La “Fase 1” del acuerdo comercial entre EE.UU. y China no pone de manifiesto ninguna hoja de ruta creíble. En lugar de eso, las dos partes han optado por estarse quietas. Según indica Ian Samson, asistente de gestión de fondos de Fidelity International, los activos de riesgo deberían beneficiarse de la ausencia de grandes titulares durante los próximos meses, pero los inversores no deberían perder de vista el riesgo de decepción y escalada futura.
“Ha sido un proceso doloroso que se ha saldado prácticamente sin avances. Los mercados aguardaban el resultado con impaciencia y posiblemente esperasen algo más, pero al fin y al cabo un acuerdo comercial mediocre (francamente, poco más que una “tregua”) sigue siendo mejor que ningún acuerdo. Principalmente, el acuerdo de “Fase 1” rubricado el miércoles por el presidente estadounidense Donald Trump y el viceprimer ministro Liu He aleja la posibilidad de aranceles dolorosos y apunta a que no se producirá una gran escalada de la tensión durante unos meses. Sin embargo, los pormenores dejan un importante margen para que la tensión bilateral vuelva a agravarse. En mi opinión, la posibilidad de que las negociaciones de “Fase 2” terminen bien parece tan remota como siempre”, comenta Samson.
¿Qué significa para los inversores esta tregua, por efímera que sea?
Lo más probable es que propicie una coyuntura más favorable a corto plazo para los activos de riesgo. La atención del mercado gravitará hacia factores más pertinentes, como el crecimiento mundial y la expansión que está experimentando el balance de la Fed, pero los inversores no deberían desatender los riesgos y la incertidumbre que siguen acechando en la tempestuosa relación entre EE.UU. y China, defiende la gestora.
Más allá de este “empujón” a corto plazo
A raíz del acuerdo, los dos contendientes han suspendido el aumento previsto de los aranceles, pero ahí se han quedado. No existe, pues, un calendario claro para reducir los aranceles actuales, lo que ha supuesto una pequeña decepción para los mercados.
Los aranceles apenas han cambiado, y lo mismo se puede decir de las posturas políticas. China se ha comprometido a duplicar prácticamente sus importaciones procedentes de EE.UU. para el año 2021, aunque eso supone muy poco dentro del conjunto de intercambios comerciales de China. Este acuerdo también recoge promesas de China en el ámbito de la propiedad intelectual que, aunque son bienvenidas, probablemente sean acogidas con un escepticismo justificado en cuanto a su eficacia. Se dedica un capítulo completo a las monedas que no hace sino reafirmar lo que China ya se ha comprometido a realizar y, de hecho, realiza en el marco de sus obligaciones internacionales.
El mecanismo de resolución de controversias que contiene el acuerdo permite a EE.UU. actuar de cualquier “forma proporcionada” que considere oportuna si cree que China está incumpliendo. Si China, por su parte, considera esta acción como “de mala fe”, entonces Pekín puede retirarse sin más del acuerdo. Aunque es indudable que a ninguna de las partes les interesa eso en estos momentos, la posibilidad de una escalada y un deterioro de la situación sigue estando tan viva como antes de la ceremonia de firma.
Cabe señalar que la mayoría de las “concesiones” de China ya estaban sobre la mesa antes de que EE.UU. siguiera adelante con varias dolorosas rondas de incremento de los aranceles. Eso expone a las claras lo atrincherada que está China en sus posiciones. Evidentemente, no se ha encontrado ninguna vía de avance creíble, así que las dos partes han optado por estarse quietas, defiende el experto de Fidelity.
“Así las cosas, me parece que las perspectivas en torno a las negociaciones de la “Fase 2” no son nada halagüeñas. El presidente Xi Jinping es muy reticente a realizar concesiones políticas y mantiene su férreo compromiso con un “capitalismo con rasgos chinos”. Las inquietudes estadounidenses que todavía han de abordarse son mucho más conflictivas, como las ayudas implícitas y explícitas de China a las empresas nacionales. Eso genera un riesgo de decepción y escalada futura. Nada de lo contenido en el acuerdo impide que se impongan nuevos aranceles o medidas coercitivas contra empresas individuales, lo que mantiene alta la incertidumbre, pero dado que los dos bandos querían una “tregua”, no es probable que esas inquietudes sean lo que mueva los mercados durante los próximos meses”, añade Samson.
Atención al crecimiento y al balance de la Fed, no a los tuits de Trump
El crecimiento chino sigue siendo un factor clave para las perspectivas de la economía mundial. Sin embargo, este acuerdo comercial nunca iba a cambiar esas perspectivas de forma significativa. La desaceleración de China en 2018-2019 se debió más a una política interna de reducción del endeudamiento para atajar un crecimiento del crédito excesivo y peligroso, lo que, a su vez, perjudicó a todo el sector industrial internacional. Por lo tanto, los mercados deberían centrarse en el efecto de los estímulos que aplicó China el año pasado y las primeras señales de nuevos estímulos en 2020.
Los inversores también deberían estar atentos a si este acuerdo se considera un éxito o un fracaso dentro de EE.UU. y, en este sentido, los demócratas ya están expresando unas críticas legítimas. La percepción sobre las habilidades negociadoras de Trump contribuirá a las posibilidades de reelección de Trump, una variable fundamental para los mercados internacionales en 2020. Una mala acogida podría aumentar las probabilidades de que Trump decida tensar la cuerda con China antes de lo previsto, actuar con mayor contundencia en el ámbito del comercio con la UE y otros socios o provocar una escalada de los precios del petróleo alimentando la confrontación con Irán.
A más largo plazo, la inevitable incertidumbre en torno al comercio entre EE.UU. y China seguirá acelerando dos tendencias en marcha: la salida de las cadenas de suministro de China hacia otros mercados emergentes más baratos y el giro de China hacia el desarrollo de sectores con mayor vocación interna en lugar de exportadora, como los servicios y los semiconductores.
En la medida en que las noticias sobre EE.UU. y China amainen por el momento, el foco de los inversores debería volver a posarse en los fundamentales, en lugar del ruido geopolítico. El año pasado los protagonistas fueron los estímulos en todo el mundo y el hundimiento de los tipos de interés. Este año depende en gran medida de que estos dos catalizadores se traduzcan en una mejoría del crecimiento. A este respecto, los últimos datos permiten albergar cierto optimismo.
“Los inversores deberían estar atentos a los datos de actividad, no a los tuits de Trump. En mi opinión, eso significa mantener una opinión favorable pero selectiva sobre los activos de riesgo. Los mercados emergentes son especialmente atractivos, ya que la estabilidad del yuan, la debilidad del dólar estadounidense y los ciclos de recortes de tipos más grandes se combinarán para tirar al alza del crecimiento en un contexto caracterizado por unos activos con precios relativamente baratos”, concluye Samson.