La fortaleza de la renta variable en un contexto de descenso de los rendimientos de los bonos y de aumento de la incertidumbre política ha planteado la cuestión de si los inversores están adoptando una actitud complaciente. Esta complacencia se refleja en los nuevos mínimos registrados en el índice de volatilidad del Chicago Board Options Exchange (CBOE), que suele denominarse ‘el indicador del miedo’.
“Podría decirse que la volatilidad es tan reducida porque los inversores se encuentran cómodos actualmente con los tres principales factores que la han impulsado en los últimos años. En concreto, la normalización de la política monetaria de la Fed, la política monetaria china y los precios del petróleo son inquietudes que ya se han disipado. Cabe añadir que el reducido nivel de volatilidad actual también se debe, en cierta medida, a los resultados positivos de las citas electorales en Europa, donde no se ha producido un giro hacia el populismo”, explica Schroders.
Amenazas para la baja volatilidad
Dicho esto, afirma la gestora, es posible que el próximo desafío para los mercados no provenga de la Fed, el petróleo o China. Podría proceder del plano geopolítico, dado que, si bien los riesgos políticos pueden haberse disipado en Europa, en Asia están intensificándose.
“Independientemente de que esta hipótesis se materialice o no, de los tres principales catalizadores mencionados, la política monetaria china parece ser menos preocupante, aunque los precios del petróleo podrían caer aún más. La mayor preocupación reside en los tipos de interés en Estados Unidos, donde el mercado parece estar infravalorando su potencial de subida”, apuntan los expertos de la firma.
Y es que la intención de normalizar la política monetaria sigue siendo elevada y los tipos siguen muy por debajo del nivel en el que los ubicarían la mayoría de modelos atendiendo al momento del ciclo económico en el que se encuentra el país. Actualmente, el mercado descuenta únicamente una subida más, como mucho dos, hasta finales de 2018. Mientras tanto, los miembros del FOMC sitúan los tipos justo por encima del 2% a finales de 2018.
Es difícil escapar a la complacencia
No obstante, cree Schroders, estas presiones no serán evidentes hasta más adelante. La debilidad de la inflación hará que la Fed mantenga una postura prudente y es probable que el inicio de la reducción de su balance fuerce a la institución a detener las subidas de tipos durante seis meses para supervisar cualquier ajuste más general de las condiciones financieras.
“Salvo que la Fed diga lo contrario, la diferencia de opiniones entre el mercado y el FOMC podría no resolverse hasta la próxima primavera. Mientras, es probable que las compras de activos por parte de los bancos centrales sigan ampliándose. En este contexto, a los inversores les puede resultar complicado no caer en la «complacencia», dado que la liquidez seguirá impulsando los mercados, con el riesgo de que estos experimenten burbujas”, concluye.