Los fondos de inversión que aplican criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo a la hora de gestionar sus carteras son cada vez más numerosos y su importancia y volumen han crecido con fuerza desde la crisis financiera, según explicó en una reciente exposición en Madrid Ramón Esteruelas, especialista de Inversiones y de fondos socialmente responsables en BNP Paribas Investment Partners.
En Europa, el volumen de los fondos socialmente responsables o que incluyen criterios no financieros en su gestión tradicional asciende ya a 136.000 millones de euros, según los datos de Vigeo, lo que supone casi triplicar los 49.000 millones que suponían al principio de la crisis en 2008. Los datos muestran un fuerte crecimiento vivido desde el año 2009, también en aquellos gestionados desde una perspectiva “best-in-classs”, que según los datos de Eurosif han pasado de poco más de 130.000 millones en 2007 a 353.555 millones a finales de 2013 (con los últimos datos disponibles), de forma que de 2011 a 2013 la tasa de crecimiento anual se acerca al 25%. “La sensibilidad de la industria y de la regulación están provocando un cambio y un crecimiento exponencial”, defiende Esteruelas.
En Estados Unidos ocurre lo mismo: según datos de US SIF, a 1 de enero de 2014 había 6,57 billones de dólares invertidos con este criterio, el 18% de la industria de fondos, lo que supone una tasa de crecimiento del 76% desde enero de 2012 a enero de 2014 (teniendo en cuenta fondos que incorporan criterios ASG a su gestión pero también las llamadas “shareholder resolutions”, con un crecimiento muy importante desde 2007).
En España, según datos de Spainsif, había 8.300 millones de euros invertidos en fondos de este tipo a finales de junio de 2014, con un crecimiento del 19% en los últimos doce meses considerados, y una cifra que supone el 1% de la industria de fondos, en línea con Italia (donde supone el 3%). En Europa, los países con mayor peso de estos fondos en la industria son Francia (38%), Reino Unido (18%), Suiza (10%) y Holanda (9%).
Formas de aproximación
Hay diferentes formas de invertir con criterios ASG: en primer lugar, se puede adoptar una inversión temática, algo que puede calar mejor entre los clientes particulares; pero también se puede adoptar una estrategia “best-in-class”, la de BNP Paribas IP, consistente en seleccionar, de un universo de inversión, los nombres que mejor nota obtienen en función de un análisis no financiero y que estudia el impacto ambiental social y de buen gobierno de cada compañía (que se suma al análisis financiero para dar lugar a la cartera final).
BNP Paribas IP lleva 14 años trabajando de esta forma y cuenta con 20.000 millones de euros invertidos en fondos con estos criterios, junto a carteras institucionales y para el cliente privado. La base de su metodología es que cuenta con un equipo de analistas totalmente independiente del equipo de gestión de los fondos tradicionales –y que normalmente tienen un perfil no financiero-, y también cuenta con el apoyo e información de consultoras externas (Sustainalytics, Trucost, MSCI ESG, brokers especializados en analizar criterios ASG, proveedores especializados en diversos sectores, como por ejemplo GRESB en el sector inmobiliario….).
El proceso
En la entidad, utilizan la clasificación sectorial GICS (nivel 1) para definir los sectores, pero, más allá, el análisis se realiza a nivel sub-sector, región y capitalización bursátil. El paso segundo es analizar las empresas utilizando una serie de criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo, de forma que cada empresa recibe una puntuación sobre su impacto ambiental (A), impacto social (S) y gobierno corporativo (G) que va de 0 a 100 (siendo 100 la mejor nota). En tercer lugar, se elabora un ranking sub-sectorial (por regiones y por capitalización bursátil) de las empresas analizadas en función de la puntuación recibida, de forma que se “limpia” el universo para pasarlo a los gestores tradicionales. “Además, hacemos un seguimiento continuo”, explica Esteruelas.
De cara a obtener esa puntuación, sobre la base de una matriz que incluye unos 200 indicadores distintos que miden el impacto ambiental, social y el buen gobierno de las compañías analizadas, los analistas puntúan cada compañía con una nota que va del 0 al 100. Después, el analista ASG añade su analisis cualitativo que se superpone al cuantitativo, de forma que puede subir o bajar la nota en un 30% por aspectos que no están en la matriz, en función por ejemplo de información que obtiene de cara a conversaciones con las compañías o por otras vías. A continuación, en la gestora elaboran un ránking por sub-sectores (por región y capitalización) en función de la nota final ASG y dividen el ránking en deciles –cada decil tiene que incluir al menos cinco compañías-. “En nuestros fondos “best-in-class”, los gestores tienen el objetivo de utilizar como universo de inversión las compañías situadas en los primeros siete deciles del ránking, de excluir las compañías de los últimos tres deciles y de sobreponderar las compañías situadas en los primeros tres deciles”, explica Esteruelas.
El experto explica además que existen dos tipos de indicadores o medidas: indicadores comunes a todos los sectores (con las siguientes ponderaciones mínimas: impacto ambiental, con un peso mínimo del 10%; social, con un peso mínimo del 20%; y de gobierno corporativo, con un peso mínimo del 30%), además de indicadores específicos a algunos sectores seleccionados por el analista especializado en cada sector.
¿Aporta valor?
Según el experto, esta gestión aporta especialmente valor en los nombres de mediana capitalización, más que en las grandes compañías. Y asegura que el hecho de analizar firmas más allá de los índices globales de renta variable global y europea (analizan las firmas del MSCI Europe más otras de capitalización superior a los 200 millones de euros y con un free float de más de 500 millones, además de las del MSCI exEuropa y, en renta fija, las del Barclays Euro Aggregate Index, emisores que no están en el MSCI World), no aumenta el tracking error.
“El hecho de incluir estos criterios, incluso en gestión pasiva, ayuda a aportar rentabilidad y no aporta más riesgo en las carteras”, dice. Y apostilla: “La inclusión de criterios ASG se está convirtiendo en parte importante de la gestión: aporta valor, no resta rentabilidad”, dice Esteruelas. Y está convencido de que la regulación, con nuevas iniciativas en el horizonte, ayudará.