La primera Revolución Industrial introdujo el uso de máquinas en las fábricas, la segunda vio el nacimiento de las cadenas de montaje y la tercera supuso la llegada de robots al entorno industrial. En los últimos años, se viene hablando mucho de la cuarta Revolución Industrial, ¿qué significa?
El equipo de Walter Scott, parte de BNY Mellon, ha indagado más acerca de este nuevo concepto y consideran que la expansión del internet de las cosas será la gran clave de esta cuarta Revolución Industrial. “Los sectores de consumo, información y servicios se ven modificados constantemente por la innovación tecnológica. Lo podemos observar claramente en cómo la expansión de internet y los teléfonos inteligentes han cambiado en menos de una década nuestra forma de comunicarnos, socializar y comprar, o en cómo los fabricantes se apoyan cada vez más en los datos para revolucionar sus modelos de negocio”, explican.
Este cambio recibe varios nombres: cuarta Revolución Industrial, internet industrial de las cosas, automatización inteligente, internet industrial o “Industria 4.0”, el término con más sentido para la gestora Walter Scott. Según apuntan, “la Industria 4.0 usa tecnología inteligente para mejorar los procesos de fabricación, lo que aumenta la eficiencia y permite adaptarlos más fácilmente a las necesidades del cliente. El objetivo es integrar automatización, datos, analítica de datos y fabricación para generar nuevos modelos operativos y de negocio”.
En el futuro, y ya en el presente, las fábricas inteligentes combinarán informática y robótica de una forma complemente nueva. Los robots se conectarán de forma remota a sistemas digitales equipados con algoritmos de aprendizaje automático que controlarán la producción a partir de la información recibida de las tiendas y que podrán tomar decisiones prácticamente sin necesidad de intervención humana.
Consecuencia para las empresas
“En nuestra opinión, la Industria 4.0 tendrá importantes consecuencias para las empresas. Sin embargo, aún es pronto para saber a qué velocidad y con qué intensidad se adoptará este nuevo concepto”, afirman. Pero, pese a la incertidumbre, la gestora identifica cuáles serán algunas de estas tendencias porque “ya están surgiendo”.
- Es posible que las empresas industriales se conviertan en proveedores de servicios.
- Es probable que la demanda de chips de silicio aumente de forma exponencial, dada la creciente necesidad de almacenamiento, tanto físico como en la nube, por parte de los dispositivos y de las instalaciones de producción.
- Para aprovechar esta tendencia, no bastará con que las empresas comprendan los procesos tecnológicos subyacentes sino que será crucial que dominen a la perfección las técnicas de fabricación y que dispongan de la infraestructura física necesaria para la producción.
Ahora bien, todo esto implica que las empresas deberán contar con una base firme. Muchas dependerán cada vez más de otras empresas capaces de proporcionarles la infraestructura y los servicios informáticos que necesitan, lo que podría generar múltiples oportunidades para las firmas tecnológicas existentes.
“La ingente cantidad de datos que generan las empresas industriales hace indispensable la aplicación de nuevas medidas de seguridad, más rigurosas. El mayor grado de conectividad implica que las organizaciones serán más vulnerables a los ataques informáticos. Empezamos a ver tecnologías que antes solo usaba el ejército o los servicios de inteligencia y que ahora se aplican a los datos industriales”, apunta el equipo de Walter Scott.
No obstante, la tecnología existente también forma parte del entorno de la Industria 4.0. Las empresas con posiciones de mercado dominantes en estas áreas están bien posicionadas para satisfacer las nuevas demandas de la industria manufacturera. Por eso, algunas de estas empresas tecnológicas saldrán ganando con este proceso.
Repercusiones para el empleo
Para la gestora, también habrá consecuencias importantes para el mercado de trabajo. “En el futuro, las cadenas de producción emplearán mucha menos gente que en la actualidad, por lo que quizás ya no sea tan necesario deslocalizar la producción a países con salarios más bajos. Además, puede que las fábricas necesiten más ingenieros informáticos capaces de monitorizar unos sistemas cada vez más complejos y menos mano de obra manual”, explican.
Según su argumento, la Industria 4.0 podría conllevar una mayor inversión productiva en Europa y Estados Unidos y, como consecuencia, poner fin al movimiento de deslocalización de la producción a países con salarios más bajos, como México o Bangladés, registrado a finales del siglo XX y principios del XXI. Una revolución de esta magnitud inevitablemente alterará la distribución económica entre países y entre factores de producción (de trabajo a capital). Esta podría ser la consecuencia a largo plazo más importante de la Industria 4.0.
“Como en cualquier otra revolución, habrá ganadores y perdedores. En nuestra opinión, una estrategia capaz de afrontar con éxito el futuro dependerá de la agilidad y la visión del equipo directivo, la actitud con respecto a la inversión y la infraestructura existente”, concluyen.