La cadena de valor alimentaria se encuentra en pleno proceso de transformación. La forma en que se explotan los cultivos está evolucionando rápidamente. Las empresas agrícolas están adoptando métodos más sostenibles para incrementar las cosechas, reducir el impacto medioambiental y mitigar el desperdicio para una población mundial en constante crecimiento. Además, las preferencias de los consumidores están cambiando, buscando cada vez fuentes de alimentos más saludables y nutritivas. Todo ello en un periodo en el que los precios de los insumos están aumentando. En este contexto, la transición hacia un nuevo modelo de agricultura y de industria alimentaria representa -además de un factor positivo para la salud humana, el medio ambiente y la economía- una gran oportunidad de inversión.
La invasión rusa de Ucrania no sólo ha desatado una trágica crisis humanitaria, sino que también ha provocado subidas en los precios de las cosechas y en los recursos que se emplean en los productos fertilizantes -como el nitrógeno, el fosfato y la potasa-. Por un lado, el suministro de trigo se ha visto amenazado por la irrupción del conflicto bélico entre dos de los principales países exportadores -Rusia y Ucrania representan conjuntamente el 30% de la producción global-. Asimismo, se han cerrado todos los puertos de Ucrania, el canal fundamental de exportación de cereales para ambos países. Como resultado, el precio de otros granos básicos como el maíz o la soja también ha sufrido un aumento considerable, exponiendo las vulnerabilidades del sistema alimentario global, y se espera que este shock en la oferta se deje sentir en la disponibilidad y el precio del trigo durante algunos meses.
Para Mark Lacey, responsable de renta variable de recursos naturales, y Felix Odey, gestor y experto en renta variable de recursos globales de Schroders, los mercados emergentes probablemente sufrirán un impacto desproporcionado, ya que han sido el destino tradicional del trigo ruso.
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