista: «Los problemas de la cadena de suministro deberían remitir gradualmente en 2022, y con ellos la inflación, aunque debería mantenerse muy por encima del nivel observado antes del estallido de la pandemia del COVID-19″. En concreto, el experto de DWS espera que la inflación sea del 2,8% en Estados Unidos, del 2,6% en la eurozona y del 2,2% en China.
Según Jack Janasiewicz yGarret Melson, de Natixis Investment Managers, Solution, dentro del debate sobre la inflación, se ha perdido el hecho de que la fuerte demanda se está convirtiendo en un aumento de los precios, lo que enturbia la imagen del verdadero crecimiento económico. “Aunque todos preferiríamos una inflación más modesta y un mayor crecimiento real, el panorama del crecimiento nominal sigue siendo sólido, con unas estimaciones de consenso del crecimiento nominal del PIB que probablemente sigan siendo demasiado bajas. Mientras que una normalización continua de los patrones de consumo, desde los bienes hacia los servicios, debería ayudar a que la composición del crecimiento nominal se aleje de la inflación y vuelva al crecimiento real, los ingresos contables de las empresas en términos nominales, y un crecimiento muy por encima de la tendencia, independientemente de la composición, seguirá apoyando el motor de los beneficios empresariales. Se espera que la inflación termine en un nivel superior a los niveles anteriores al COVID-19; pero estamos en desacuerdo con cualquier expectativa de un aumento significativo”, explican.
Para Pascal Blanqué, director de Inversiones de Amundi, ha comenzado un nuevo régimen financiero, caracterizado por rasgos estanflacionistas al estilo de los años 70. “El fin de la era monetaria ultra acomodaticia, así como el momentum creciente de las políticas dirigidas a la transformación verde y justa, definirán nuevos mandatos para los bancos centrales. Su función de reacción parece incierta y las expectativas de inflación pueden quedar desancladas. Cabe esperar algún reordenamiento de las primas de riesgo, cuando los yields reales y nominales comiencen a aumentar, y un impacto cada vez mayor de los factores ESG en los precios de mercado».
A corto plazo, para salir del laberinto de la inflación, Gergely Majoros, miembro del Comité de Inversión de Carmignac, advierte: “En vez de centrarnos en el debate, es más importante mirar el impacto que la inflación ya tiene en el mercado, porque la inflación se quedará y en una tasa mayor a lo que en un primer momento pensábamos. En su evolución será muy determinante lo que ocurra en el mercado laboral y las políticas fiscales de los gobiernos, porque pueden convertirse en elementos que presionen más o menos al alza la inflación”, explica Majoros.
Bancos centrales: los jugadores clave
El “fin de la era monetaria ultra acomodaticia” al que se refiere Blanqué es el segundo factor en el que coinciden las perspectivas de las gestoras. Sobre su papel, de nuevo, sale a relucir cierta divergencia: Estados Unidos y algunos mercados emergentes van más adelantados en la normalización de sus políticas y retirada de estímulos, que las instituciones de la Unión Europa, Reino Unido y Japón.
En este sentido, los documentos de las gestoras muestran cierto consenso en que estimar que el camino de salida de las políticas monetarias extremadamente laxas es largo. “En Estados Unidos, la reducción de las compras de bonos debería concluir a mediados de 2022. En este sentido, la primera subida de los tipos de interés podría llegar en el cuarto trimestre. En Europa, en cambio, todavía no hay ninguna subida de tipos de interés en el horizonte, ni el año que viene ni en 2023”, espera el Chief Investment Officer de DWS.
Según explican desde OFI Asset Management, los bancos centrales siguen dirigiendo eficazmente la normalización de los rendimientos de los bonos a medida que la actividad económica se va normalizando. “El mercado está empezando a tener sus dudas, dado el número de subidas de tipos que contemplan los futuros para 2022: dos en Estados Unidos y casi una en Europa, sobre todo porque las trayectorias de crecimiento consensuadas para 2022 se ven reducidas por las limitaciones de producción derivadas de la escasez de mano de obra, componentes y cuellos de botella en el transporte. En 2014, la Fed tardó dos años en completar su tapering e iniciar su ciclo de endurecimiento monetario. Puede que esta vez sea menos paciente”, destacan.
Desde Amundi apuntan que los bancos centrales aceptarán ir por detrás de la curva, dada su “desatención a la narrativa inflacionista”. Según la gestora, “tras un primer paso hacia el tapering, cabe esperar más, no menos, acomodación monetaria en medio de la desaceleración del crecimiento y las crecientes necesidades fiscales necesarias para financiar la transición verde y justa”.
Paul Brain, responsable del equipo de Renta Fija de Newton (parte de BNY Mellon IM), añade: “El desencadenante de las subidas de tipos será probablemente cuando haya una visibilidad más clara de los niveles de empleo, que seguirán dependiendo del éxito de la transición de las economías. Las estadísticas de empleo muestran actualmente señales confusas a medida que las economías se ajustan de un mundo pre a post-covid, y anticiparíamos una mayor claridad en torno a la dirección de las cifras de empleo a medida que los paquetes de apoyo del gobierno comienzan a desaparecer. Nuestra expectativa es que probablemente no será hasta el primer trimestre del próximo año cuando los banqueros centrales tengan una idea clara de cuándo deben ajustar la política monetaria más allá de simplemente ralentizar sus programas de compra de bonos”.
China: un giro hacia la regulación
En último lugar, las gestoras consideran que el giro que ha dado China hacia una mayor regulación de ciertos sectores (como la tecnología, el real estate y la educación) y su desaceleración en el crecimiento tendrán un impacto relevante en las decisiones de inversión el próximo año. Elder reconoce que China es un riesgo a tener en cuenta, pero también un mercado en el que no hay que dejar de buscar oportunidades a largo plazo. “Será clave seguir identificando a los generadores y perdedores de todos estos cambios que se están produciendo, y también de los que vendrán a largo plazo como, por ejemplo, en el cambio de la energía renovable y el compromiso con la sostenibilidad del país”, apunta.
Sean Taylor, Chief Investment Officer Asia Pacific de DWS, ve un cambio de dirección para los mercados de renta variable asiáticos el próximo año. “Después de un año 2021 muy difícil, en los que los mercados de renta variable asiáticos no se acercaron al ritmo de los mercados estadounidenses y europeos, la situación parece mucho mejor de cara a 2022”.
En su opinión, los malos resultados del año actual se deben a cuatro factores: el endurecimiento de la política monetaria en China, las nuevas regulaciones gubernamentales, una política de tolerancia cero con la pandemia de coronavirus y un apoyo fiscal significativamente menor, ha indicado. Taylor espera que en 2022 las restricciones relacionadas con el COVID-19 desaparezcan poco a poco, lo que supondría un viento de cola para la economía.