La expansión masiva en los balances de los bancos centrales desde marzo de 2020 y el repunte de la inflación de los últimos meses deberían haber creado un panorama macroeconómico perfecto para que se hubiera dado un incremento tanto en el precio del oro como en la plata. Sin embargo, ambos metales se encuentran en niveles inferiores al pico alcanzado durante el año pasado.
El pasado miércoles 22 de septiembre, durante la presentación comida organizada por Jupiter Asset Management en el Hotel Orfila de Madrid, Ned Naylor-Leyland, gestor de fondos y responsable de estrategia Jupiter Gold & Silver con 1.200 millones de dólares en activos bajo gestión, explicó que el comportamiento del precio del oro en los últimos meses se justifica por la relación que se ha establecido entre la Reserva Federal y los precios en el mercado de bonos. En la opinión del gestor, el mercado de deuda refleja el optimismo de los participantes con respecto a la capacidad de la Fed para realizar recortes graduales en su programa de compras y subidas en los tipos de interés.
En los últimos diez meses, el tono de la Fed ha sido ligeramente más agresivo y, por ahora, el consenso del mercado está descontando que la inflación será transitoria. En un entorno menos acomodaticio, el dinero crediticio se ve ligeramente mejor que los metales monetarios.
El precio del oro guarda una relación inversa con la tasa de interés real, cuyo valor aproximado puede obtenerse restando el efecto de la inflación esperada a la tasa de interés nominal. Si el incremento en las expectativas de inflación se vuelve más obvio y los mercados dejan de percibirlo como un fenómeno transitorio, la balanza se inclinaría hacia el precio del oro. Una razón por la que la inflación podría ser más permanente de lo que muchos perciben es que nos encontramos en un superciclo monetario, en lugar de en un superciclo de materias primas.
Naylor-Leyland ve posible que el programa de “tapering” y las subidas de tipos sean mayores y más rápidas de lo esperado. Pero, a su juicio, es más probable que las promesas de una retirada del programa de compra de activos sean simplemente una orientación a futuro de su política monetaria que se desvanece ante los grandes problemas sistémicos que siguen sin resolverse.
Por otro lado, si la narrativa de la Fed se vuelve de nuevo más acomodaticia, por ejemplo, con la expansión de nuevas variantes del coronavirus que pongan en duda la eficacia de las vacunas actuales, también se podría dar un escenario de precios mucho más altos para el oro y la plata. Si el banco central inyecta más dinero en la economía, los inversores dejarán de lado el efectivo y los bonos para invertir en activos reales, como los metales monetarios.
Cuatro pilares
La estrategia Jupiter Gold & Silver se basa en cuatro pilares: invierte en oro y plata físicos, así como en empresas mineras de oro y plata. Dependiendo de las perspectivas del mercado pueden adoptar un posicionamiento alcista o defensivo. En el primer escenario, alrededor del 15% de los activos del fondo estarán invertidos en oro y plata físicos, un 40% en acciones de mineras de oro y el 45% restante en acciones de mineras de plata. Mientras que, en un escenario defensivo, hasta un 50% de los activos puede ser invertido en oro y plata físicos, con una mayor proporción de oro que de plata, alrededor del 30% en acciones de empresas mineras y cerca del 20% en acciones de mineras de plata.
Para su asignación en oro y plata físicos, la estrategia utiliza fondos listados de lingotes que siguen las mejores prácticas en materia de custodia, minimizando así los riesgos a los que están expuestos los ETFs convencionales. Para el inversor a medio y largo plazo, los ETFs de oro y plata pueden resultar un producto subóptimo. Según el criterio de Naylor-Leyland, los fondos listados de lingotes, como el Sprott Physical Gold & Silver Trust, pueden ser más apropiados. Estos fondos listados de lingotes minimizan la cadena de riesgo de propiedad, pues el oro depositado en estos productos no participa en el mercado “over-the-counter” del sistema bancario de instrumentos de crédito sobre el oro. Mientras que, en un ETF convencional, sí lo hace.
En la selección de acciones mineras, utilizan un filtro geográfico. La estrategia invierte únicamente en la región Américas y Australia, excluyendo África, Rusia y Asia Central, no por falta de buenas oportunidades, sino por ser más complicado modelar el riesgo de las empresas de estas regiones debido a cuestiones políticas, logísticas y de regulación laboral.
Desde hace un año, Perú se enfrenta a cierta incertidumbre política. La viabilidad a futuro del sistema peruano de impuestos está siendo cuestionada. Sin embargo, esta situación no ha tenido un impacto en el sector minero y Perú sigue siendo un buen lugar para invertir en empresas mineras.
Metales monetarios
Muchos inversores se preguntan sobre los beneficios de incluir plata en la cartera. La rotación diaria en instrumentos de crédito sobre el oro entre bancos es de 200.000 a 300.000 millones de dólares, mientras que el intercambio de instrumentos de crédito sobre la plata está limitado a 30.000 millones de dólares, una décima parte. Esta diferencia en términos de volumen hace que la plata sea mucho más volátil, con una beta de mercado significativamente mayor.
Pero a parte de esta diferencia en materia de liquidez, sus propiedades como metal son muy similares. Tanto el oro como la plata son utilizados en una infinidad de aplicaciones industriales y los dos son históricamente metales preciosos. En la actualidad, la plata tiene una mayor narrativa que el oro porque ha incrementado su uso en el proceso de electrificación y digitalización de la economía. Así, la plata es utilizada en la fabricación de baterías eléctricas, móviles, redes 5G, el internet de las cosas y en equipamiento médico.
Frecuentemente, se utiliza el cobre como medidor de la actividad económica y, por su papel en la fabricación de vehículos eléctricos, despierta un mayor interés entre los inversores. Sin embargo, el cobre no es considerado un metal monetario. Los metales monetarios son el inverso a la confianza de mantener posiciones en una divisa local. Si el precio del oro o la plata caen, significa que el mercado de bonos confía ligeramente más en la divisa local -por ejemplo, dólares, euros o libras esterlinas- en un plazo de 7 a 10 años.
Lo que produce los movimientos en el precio del oro son las diferencias entre las expectativas de los inversores con las expectativas anunciadas por la Fed. El año pasado, cuando el banco central estadounidense adoptó una política excesivamente acomodaticia, el oro llegó a niveles de 2.100 dólares por onza, porque existía miedo de mantener la divisa local por más de 7 o 10 años.
En los últimos cuatro meses, los participantes del mercado de bonos han estado bastante relajados, a pesar de que la inflación se ha mostrado fuera de control, el consenso ha confiado en que los bancos centrales tomarían medidas para paliarla. Para el mercado, la inflación es transitoria y la Fed cumplirá con su programa de reducción de compras y subida de interés. Si alguno de estos supuestos no se cumpliese, el precio del oro subiría. Esto hace que el oro sea un activo atractivo en este momento, anticipando posibles subidas en el futuro.
El oro y la relajación de las políticas monetarias
Si se observan los movimientos del precio del oro en dólares ajustado por la inflación de los últimos cincuenta años es posible establecer similitudes en el patrón de comportamiento de este. Existen algunas analogías entre la época actual y lo ocurrido en la década de los años 70, entre ellas, las tensiones geopolíticas y el repunte de la inflación.
En 1971, Nixon rompió con los acuerdos establecidos tras la Segunda Guerra Mundial cerrando la ventana del patrón oro. El mercado reflejó el miedo frente a un incremento de la inflación posicionándose en el oro, que llegó a tocar un máximo en 1974. Sin embargo, la inflación no apareció hasta unos años más tarde, hacia 1978-1979, por lo que al repunte de 1974 le siguió una corrección del 50%. Años después, a finales de la década, cuando se produjo la ruptura del máximo alcanzado en 1974, el precio del oro se volvió a disparar hasta alcanzar un nuevo pico bajo la presidencia de Paul Volcker, en un periodo en el que las tasas de interés subieron hasta niveles del 20%.
De nuevo en la época actual, tras el comienzo del programa de expansión cuantitativa en 2009, el precio del oro repuntó ante el incremento de las expectativas de inflación. En 2011 y en 2020, su precio tocó máximos creando una figura de taza con asa, un patrón técnico alcista que cuanto mayor es la distancia entre uno y otro máximo, mayor es su potencial. Es difícil determinar cuándo se llegará al punto de ruptura de este patrón técnico, pero el mercado parece indicar que se está acumulando presión para que se produzca de nuevo un repunte en el precio del oro.