De cara a los próximos años, una de las principales preocupaciones de los gestores y analistas es cómo afectará la retirada masiva de los programas de compras de activos por parte de los bancos centrales. En este sentido, lo que más se analiza es las consecuencias que tendrá en la liquidez del mercado y en las valoraciones de los activos.
Las posibles consecuencias no deben ceñirse solo a la liquidez y las valoraciones, sino valorarlas en un espectro más amplio que incluya a los ahorradores, inversores, compañía y sus accionistas, gobiernos y a la economía en general. “La respuesta de los bancos centrales a la crisis financiera de hace 10 años pudo haber salvado al mundo de una depresión devastadora, pero también creó una serie de efectos imprevistos, desde un mayor endeudamiento a una mayor desigualdad económica. Mirando en retrospectiva lo que hicimos bien y lo que salió mal, ¿qué lecciones podemos sacar para el futuro?”, señala Neil Dwane, estratega global de Allianz Global Investors.
La mayoría de los analistas coinciden en que estos programas de compras han tenido un efecto positivo para los mercados de renta variable, los bonos y los mercados en general porque generaron un marea creciente que ayudó a la industria financiera y a los inversores durante la crisis. En cambio, “resolvimos una crisis de deuda creando más deuda, lo que empeoró la desigualdad económica, fomentó la política populista y fortaleció el sentimiento antiglobalización”, añade Dwane.
Esto ha creado un efecto de riqueza en los mercados de acciones, bonos y propiedad, una «marea creciente» que ayudó a la industria financiera y a los inversores ricos. Sin embargo, de hecho, no ha ayudado a la economía global a recuperarse por completo. En cambio, resolvimos una crisis de deuda al crear más deuda, lo que empeoró la desigualdad económica, fomentó la política populista y fortaleció el sentimiento antiglobalización.
En opinión de Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM, uno de los mercados más vulnerables para 2019 es el de renta variable norteamericano. “El caso es que en 2019, por primera vez en los últimos años, los bancos centrales van a ser vendedores netos de activos y no habrá el efecto liquidez que ha favorecido las valoraciones anteriormente. Ya hemos visto una caída significativa. En concreto en el índice S&P500 los beneficios esperados han pasado de cotizar a 19 veces a hacerlo a 15 y en 2019 se puede mantener esta tendencia, quizá no de manera tan dramática; pero la volatilidad aumentará”, argumenta.
A una perspectiva similar se tendrá que enfrentar la Unión Europea, aunque el Banco Central Europea (BCE) lleve otra velocidad en esta etapa de normalización de la política monetaria, sobre todo comparado con la Reserva Federal (Fed). Aún así, las gestoras se muestran cautas con Europa, dado el momento de eventos políticos que vive –en especial con el Brexit y con Italia–.
“Aunque que el Banco Central Europeo continúa con la finalización de su programa de compra de bonos para finales de 2018, tiene la intención de reinvertir los ingresos de los bonos con vencimiento adquiridos en virtud del programa durante un período prolongado, por lo que la política monetaria está preparada para permanecer acomodaticia durante la mayor parte de 2019, lo que debería mantener al euro significativamente más bajo. Seguimos siendo menos optimistas sobre la perspectiva de las acciones europeas hasta que se calmen los vientos políticos en contra”, explica el equipo de analistas de WisdomTree.
Dwane sostiene que hay que poner especial atención a los inversores, ya que el efecto que han tenido estos programas en ellos ha tenido que ver con su capacidad para asumir riesgos. “Las políticas QE y las tasas de interés a cero llevaron a los inversores a tomar más riesgos para obtener un rendimiento, y crearon una búsqueda de ingresos sin remordimientos. Al impulsar los rendimientos de los bonos cada vez más bajos, los bancos centrales interfirieron con la asignación de capital y fomentaron el uso del apalancamiento”, explica.