En los últimos cien años, los rendimientos de la renta variable han dominado a algunos segmentos de la renta fija. Según el Global Investment Returns Yearbook de Credit Suisse, publicado por el Credit Suisse Research Institute en colaboración con la London Business School, en los 121 años transcurridos desde 1900, en todo el mundo, la renta variable ha superado a las letras del tesoro en un 4,4% anual y a los bonos en un 3,1% anual.
Si echamos un vistazo rápido al principal mercado de capitales del mundo, Estados Unidos, durante los últimos cien años observamos como una inversión inicial de 1 dólar creció hasta 69.754 dólares en términos nominales a finales de 2020. Ahora bien, el camino no fue fácil. “Por supuesto, hubo graves contratiempos, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial; el crack de Wall Street y sus consecuencias, incluida la Gran Depresión; la crisis del petróleo de la OPEP de los años 70, tras la guerra de octubre de 1973 en Oriente Medio; y los dos mercados bajistas de la primera década del siglo XXI. Cada una de estas crisis fue grave en su momento. En lo más profundo del crash de Wall Street, la renta variable estadounidense había caído un 80% en términos reales. Muchos inversores se arruinaron, especialmente los que compraron acciones con dinero prestado. El crack perduró en la memoria de los inversores durante al menos una generación, y muchos optaron posteriormente por evitar la renta variable”, señala el informe en sus conclusiones.
El informe no solo analiza el mercado estadounidense, sino que tienen en consideración otros 23 – que de forma conjunta representaban más del 95% del mercado de acciones mundial en 1900-, pero la conclusión es la misma: la renta variable lideró los rendimientos. “La renta variable fue la clase de activos que mejor se comportó en todas partes. Además, los bonos superaron a las letras en todos los países excepto en Portugal. Esta pauta general, en la que la renta variable supera a la renta fija y la renta fija supera a las letras de tesoro, es lo que cabría esperar a largo plazo, ya que la renta variable es más arriesgada que la renta fija, mientras que la renta fija es más arriesgada que el efectivo”, explica el documento.
Nuestro siglo
El siglo XXI comenzó con uno de los mercados bajistas más graves de la historia. El daño infligido a la renta variable mundial comenzó en el año 2000 y, en marzo de 2003, las acciones estadounidenses habían caído un 45%, los precios de las acciones del Reino Unido se habían reducido a la mitad y las acciones alemanas habían caído dos tercios. A continuación, los mercados protagonizaron una notable recuperación, con importantes ganancias que redujeron, y en muchos países eliminaron, las pérdidas del mercado bajista. Los mercados mundiales alcanzaron nuevos máximos a finales de octubre de 2007, para volver a caer en otro mercado bajista épico alimentado por la crisis financiera mundial, y tocaron fondo en marzo de 2009, protagonizando otra impresionante recuperación para salir de aquella crisis.
“Sin embargo, en términos reales, hubo que esperar hasta 2013 para que muchos de los mercados más importantes del mundo recuperasen los niveles de los inicios de 2000. La renta variable mundial subió entonces, con relativamente pocos retrocesos, durante más de una década. Mientras tanto, la volatilidad se mantuvo notablemente baja, aunque con picos ocasionales. Sin embargo, la imagen duradera fue la de una baja volatilidad. Cuando los mercados están en calma, sabemos que habrá una vuelta a la volatilidad y a tiempos más difíciles; sólo que no podemos saber cuándo”, advierte el informe de Credit Suisse.
Uno de esos “cuándo” fue marzo de 2020, cuando COVID-19 se extendió por todo el mundo, provocando que las acciones cayeran a un tercio de su valor en muchos países del mundo. Según el análisis que hace el documento, la volatilidad se disparó hasta niveles incluso superiores a los de la crisis financiera mundial y el mundo experimentó su tercer mercado bajista en menos de 20 años.
Ahora, con los mercados a punto de alcanzar nuevos máximos, es el momento de reflexionar sobre lo que cabe esperar para el futuro. “La generación baby boomer se benefició del excelente rendimiento de las acciones, bonos y carteras mixtas de todo el mundo. Sus nietos de la Generación Z se enfrentan a un futuro con rendimientos de inversión esperados mucho más bajos. Nuestro estudio aporta las pruebas que sirven de base para la estrategia de inversión del futuro”, afirma Paul Marsh, profesor de la London Business School.
En opinión de los autores del estudio, este repaso histórico sobre las rentabilidades nos lleva a una conclusión clara: es necesario tener una visión a largo plazo para entender y contextualizar los mercados. “La volatilidad de los mercados hace que, incluso en periodos de hasta 20 años, podamos experimentar rentabilidades inusuales. Pensemos, por ejemplo, en un inversor que, a principios del año 2000, mirara hacia atrás, a los veinte años anteriores, considerándolos como una historia a largo plazo y, por tanto, como una guía para el futuro. En ese momento, el rendimiento histórico real anualizado de la renta variable mundial durante los 20 años anteriores había sido del 10,5%. Pero, durante la siguiente década, nuestro inversor habría obtenido una rentabilidad real negativa en renta variable global del -0,6% anual”, señalan.
Según concluye Richard Kersley, Head of Research Product y Securities Research de Credit Suisse: “La perspectiva a largo plazo que ofrece este estudio anual único resulta más valiosa que nunca tras un año verdaderamente notable en los mercados financieros en el que la pandemia del COVID-19 y las respuestas económicas y científicas a la misma han sido los factores determinantes”.