Las remesas, esto es, las transferencias de trabajadores expatriados a sus familiares y amigos en sus países de origen, constituyen una fuerza impulsora del crecimiento económico, la reducción de la pobreza, y una mayor inclusión financiera. Además, para muchos países de América Latina y el Caribe son especialmente importantes, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Sin embargo, mientras el COVID-19 causa estragos en gran parte de la economía mundial, con una vertiginosa y rápida caída de las previsiones del PIB para 2020, que supera cualquier otro momento registrado, es probable que el flujo de remesas se vea sustancialmente afectado. Desde la entidad, prevén que las remesas para todos los países de la región podrían presentar una caída en promedio de entre un 20% y un 32%, dependiendo del tamaño de la contracción mundial.
Esto podría tener graves efectos en América Latina y el Caribe, que sumirían en la pobreza y el hambre a los hogares que dependen de estos ingresos. Además, en consecuencia, se registraría una reducción en los niveles de consumo y sus ingresos fiscales asociados. Asimismo, aquellos países donde las remesas suponen más del 5% del PIB se verían especialmente afectados, como Haití, Honduras y El Salvador.
“Las remesas son impulsadas por muchas variables explicativas. Tal vez la más obvia es la población de migrantes, el número de migrantes de un país en otros países”, explican desde el BID. Otros impulsores son los ingresos en los países de destino o receptores en relación con el país de origen. Es decir, los países con ingresos más bajos tienden a recibir más remesas y los migrantes en países con ingresos más altos tienden a enviar remesas más grandes.
Por ello, la salud macroeconómica general tanto de los países de origen como de los receptores también impulsa los flujos a corto plazo. Por ejemplo, una crisis económica en el país de origen tiende a aumentar las entradas de remesas, mientras que una crisis económica en los países receptores tiende a reducirlas. Sin embargo, desde la entidad subrayan que el efecto de los países anfitriones domina el efecto del país de origen, lo que sugiere que las crisis económicas mundiales tienen un efecto negativo neto en las remesas.
Con el fin de prever las repercusiones que la crisis mundial podría tener en las remesas hacia la región, el BID emplea un modelo estándar, utilizado en publicaciones, que supone que las remesas están condicionadas por una serie de determinantes. “En nuestro caso, estos determinantes son el PIB per cápita que utilizamos no solo como indicador de las variaciones a corto plazo en la salud de las economías sino como sustituto de los niveles de ingresos, tanto en los países de origen como en los países receptores; el desempleo; y el número total de migrantes”, explican desde el banco.
Así, las variaciones en las remesas predichas por el modelo siguen de cerca las observadas en los datos. Para los tiempos de estrés económico mundial ocurre un escenario parecido. “En 2009 las remesas hacia ALC cayeron un 11,09%, y nuestro modelo se ajusta a un valor de 11,14% para ese año. Dada la incertidumbre asociada con esta crisis de la salud, y por lo tanto asociada a cualquier previsión económica, creamos tres escenarios distintos a partir de los cuales prevemos la variación en las remesas en 2020 y 2021”, afirman desde el BID.
Estos tres escenarios son: el escenario de línea de base, que utiliza las proyecciones del FMI tanto para el desempleo como para el PIB en 2020 y 2021; un escenario optimista, con las mismas previsiones de desempleo que en el escenario de línea de base del FMI, pero con menores disminuciones del PIB en 2020; y un escenario pesimista, que tiene tanto mayores previsiones de desempleo como mayores disminuciones previstas del PIB en 2020. “Si bien las proyecciones del FMI sobre el crecimiento del PIB aún no pueden juzgarse, muchos países ya se están viendo afectados por una tasa de desempleo más alta que la que proyecta el FMI para 2020, y eso sin siquiera haber pasado el pico de la pandemia”, destaca el banco. Así, según los datos del BID, aquellos países con una alta dependencia de las remesas podrían verlas reducirse en más de un tercio en 2020.
En este sentido, los efectos de un shock de este tipo “serían considerables, teniendo en cuenta las repercusiones mencionadas sobre la pobreza y el hambre, así como la reducción del consumo y la disminución de los ingresos fiscales asociados que conlleva el shock”, aseguran. Además, a pesar de que el modelo de la entidad muestra una rápida recuperación de las entradas de remesas en 2021, recomiendan tener cuidado.
“Como ya se explicó, nuestro modelo utiliza la población de migrantes hasta 2019, y no establece suposiciones sobre los flujos migratorios. Esta suposición es válida a corto plazo, pero podría ser engañosa a largo plazo, ya que muchos migrantes podrían perder sus empleos y sus medios de subsistencia en los países receptores, y podrían verse obligados a regresar a sus hogares como resultado de la crisis actual”, advierten desde el BID. Esta migración de retorno obstaculizaría la recuperación en 2021 y haría que tanto el shock de las remesas como sus efectos asociados en las economías de la región fueran un fenómeno duradero.