China ha estado al borde de un aterrizaje forzoso durante muchos años, según la opinión de algunos analistas. ¿Tendrán finalmente razón en 2019? Según explica Andy Rothman, estratega de inversión de Matthews Asia, la desaceleración económica que se produjo en el cuarto trimestre de 2018 no fue significativamente más fuerte de lo esperado, y varios cambios en la política China debería llevar a una actividad más sólida y a un sentimiento del mercado más positivo en el segundo semestre de este año. Un aterrizaje forzoso no está todavía en el horizonte.
Durante el pasado ejercicio, cualquier inversor que preste cierta atención a la evolución de China debería haber esperado una ligera desaceleración de las tasas de crecimiento, medido año a año, en casi cualquier aspecto de la economía, pues este ha sido un patrón consistente en la última década. La economía ha alcanzado tal tamaño y las tasas de crecimiento han sido tan rápidas por tanto tiempo que la desaceleración es inevitable. Sin embargo, lo que ha preocupado a muchos observadores es la percepción de que, en el último trimestre de 2018, la tasa de crecimiento en China se desaceleró mucho más rápido de lo esperado. Pero esta percepción no es correcta.
El sentimiento del inversor es muy negativo
Según el experto de Matthews Asia el grado de desaceleración económica en 2018 estaba en línea con lo que cabría esperar, ¿pero, por qué es el sentimiento del mercado en China tan abismal? En la opinión de Andy Rothman existen cuatro factores fundamentales que han jugado un importante papel en el pesimismo inversor. En primer lugar, el miedo a una guerra comercial entre Estados Unidos y China, los inversores domésticos han estado preocupados por si finalmente la disputa comercial termina siendo algo más grave que una disrupción en la distribución de China a sus principales mercados exportadores. Están preocupados por la posibilidad de que el presidente Trump escale el conflicto más allá de los aranceles, limitando los estudios de los ciudadanos chinos en Estados Unidos o prohibiendo las importaciones de semiconductores estadounidenses en China, los cuales son la base del sector tecnológico en el gigante asiático. Las consecuencias negativas de una posible relación al estilo de una guerra fría entre las dos mayores economías del mundo han pesado fuertemente sobre el sentimiento doméstico del pasado año.
El segundo factor del pesimismo ha sido la preocupación de que, durante los tres primeros trimestres del año pasado, el líder chino, Xi Jinping, expresó un fuerte apoyo a las empresas de propiedad estatal (SOEs), mientras que expresó muy poca atención a la empresa privada, que es la que realmente lleva a cabo la mayoría de las contrataciones y la creación neta de nuevos empleos en China. Esto fue, sin embargo, más un cambio en la retórica que en la política real. De hecho, la inversión por parte de las firmas privadas creció un 8,7% el año pasado, desde un 6% en 2017.
En cualquier caso, la aparente indiferencia de Xi hacia la contribución de los empresarios privados en la economía China les ha dejado con cierta aprensión sobre el futuro. Un tercer factor son las consecuencias no intencionadas de los esfuerzos del gobierno para no poner en riesgo al sistema financiero. La banca en la sombra se redujo drásticamente el año pasado, con una bajada de los créditos pendientes en la sombra del 11%, medido año a año a cierre de diciembre de 2018, in contraste con el crecimiento del 15% que mostraron en diciembre de 2017. El crédito total creció en un 10% el año pasado, pero la composición del nuevo flujo cambió, los préstamos de los bancos tradicionales representaron el 81% del crédito, desde la cuota del 51% que representaban en 2013, conforme la banca en la sombra se ha visto frenada.
Hubo una represión similar en los préstamos entre empresas. Mientras estos cambios son positivos para la salud a largo plazo del sistema financiero, han creado algo de daño a muchas firmas privadas que eran las principales beneficiarias de este crédito en la sombra.
Un cuarto factor detrás del pesimismo del año pasado fue la nube de incertidumbre regulatoria. Los cambios de política fueron realizados de forma abrupta, con poca transparencia o con falta de una clara guía acerca de cómo debería ser implementada a nivel local, llevando a una aversión al riesgo generalizada. Los ejemplos incluyen la ejecución de una regulación medioambiental, la recaudación de impuestos sobre la seguridad social y el control de los precios para las medicinas genéricas. Probablemente el sentimiento mejore en la segunda mitad de 2019. En el primer trimestre, es posible que el sentimiento continúe débil, contribuyendo a unos números ligeramente más débiles. Pero hay varios motivos para pensar que el sentimiento económico y la actividad económica se fortalecerá en el segundo trimestre.
Entre estos factores, el primero sería una resolución del conflicto comercial entre Estados Unidos y China en el primer trimestre del 2019. Parece que Trump se ha dado cuenta de que resolver esta disputa y eliminar los aranceles es una cuestión importante de cara a sus perspectivas de reelección, por ello ha adoptado una estrategia de negociación más realista, dejando a un lado su enfoque irracional en el déficit comercial bilateral, así como sus demandas al presidente de China para que haga reformas estructurales, tales como la eliminación de las políticas industriales y el soporte a las empresas de propiedad estatal. Según Rothman, Xi reconoce que el resto de las demandas de Trump, entre las que se incluye un mejor acceso al mercado por parte de las firmas estadounidenses y una mayor protección para los derechos de propiedad intelectual, contribuirá al progreso económico de China, y Xi también quiere evitar un conflicto que pudiera ser escalado a una guerra tecnológica, poniendo en peligro el acceso de China a los semiconductores. Un acuerdo entre Trump y Xi no resolverá los desafíos a largo plazo en la relación bilateral de ambos países, pero eliminará parte de los miedos a corto plazo sobre una escalada en la guerra comercial.