El líquido elemento es un bien escaso de cuya preservación depende la vida en nuestro planeta y que, a día de hoy, necesitan desesperadamente 2.100 millones de personas en todo el mundo, según un informe publicado recientemente por la UNESCO. Según este informe, el acceso inadecuado a los servicios de agua potable y saneamiento provoca cada año 780.000 muertes por disentería y cólera, mucho más que las víctimas de conflictos, terremotos y epidemias.
“El oro azul se enfrenta a desafíos tan importantes que el Foro Económico Mundial ha clasificado las crisis del agua como uno de los cinco mayores riesgos globales a los que se enfrenta el planeta”, afirma Jean-Philippe Desmartin, director del equipo de inversión responsable de Edmond de Rothschild Asset Management.
Esta organización internacional independiente destaca que “una serie de factores agravantes pueden empujar a más megaciudades hacia el día cero del agua”, incluyendo el crecimiento de la población, la industrialización o la debilidad de las infraestructuras. También denuncia las “políticas polarizadas y cortoplacistas” que ponen en peligro los recursos hídricos.
La escasez de agua se hace evidente si tenemos en cuenta que solo el 1% del agua del planeta potable. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el agua salada representa el 97% de las reservas totales, mientras que el 2% del agua dulce está congelada en casquetes polares y glaciares.
Este líquido es fundamental para la mayoría de las actividades humanas, ya sea en la agricultura, la industria y las necesidades domésticas e incluso recreativas. Según la Water Footprint Network, se calcula que se utilizan un promedio de 10.000 litros de agua para fabricar un kilo de algodón, mientras que un kilo de carne de vacuno requiere aproximadamente 15.000 litros.
La esperanza se sustenta, según Desmartin, en el progreso tecnológico y el abanico de soluciones potenciales, como el uso de Big Data para gestionar las precipitaciones para un riego más inteligente de los cultivos o los avances bioquímicos que hacen más accesible la desalinización del agua de mar por ósmosis inversa. “Si queremos conservar el oro azul, también tendremos que cambiar nuestros hábitos de consumo y nuestros métodos de producción”, sostiene este experto.
Principales desafíos
El crecimiento de la población mundial, la urbanización o la industrialización de los mercados emergentes son aspectos que tienen un impacto directo en cómo gestionar este recurso esencial. “Si no se gestionan los limitados recursos hídricos del planeta, los costes sociales y económicos serán enormes. La otra cara de la moneda de este escenario es que, si el mundo puede aprovechar sus limitados recursos hídricos, los beneficios para la humanidad serán enormes y se traducirán en un caso de inversión convincente”, explica Álvaro Cabeza, responsable para Iberia de UBS Asset Management.
Desde UBS AM se estima que el mercado mundial del agua tiene actualmente un valor de más de 600.000 millones de dólares anuales. “La mayor categoría, con un 35%, es el tratamiento de aguas residuales, y el 65% restante se atribuye principalmente a la provisión de equipos de agua que suministran los medios para la exploración, distribución y tratamiento del agua”, explica Cabeza.
En este contexto, tendencias como el tratamiento del agua de lastre son nichos de mercado “con perspectivas de crecimiento a largo plazo convincentes, ya que esperamos que la demanda de agua supere la oferta en las próximas décadas, lo que requerirá inversiones adicionales en equipos de agua”. De hecho, esperan que las inversiones temáticas para superar los retos del agua superen el índice MSCI World durante este ciclo económico.
Se trata de una inversión menos cíclica que el sector industrial, pero vinculada a la actividad inversora de las autoridades locales. “A pesar de los ciclos de reinversión actualmente insostenibles en los mercados desarrollados y de aquellos en desarrollo, los organismos de gobierno municipal pueden intentar posponer las inversiones que a día de hoy son tan necesarias”, sostiene Cabeza.
En este contexto, entran en juego las denominadas asociaciones público-privadas, en las que las empresas privadas asumen un cierto grado de riesgo operativo y financiero, al tiempo que se unen al sector público en la prestación de servicios públicos. “Desde la crisis de los mercados financieros, hemos observado una recuperación de las inversiones totales. Sin embargo, la participación del sector privado depende en gran medida de la capacidad de préstamo de los mercados de capitales y de los bancos. Cualquier incertidumbre puede llevar a una reducción de la inversión, por lo que la percibimos como una fuente de riesgo”.
Por último, otro riesgo se deriva de cualquier cambio potencial en las políticas relacionadas con el agua que pueda perjudicar el entorno operativo (regulaciones y tarifas) en regiones como Europa, Estados Unidos o China. Estos cambios pueden afectar, en particular, al sector de los servicios de suministro de agua, que depende en gran medida de la acción política. Los proveedores de equipos también se verían perjudicados indirectamente si las empresas de servicios públicos redujeran sus respectivas inversiones en infraestructura debido a la falta de rentabilidad.
En opinión de Amanda O ‘Toole, gestora del fondo AXA Framlington Global Thematics de AXA IM, las numerosas tecnologías disponibles que respaldan este impulso para proteger los recursos hídricos, reducir el consumo de agua y aumentar su reutilización están “creando muchas oportunidades de inversión a medida que las empresas responden a la necesidad de cambio y ofrecen tecnologías más sostenibles a sus clientes”.
La presión de los consumidores
La acción de los consumidores también se está convirtiendo en un elemento clave, como señala Nina Lagron, CFA y gestora senior de La Française AM. “Para tener contento a un creciente contingente de consumidores y de inversores cada vez más conscientes de las iniciativas ESG, resulta clave el ofrecer resultados tangibles en cuanto a reducción de costes y del riesgo climático, además de la búsqueda de la sostenibilidad de la cadena de suministro”.
Lagron destaca que, cada vez más, los consumidores quieren comprar productos para minimizar su huella ambiental, a menudo dando prioridad a las empresas que tienen una oferta más sostenible. Por su parte, los inversores buscan maximizar el impacto positivo a través de la asignación de activos en sus fondos. “La iniciativa puesta en marcha por Walmart para que sus principales proveedores de uva reduzcan el uso de agua y de fertilizantes es un buen ejemplo de cómo este minorista líder ha aprovechado sus conocimientos en su amplia base de proveedores para generar un impacto positivo”, señala esta gestora.
Esta práctica agrícola inteligente con respecto al agua también ha permitido al proveedor aumentar los rendimientos entre un 10 y un 15% y, por lo tanto, aumentar su propia rentabilidad. “Este es solo un ejemplo de cómo las iniciativas ESG pueden dar paso a situaciones en las que todos salen ganando, en las que la reducción de la huella medioambiental se traduce en una reducción de costes y una mayor rentabilidad en toda la cadena de valor”, concluye Lagron.