El pasado 3 de septiembre el BCE revisó a la baja sus previsiones de crecimiento e inflación para reflejar dos de los factores que más están haciendo por avivar los temores deflacionistas: el menor crecimiento de los mercados emergentes, que ya afecta a las exportaciones europeas, y el precio del crudo en los mercados internacionales.
“La revisión del 1,5% a 1,1% en las perspectivas de inflación de la zona euro fue sustancial y evidencia que el Consejo de Gobierno del BCE tiene una confianza limitada en alcanzar su objetivo de inflación durante los próximos dos años”, explica Andrew Bosomworth, vicepresidente ejecutivo en la oficina de Múnich y responsable de gestión de carteras de PIMCO en Alemania.
Bosomworth sabe de lo que habla. Antes de incorporarse a la filial de Allianz en 2001, trabajó en el Banco Central Europeo como portfolio manager y economista senior. “Aunque el dato de 2016 coincida con las previsiones, alcanzar en 2017 un 1,7% de inflación supone un gran desafío”, escribe en el blog oficial de la firma.
“Como reflejo de la debilidad de la economía, PIMCO cree que la inflación subyacente de la zona euro no va a superar el 1% en los próximos años. El desempleo global en la eurozona sigue siendo del 10,9%, mientras que la desregulación de mercados laborales como el de España o Italia, cuyas tasas de desempleo superan la media de la zona euro, hará que los salarios, y por lo tanto los precios al consumidor, sean aún más sensibles al desempleo”, afirma Bosomworth.
Con este panorama, es probable que en el seno del Consejo de Gobierno del BCE haya un acalorado debate sobre si el organismo puede generar el resultado deseado de inflación. “Llegados a este punto, es difícil alcanzar el objetivo del 2% de una manera estable solo mediante la política monetaria, a menos que los cambios estructurales que aumentarían la tendencia subyacente de la inflación sigan avanzando”.
Este cometario que bien podría atribuirse al BCE proviene en realidad de Takahide Kiuchi, uno de los miembros de la junta del Banco de Japón. “Suena como la eurozona, no? Es Japón”, concluye Bosomworth.