Tras la Gran Recesión, el Fondo Monetario Internacional -y, con él, la mayoría de analistas económicos- pronosticó una recuperación rápida, conforme a lo habitual, aunque después tuvo que recortar sus previsiones por ser demasiado optimistas.
Para Lukas Daalder, director de inversiones de Robeco Investment Solutions, la pregunta esencial es si el FMI tardó mucho en darse cuenta de que los problemas estructurales habían aumentado, o si lo que tuvo lugar fue una desafortunada sucesión de acontecimientos cíclicos que dieron lugar a un dilatado periodo de crecimiento decepcionante.
La respuesta es que, seguramente, ambas opciones son ciertas. Hubo factores estructurales tales como el envejecimiento, el aumento del endeudamiento, el efecto transformador de la digitalización o la creciente desigualdad que habían ejercido sin duda un impacto negativo sobre la dinámica de crecimiento subyacente.
No obstante, también han intervenido diversos factores temporales que no han sido nada positivos. La recesión, inusualmente grave, hizo que el mecanismo de transmisión del sector bancario dejara de funcionar.
A continuación, se produjo la crisis de la zona euro, el desplome de los mercados de materias primas y el empeoramiento del crecimiento en el bloque de los mercados emergentes. Además, sus efectos se han visto agravados por una excesiva dependencia del único motor de estímulo -la política monetaria-.
Como ya indicaba Robeco en sus previsiones del año pasado, la política monetaria ha iniciado una fase de pérdida de efectividad y ya no parece capaz, por sí sola, de estimular suficientemente la economía.
Así pues, desde la gestora se preguntan si es el momento de pasar al “Plan B”…. ¿Pero existe?
El electorado estadounidense pareció pensar que sí, cuando, sorprendentemente, eligió a Donald Trump como su nuevo presidente. En estos momentos es pronto para valorar el impacto general de sus planes, pero sí que hay una cosa segura: impulsará el estímulo presupuestario como alternativa a la actual sobredependencia de la política monetaria. Esto podría no tener tanta repercusión si se tratara sólo de Trump, pero incluso el BCE está insistiendo ahora en que los gobiernos deben tomarse en serio su papel, por lo que parece claro que se está ante un cambio de actitud en este ámbito. Esto, unido al endurecimiento generalizado del mercado laboral en la mayoría de las grandes economías, puede augurar el regreso de la inflación.
Dado que las expectativas de crecimiento son tan bajas actualmente, existe un margen considerable para que surjan sorpresas positivas, ya que la mayoría de la gente parece prever que la deceleración del crecimiento va a ser permanente.
Si se producen sorpresas positivas en el ámbito del crecimiento, podría tener lugar la tan necesaria mejora del sentimiento subyacente, que a su vez podría reavivar la inversión como motor de crecimiento adicional. El riesgo más claro para este supuesto es que Trump opte por su propio Plan C: un regreso al proteccionismo…